Combate y Táctica 1ª Clase

Miercoles. 11.00 AM.
Dojo principal.
Clase de Combate y Táctica.
Se recomienda llevar ropa cómoda. Dejaos las armas de verdad en casa.

El extraordinario dojo de la Academia Legacy tenía todo lo necesario para iniciar el entrenamiento que iba a impartir a mis alumnos y a las pruebas que buscaba para ellos. Una superficie suficientemente grande como para moverse, armas de prácticas en los estantes para aquellos que se sintieran más cómodos con un arma entre los dedos… todo estaba preparado para lo que quería aunque, seguramente, en el momento en el que entrásemos en materia mucho más sobrenatural para encontrar los límites de cada uno de ellos, utilizaríamos el campo mágico, que seguramente sería capaz de resistir todo lo que los alumnos guardarán o incluso yo si tenía que demostrarles algo. Terminé de abrir la puerta corrediza, cerrándola a mi paso para entrar en el dojo, descalzándome para no ensuciar el suelo de madera. Era hora de ir preparándose para la clase, los alumnos irían llegando de un momento a otro.

¿Nervioso? Hacía tiempo que aquel tipo de sensaciones ya no me importaban en lo más mínimo. Aquella solo era una misión más en la que se me mandaba donde los humanos normales no podían actuar, a tratar materias que ni ellos comprendían demasiado bien… al fin y al cabo no había muchos humanos que pudiesen darle clases a los seres que en aquella academia se reunían. Mi trabajo allí era prepararlos y enseñarles a controlar sus poderes de la manera más eficiente posible, crear una línea de defensa contra la academia que amenazaba Tokio, una guerra donde yo participaría de darse y, la parte más dura, mantener un ojo sobre todos aquellos alumnos que pudiesen suponer una gran amenaza en un futuro para la humanidad… al fin y al cabo yo trabajaba para los humanos, no para Legacy. Las lealtades no cambian tan fácilmente, al menos no por mi parte.

Con cierto desinterés miraría los expedientes de los estudiantes que acudirían a mi clase, un total de 8, algo que no estaba nada mal, teniendo en cuenta que era la primera de todas. Híbridos, elementales, ¿Un vampiro?... pero ni un solo humano entre ellos… como era de esperar la cantidad de humanos puros excepcionales, parecía ser bastante baja. Con tranquilidad, tomaría asiento en el suelo del centro del dojo, mientras leía con atención los pocos detalles de cada uno de los alumnos, dentro de poco llegarían y debía estar al menos preparado para saber lo que tendría en clase y preparar la forma de evaluación y mejora. Los alumnos irían llegando poco a poco y, cuando estuviesen todos, podríamos empezar la clase.

Se despertó sin sueño, eran las 9:00 de la mañana. Sabía que faltaban varias horas para comenzar la clase, pero no podía evitar estar nervioso; su cuerpo temblaba en un eterno y corto movimiento mientras miles de pensamientos cruzaban su cabeza con tal rapidez que le era imposible expresarlos. Y es que era su primera clase, no solo en la Academia Legacy, sino en toda su vida, por eso se preguntaba como sería una y otra vez, imaginando escenarios posibles mientras la emoción aumentaba dentro de su cuerpo.

No quería esperar pero debía hacerlo, por lo que, suspirando, se dejo vencer por el tiempo y comenzó a arreglarse lentamente. Preparó algo para comer, se baño, y cuando ya estuvo listo se estiró sobre la mesa para esperar que pasara el tiempo. Pensaba en el templo, lo orgullosos que estarían si lo vieran ahora, toda su vida le habían dicho que tenía que estudiar, educarse y conocer a gente, relacionarse con otros parecidos a él para apreciar la diversidad en el mundo, también dejar pasar los recuerdos del pasado y enfrentar el presente ¿eso estaba haciendo, cierto? yendo a esa clase buscaba aprender sobre combate, más que todo defensa, aun cuando su mente le dijera que ambas eran importantes, para poder proteger a todos los que le habían ayudado, en fin, estar preparado para lo que viniera.

Abrió los ojos y observó el pequeño reloj de la pared, se había dormido, pero no era preocupante, el chico estaba tan acostumbrado a manejar sus horarios que despertó tranquilamente cuando quedaban 15 minutos para las 11:00 AM. Se estiró desperezándose, quitando la rigidez de su cuerpo haciendo algunos estiramientos y partió al dojo, el lugar en donde se realizaría la clase. Cuando estuvo a punto de llegar se quedo quieto, congelado en la puerta, preguntándose si en verdad podría hacerle frente a lo que hubiera tras ella. Era débil “demasiado débil” le recordaba una voz de su pasado; tenia dificultad para ocupar sus poderes, pero no abría que ocuparlos ¿o si? aun así no tenía experiencia en nada físico, su resistencia era poca y no era para nada fuerte, tal vez, tal vez se había equivocado después de todo.

Entonces, respiró hondo para disminuir el nerviosismo, tenía que mantenerse seguro y recordar que los profesores de la academia eran impresionantes, si no entraba ahora se arrepentiría, perdiendo una oportunidad que no podría volver a recuperar. Pensando en eso, entró, siendo así, lo primero que vio fue un hombre de cabello castaño y aspecto imponente. -Buenos días -saludo en un hilo de voz moviendo su cabeza solo un poco y sentándose apoyado contra la pared del dojo con cautela. Estaba nervioso, sin embargo ya estaba allí y ahora solo tenía que esperar.

Pude sentir el despertador hacia las 7 am, era hora de empezar mi día. Siempre me levantaba muy temprano para prepararme y ordenar mi cuarto antes de irme a mis clases diarias. Recordé que hoy comenzaría en la clase nueva, combate y técnica, sonaba bien, aunque no solía ser una persona que le gustase demasiado luchar, siempre que la situación requería mis poderes los utilizaba para la sanación de aliados, por desgracia yo misma no podría usar esos poderes en mi.

Tenía 2 clases antes de la de combate y técnica que fueron eternas, tenía ganas de llegar a usar mis poderes en toda su totalidad, ya fuese para curar a mis aliados o para defenderme a mi misma además, tenía que aprender a controlarlos, sobretodo el hielo, había veces que solía enfriarme a mi misma sin darme cuenta por estar nerviosa o cosas así, por eso solía enfermar a menudo.

Cuando esas dos infinitas horas de clase acabaron volví a mi cuarto, tenía 50 minutos para ir a cambiarme la ropa por algo más cómodo así que pasé de nuevo por mi cuarto para volver a cambiarme y dejar algunos de mis libros ahí. Me puse una camiseta básica y unas mallas cómodas, recogí mi largo cabello blanco en una coleta alta, dejando algunos mechones de pelo a los lados de mi carita blanca junto con el flequillo. Busqué algún cuaderno sin estrenar y encontré uno de pasta dura que me serviría para esa clase, por muy práctica que fuese todo, siempre había algo que apuntar y anotar. También cogí uno de mis bolígrafos y lo enganché por la tapa a la anilla del cuaderno.

No me llevó demasiado tiempo prepararme, lo que me daba algo de relajación en vez de ir corriendo por el camino. Me puse rumbo a el dojo con paso ligero y relajado. Al llegar abrí despacio la puerta y saludé con una ligera voz algo apagada -Buenos días, soy Elisabeth Swann. - Me presenté ante el profesor, siempre lo hacía, en mi casa siempre me educaron así. Me fijé que ya había visto a ese profesor antes pero solo de vista muy rápida, de días que iba a clase y el estaba por el pasillo quizá llendo a una de sus clases en las cual impartía enseñanzas. Vi que solo había llegado un alumno pero no me atreví a hablarle a no ser de que el hablase primero, siempre era muy tímida con esas cosas. Caminé justo hacia la otra esquina del recinto y me senté despacio en el suelo, con las piernas cruzadas escribiendo la fecha y la clase en el cuaderno, me estaba preparando para empezar a tomar anotaciones. Gracias a ese método mis notas eran de sobresaliente siempre y esperaba que fuese así también en esta asignatura, estaba lista para ello, y trabajaría muy duro para conseguirlo, no quería defraudar a mis padres.

Aun que había tomado las clases, no me sentía tan emocionado, ya me sentía fuerte, lo suficiente como para derrotar a quien sea, y tan duro como un tronco de un árbol viejo. Eso pensaba mientras iba caminando a clases, con ropa no muy apretada para moverme más fácilmente, quizás las clases serian de darse puñetazos los unos a los otros, o de magia contra combate físico, y en ese caso yo estaría en desventaja, en el fondo sabía que cualquier tipo de magia demolería mi defensa en un instante.

Increíblemente estaba llegando a tiempo, un par de minutos tarde, pero nada grave, así que emocionado abrí la puerta de una patada, esperando ver un montón de … compañeros, puesto que no sabía quiénes eran ni que eran.

-Ya estoy aquí!!- dije mientras cerraba los ojos, orgulloso de mi alboroto, esbozando una sonrisa burlesca de oreja a oreja. Lentamente mientras abría los ojos ante el silencio, vi a mi alrededor. Solo estaba el profe y 2 de mis compañeros. Mi expresión cambió al instante y bajé los hombros mientras miraba la escena, parecía que estaban aburridísimos y siendo hora de llegar presentía que los demás no tardarían, pero sinceramente me dieron ganas de irme del lugar, parecía que la palabra diversión no iba exactamente con este escenario, aunque me detuve al ver a la chica de cabello blanco que me resultaba familiar.

Metí mis manos a los bolsillos mientras caminaba hacia adentro, de a poco fui reconociendo a la chica, era la chica de la cafetería, Elisabeth, Beth, tan bonita como siempre. Levante mi mano mientras me acercaba a ella saludando-Hey, que tal Beth- aunque algo detrás de mí me detuvo cuando recordé la presencia de mi otro compañero, y su pelo claro largo, entonces pensé en que quizás era una chica o algo así. Le miré un momento detenidamente intentando buscar algo que me ayude a descifrar el dilema de su sexo, pero no pude.

-Que tal, mi nombre es Sebastian, Sebastian Strode- levantando una mano e intentando ser amistoso, esbozando una media sonrisa, aunque se me notaba confuso.

Me desperté a las 8:00 AM como de costumbre, esperaba con ansias el momento de empezar la clase, estaba dispuesto a dar todo de mí para cumplir mi meta. Mis objetivos eran claros, manejar a la perfección mis poderes, reforzarlos y fortalecerme, pero sabía perfecto como defenderme, mi gran temor era no poder controlarlos y así ocasionar un caos, y mi impulsiva forma de ser, lo que podría traerme muchos problemas. No era como las sensaciones que vivía a diario, esta vez era distinto, entusiasta pero a la vez escalofriante, era algo que jamás antes había vivido.

La intriga y desesperación me mataban, no tuve más opción que levantarme de mi cama y empacar lo que fuese necesario para mi primera clase, libreta y lápiz, ¿algo más? no podía evitar tener la sensación que algo se me estaba quedando, después de revisar por milésima vez sin encontrar respuesta, fue cuando tomé la decisión de partir a lo que sería la clase de “Combate y táctica”.

Ya había llegado y estaba frente a la puerta, dudoso me quedé observando en frente de ella, estaba nervioso por ser la primera vez que conviviría en un espacio con más de dos persona, luego de un plazo de 20 minutos fue cuanto al fin reuní valor para entrar a la sala. Al abrir la puerta no pude dejar de sentir cierta paranoia, la cual tuve que ocultar por el hecho de no querer llamar la atención, fue inevitable notar la poca cantidad de alumnos que habían llegado; una chica de cabellera blanca y dos chicos, uno de ellos me inspiro miedo al instante, no lo iba a demostrar, pero si tenía la intención de hablarle, me acerqué y me quedé observándolo.- Em… - pero simplemente las palabras no salieron de mi boca, fue en ese instante cuando me di cuenta del ridículo que estaba haciendo, era lo más humillante que hice y aun peor, mi primera impresión hacia los demás, rápidamente y lleno de vergüenza salí de la sala, di un suspiro de alivio y volví a entrar como si nada. Entonces me ubiqué en una esquina y continué en silencio.

Fue en ese momento cuando me di cuenta de la persona que estaba ubicada adelante, me quede examinando con detención, en pocos minutos me di cuenta que ese, era el profesor, al cual había ignorado completamente, proseguí por acercarme a este y presentarme ante él.- Buenos días, me llamo Raymond Morjuet, mucho gusto.

Aquella bella mañana un sol imponente entró por las rendijas de la persiana del cuarto de la joven ángel que abrió somnolienta sus ojos con molestia, eran casi las 10:00 A.M y tenía una clase nueva una hora después, algo de combate, vamos, que prometía ser una clase práctica e interesante, aunque a la rusa eso le interesaba poco. Gruñó molesta dando varias vueltas en la cama, no quería levantarse, tenía una vagancia extrema y se sentía incluso más cansada que la noche anterior. Para despejarse y sacar esas ganas de levantarse que consideraba inexistentes tomó su móvil y abrió una conversación con su hermano, seguramente él aún no se habría levantado y realmente lo envidiaba, incluso se planteó ir a su cuarto, aporrearle la puerta y esconderse con él en su cama todo el día, ojalá pudiera.

¡Yuri! ¡Buenos días cuando despiertes! Buah tío, estoy harta, justo ahora tengo que levantarme y prepararme para ir a una clase nueva, la pereza me mata y seguro que me tocan bichos raros de compañeros y tú ahí, escabulléndote por ser tus primeros días y no tener claro a qué acudir, ¡ya te vale! Te odio ❤ Si despiertas mándame algo para no aburrirme en clase.

Envió el texto ya con los ojos despejados y estirándose dejó el teléfono y se obligó a sí misma a salir de la cama y elegir algo de ropa. Antes de nada leyó su agenda para ese día donde tenía apuntadas las clases a las que debía de acudir y un par de cosas y sus ojos azules se entornaron al ver lo de ropa cómoda. Con visible molestia tomó unos leggins negros junto con una camiseta blanca básica y de extra una chaqueta con print de leopardo que había tomado del armario de su hermanastro, le quedaba enorme y se notaba a leguas que no era suya, pero le gustaba y, bueno, olía a él. Junto a esto tomó una muda limpia y se dio una ducha rápida, perfumándose y vistiéndose, al cabo de poco más de media hora ya estaba preciosa y dispuesta a ir a esa maldita clase, qué pocas ganas tenía...

Con paso cansado y vacilante se dirigió al dojo en el que se realizaba la clase, prácticamente sus deportivas se arrastraban mientras avanzaba, sin ganas alguna y terminó llegando tarde, para variar en ella, no le importaba, pero lo primero que pensó es que ya iba a dar mala impresión, estaba claro y otra cosa no sería pero sincera un rato sí era. No llamó a la puerta, ni tampoco saludó, simplemente la abrió bruscamente, entrando con las manos en los bolsos de la enorme sudadera y avanzando como si estuviera cabreada con el mundo hasta el interior de la clase, las mañanas no eran buenas para ella y menos teniendo clases. Escudriñó de manera crítica y con todo el descaro del mundo su alrededor y sonrío sarcástica al darse cuenta de que, en efecto, todos los presentes se le antojaban raritos... además, ¿qué pasaba con el cabello plateado? Su ceja derecha se erguió al ver que sus tonos de cabello eran muy similares, exceptuando el del profesor y su rubio, claro, ¿acaso no se habría metido en alguna clase extraña donde estaba una familia? Un montón de cosas se le pasaron por la mente y a cada cual más absurda. Decidió, tras unos segundos, que mejor sería ignorar eso, sería una coincidencia y se colocó en la ventana al lado de un chico que parecía de lo más inofensivo, cruzando sus piernas mientras se apoyaba y observando al profesor con esa mirada agresiva y desafiante que tanto la caracterizaba.

— Por si a alguien le interesa soy Ekaterina Nikoláyev, aunque nunca me llaman así, siempre me llaman Katya. — dijo al fin con su fuerte acento, con una voz cansada pero fuerte y brusca, rompiendo ese molesto silencio que había en la sala.

La entrada de cada uno de los alumnos fue irregular, tanto en sus tiempos como en sus formas. Mientras que los dos primeros demostraron algo de educación, aunque uno de ellos ni siquiera me dió su nombre. Otro de ellos entró abriendo la puerta de par en par, con gran estruendo mientras anunciaba su entrada violentamente, lo que no hizo sino que mi mirada se clavase en él, afilada e inquisitiva… ya sabía con quien necesitaba aplicar una buena dosis de disciplina. Otro de los alumnos hizo una actuación extraña, entrando, saliendo y luego volviendo a entrar sin una razón aparente y, por último, la chica de pelo rubio que, aunque no formó el escándalo del otro, su mirada implicaba perfectamente que iba a ser otra pieza conflictiva del grupo. Entrecerré los ojos, mirando a la puerta mientras esperaba unos minutos en completo silencio, quizás con la ilusión de que otros de los alumnos que aparecían en la lista entrasen por la puerta, sin embargo aquella esperanza se desvaneció en el momento en el que decidí comenzar la clase y ponerme en el centro del tatami mirando a mis alumnos.

-Todos frente a mi en fila. Ahora.-Ordené con voz imperiosa mientras repasaba de nuevo los rostros de todos mis estudiantes, intentando quedarme con las caras, sus nombres y los pocos datos de los que disponía sobre ellos.-Mi nombre es Noah Akerontes y, a partir de ahora, impartiré la asignatura de Combate y Táctica. Es un gusto conoceros a todos.-Aquellos eran mis primeros alumnos que, de forma seria, les impartía clases en aquel centro.-Esperaba que la afluencia de los alumnos a esta clase fuese un poco mayor, lamentablemente han faltado varios de los que había apuntados, sin embargo eso no cambia el planning que tenía para mis clases.-Comunicaría mientras cruzaba los brazos tras la espalda, alzando la mirada para enfatizar mi aspecto marcial.-Mi trabajo con vosotros es enseñaros los principios básicos del combate tanto en solitario como en grupo y es a lo que nos vamos a dedicar en todas las clases, de un modo u otro. Os advierto que no hablo solo del combate físico y en esta clase están permitidos cualquier tipo de poder, habilidad o compañero… trataremos de explotar por completo todos vuestros puntos fuertes.

Dejaría un espacio de silencio, para que fueran asimilando mis palabras mientras yo volvía a desplazar mi mirada entre ellos. Era en aquel momento cuando las dudas me asaltaban sobre cómo debía tratar a todos aquellos jóvenes. Tomé aire por la nariz, inflando los pulmones antes de continuar hablando.

-A partir de este momento exigiré disciplina y respeto hacia mi y hacia vuestros compañeros. Actuaciones como las del señor Strode o las miradas de la señorita Nikoláyev no serán toleradas en mi clase y serán castigadas durante el transcurso de la clase. Si alguien no quiere estar aquí, ahí está la puerta para que se marchen y no vuelvan.-Mi mirada se enfrentaría a la de Sebastián y la de Ekaterina.-Espero que os haya quedado claro. A todos.-Finalizaria relajando levemente la postura mientras llegaba al final de mi charla.-Vuestro “examen final” será derrotarme a mi. Para ello, cada clase que demos, aceptaré un combate con cualquiera de vosotros pero nunca con más de dos al mismo tiempo, así que os recomiendo que vayáis buscando una pareja con la que sepáis que vais a congeniar.-Me parecía una prueba más que decente, si dos de ellos pudiesen derrotarme a mi, estarían preparados para enfrentarse a cualquier tipo de problema, no a los más gordos, pero si a los comunes.-¡Ah! Se me olvidaba. A partir de ahora las clases serán en la arena mágica, hoy será aquí porque solo es la primera clase ¿Alguna duda por ahora?

Estaba emocionado de estar allí, había tenido toda la razón en entrar, se habría arrepentido si no lo hubiera hecho, tal y como había pensado momentos atrás. Y si, no podía obviar que estuviera nervioso, el profesor le intimidaba, tal vez cualquier profesor lo hacía, pues sentía que tenían esa aura de poder alrededor de ellos, una que estaba seguro no podría sobrepasar, pero que tampoco le interesaba, pues eso del “poder” y el “ser más fuerte que otros” no era un pensamiento importante, menos recurrente, dentro de su cabeza. Prefería permanecer en la tranquilidad de saber que podía defenderse y ayudar a otros, era todo lo que necesitaba e intentaba convencerse de que sería así toda su vida. Claro que este pensamiento contrastaba con la conciencia escondida de saber que eso no era suficiente y que en algún momento tendría que enfrentarlo y dejar de huir.

–Mi nombre es Nuru -respondió con energía al chico, pero manteniendo la posición tranquila en su lugar. Sentía que de alguna forma debía mantener la compostura en todo eso, como con las practicas de meditación, si, eso ¿qué le habían dicho? mantenerse calmado, respirar hondo y quedarse en su postura. Lo hizo y continuo sonriendo alegre. No es que no hubiera notado la mirada de Sebastian, bien sabía que su aspecto causaba algo de confusión sobre su genero, pero no le molestaba mucho, tampoco quería hacer algo con su pelo, le gustaba largo y ya se había acostumbrado a preocuparse de el lo suficiente para que no se quedara atrapado en cualquier parte, mucho menos interrumpiera alguno de sus poderes.

Mientras los demás iban entrando se debatía si lo mejor sería decirle al profesor su verdadero nombre, no es que “Nuru” no fuera su nombre, prácticamente era el original, pero en sus registros figuraba “Najas Bartas” en la ficha de la Academia aparecía con ese nombre, y si bien no le gustaba e intentaba olvidarlo, era verdad que ese era el que su padre había escogido para él, a pesar de que sabía que lo había hecho con rencor, no tenía que ser un genio para saber que significaban las palabras en su idioma natal. Quizás era por eso que prefería no usarlo, ni siquiera escucharlo salir de la boca de alguien. Lo mejor sería seguir así, de todas formas tenía la impresión de que esas fichas tenían foto o algo más que lo identificara, y que el profesor sabría por si mismo quien era.

Respiró hondo e hizo lo que le pedían, debía subirse el ánimo, no podía seguir pensando en cosas que ya habían pasado, lo mejor era concentrarse en el emocionante momento que estaba viviendo. Esto se vio interrumpido por un gesto de preocupación que no pudo evitar al momento de escuchar que las clases serían de combate; no solo de fuerza física, que era lo que ya esperaba, si no que también tendría que utilizar sus poderes. Nuru sabía de su capacidad, su especialidad era escapar y no estaba seguro como algo de lo que tenía serviría para atacar a otro. Estaba convencido de que su habilidad radicaba en defenderse sin atacar, y entendía que ese era su mayor problema, pero ¿no podía seguir en paz de esa manera sin atacar a nadie? Todo empeoró cuando el profesor explicó la modalidad del examen final. Ahora estaba seguro, era imposible que pasara esa clase… No, debía ser positivo ¡Claro que podía! Si había terminado el entrenamiento que en un principio creo imposible, seguro podía con eso, solo necesitaba poner algo más de esfuerzo en ello.

Alcé mi vista en cuanto escuché mi nombre  -o parte de el-, sin dudarlo sabía que era Sebastian, era el único que me llamaba así, además de su voz inconfundible. Le mire y solté una de mis medias sonrisas mientras saludaba despacio con la mano, justo había acabado de escribir en mi cuaderno el nombre de la asignatura, la fecha, siempre hacía lo mismo para no perder o confundir los apuntes que tomaba durante las clases, era mi método para poder estudiar y aprender todos los contenidos que se daban en un día en clase.

-Hola Sebastian, no sabía que venías a esta clase, ¿cómo estas?- Dije mientras cerraba el cuaderno poniendo el bolígrafo enganchado en las hojas para no perder esa página ni al bolígrafo, seguidamente le volví a mirar. Estaba encantada de verle de nuevo, en tan solo una semana había pasado a sermiprimer  mejor amigo en la academia, y el segundo de toda mi vida, tenía una corazonada de que él no me iba a defraudar nunca, estaba segura de ello.

-La verdad es una alegría ver caras conocidas aquí.- Le miraba a los ojos, esos ojos tan semejantes a los míos pero con muchísima menos vergüenza que la que tenía yo. Luego pasé a sus labios disimuladamente, volví a analizar todo su cuerpo, tal y como lo hice la primera vez, me aseguraba de que todo estuviera en orden -o al menos eso le respondería si me preguntaba, una pregunta estúpida para hacer más el ridículo ante él- y continué mirando sus ojos mientras charlábamos.

Veía por el rabillo del ojo como el profesor nos vigilaba, parecía que nos estaba analizando, despiezando uno por uno y más aun cuando entraba al aula cada uno de mis compañeros. Raymond, parecía ser muy educado, a diferencia de la chica de cabellos rubios, Katya, -su nombre completo me resultaba algo complejo de aprender, por lo que me limité a llamarla por su nombre más corto, siempre y cuando me lo permitiese- la cual tenia un carácter bastante agresivo a mi parecer, era de ese tipo de chicas las cuales se metían conmigo todos los días o hacían burlas y malos chistes por todo lo que hacía o decía, por lo que no quería tener mucho contacto con ella al menos de momento. Aun así, me alegraba de que esta última persona fuese una mujer, al parecer solo eramos... ¿dos chicas? No estaba segura del sexo de la persona bajita y de ojos rojos, no quería ofenderle, no era mi estilo, tampoco sabía su nombre ya que estaba aquí cuando llegue, así que me mantuve a la espera de que dijese su nombre, atenta en todo momento, algo que poco después sucedería y podría deducir por el nombre, Nuru, que se trataba de un hombre.

Cuando el profesor ordenó formar una fila, fui la primera en colocarme, era como si tuviera un chip en el cuello y el profesor me controlase así. Me mantuve atenta y recta, tomando nota de todo lo que decía sobre su asignatura y los objetivos a los que debíamos llegar los alumnos para aprobar. Me parecía todo completamente razonable, menos lo de derrotarlo, no solía usar los poderes para atacar, solo para la sanación y la protección, ¿cómo se suponía que iba a poder con él? Estaba dispuesta a intentarlo, fuese como fuese, pero de una cosa estaba clara: iba a ser muy duro para mi, como ya he dicho, no solía usar mis poderes para el ataque y si los utilizaba, el esfuerzo sería mucho mayor lo que llevaría a agotarme más rápidamente. Por otro lado, quería que el profesor, Noah, me ayudase a controlar mi elemento hielo, se me solía descontrolar cuando me ponía nerviosa y eso ocasionaba que mi cuerpo alcanzase unas temperaturas muy bajas y por tanto, que enfermase con más frecuencia, incluso que llegara a congelar algunos objetos. Eso era algo que le comentaría en cuanto tuviese la oportunidad.

-Disculpe maestro.- Comenté cuando era el momento de las preguntas, levantando mi mano para hablar y con una educación ejemplar y respetuosa. -Mi magia se basa en la sanación y la protección de los demás, ¿también debo aprender a atacar de una forma... más agresiva?- Concluí mi pregunta mirándole mientras bajaba mi brazo para escribir más anotaciones en mi cuaderno sobre la pregunta. Sobre el tema de formar parejas para entrenar se me vino a la cabeza enseguida Sebastian, al cual miré cuando el profesor me respondió la pregunta. No estaba segura de ello, Sebas era mucho más alto y musculoso, tenía miedo de que me hiciera daño aunque solo fuese sin querer, además de que yo no quería que mis poderes alocados le hicieran daño a él. Me limité a que Sebas me lo pidiese, ya que por mi misma no era capaz de decidir y si él me lo preguntaba, entonces ya tendría la seguridad suficiente para dejar de dudar y decirle que sí.

Al formar la fila me ubiqué justo detrás de Elisabeth, escuchando atentamente las palabras de Noah, el profesor. Me parecía intrigante el que se viera tan joven y se comportara como un viejo amargado y tacaño, aunque quizás lo subestimo un poco, no llego a ser profesor por nada de nada. Empecé a pensar en lo que veía, 3 muchachos. Nuru, bajito y reservado, aunque ya le había preguntado su nombre, no fue suficiente para poder hacerlo hablar, incluso pensé que no quería hablar mucho conmigo por mi actuación antes, pero a los otros tampoco les habló demasiado, nadie se acercaba a intimar con nadie, parecía un funeral. Parecía un buen chico Nuru, quizás habría que tenerlo de mi lado. Raymond era otro chico nuevo típico de estas reuniones, pero él tiene potencial, su ropa me hacía pensar que le gustaba mucho más la magia, ligera pero ancha, manos parcialmente libres, la clase de persona que podría derrotarme muy fácilmente. También me convencía que habría que tenerlo de mi lado. Elisabeth es elementalista y puede curar, ya la conocía, me guastaría verla en acción, siempre en la retaguardia junto a Katya Nikoláyev, esa figura no podía pertenecer a nadie más que a un ángel, y puede que sus dotes mágicos sean muy beneficiosos. Junto conmigo, con mi aguante y resistencias podríamos ser un gran equipo, pero nos faltaba el ataque físico, no tengo idea de las habilidades de Nuru ni estoy seguro de que Raymond o Katya puedan golpear fuerte, más que con magia. Mis golpes eran poderosos, pero me agotaban muy rápido, mi mejor cualidad es la defensa, y mi capacidad de resistencia, pero no me sentía capaz de recibir ataques y darlos al mismo tiempo.

Katya es muy atractiva, estoy seguro de que es un ángel, quizás nos podríamos llevar bien pero es tan prejuiciosa y presuntuosa, me irritaba su personalidad, más bien odiaba que alguien como yo, de mi edad, se sintiera superior a mí, más bien yo me creo superior a todos y que alguien me contradiga me molesta. Pero más allá de sus prejuicios y mi instinto de superioridad, sabía en el fondo que teníamos que aprender a convivir.

Elisabeth me mantendría a raya quizás, tendríamos que trabajar más en lo nuestro, porque no tengo autocontrol y ella es perfecta para frenar mis instintos, aunque ella aun no lo sabía, siendo su pareja en la clase haríamos todo mucho más fácil, básicamente haríamos todo juntos.

Raymond y Nuru podrían ser mis camaradas, lo último que quería era ganarme su desprecio, así que tendría que comportarme de manera sutil, llevarlo a su modo, y con el profesor, aun me intrigaba mucho su ser, por que el reto sería derrotarlo? ¿Qué tan terrible podría ser él? No me sentía superior a él, pero definitivamente no me sentía inferior, y ya quería verlo en acción.

El profesor terminó de hablar, era mi turno de preguntar, no me había perdido todo el discurso mientras pensaba, afortunadamente.

-Podemos elegir parejas? Yo quiero a Elisabeth – Elisabeth era mi mejor candidata, en una pelea de a 2 yo podría recibir los golpes mientras ella me curase, y mi plan de ataque aún no estaba definido, pero era demasiado ambicioso pensar en eso en este momento, sería mejor que nos organizásemos primero.

Después que todos llegaron, me di cuenta que el total de alumnos era realmente escaso, en este momento me logre tranquilizar un poco, pensando que después de todo no se me sería tan difícil combatir puesto que no estaría ante una gran cantidad de personas, que era lo que pensaba en un inicio. Eso me facilitaría mucho más las cosas.

Fue en ese momento que el profesor nos pidió que nos colocásemos en fila y así comenzó a dictar algunas reglas de disciplina, estaba claro que yo en específico no necesitaría escuchar de estas, ya que mi comportamiento era ejemplar, exceptuando algunos inconvenientes que pudiesen formarse en el camino, pero en cualquiera de los casos estaba preparado. Al final de su discurso nos dio un pequeño pero sorprendente adelanto de la clase, nuestro examen final, con el que aprobaríamos excelentemente la materia, seria derrotarlo a él. Solo me inscribí a esta clase con un objetivo principal, aprender a utilizar al cien porciento mi poder “Ayuda de la naturaleza”, con esto completo, estaba más que seguro que podría derrotarlo sin problema alguno, pero antes tendré que conseguir a una pareja con la cual entrenar y así estar listo para derrotar al profesor.

Empecé a examinar cada uno de los alumnos de la clase, no pude evitar notar que éramos un número impar, por lo cual alguien quedaría solo, y ese, por supuesto, no iba a ser yo. Luego de pensar detenidamente mi mejor opción era "Sebastián", el chico que me inspiro miedo a primera vista, el mismo para el cual monte un espectáculo ridículo y sumamente vergonzoso. Fue en ese momento cuando todo se desmorono cuando él mismo comento al profesor que su pareja seria la chica de cabellera blanca, “Elisabeth”, era inevitable notar que tenían cierta relación especial que los unía, sin embargo eran las mejores dos opciones, las cuales se me habían escapado de las manos, era evidente que serían una buena pareja de lucha, tenía la certeza que estos dos serian de los más fuertes de la clase.

Dependía de mí que decisión tomar, supongo que no sería tan difícil puesto que solo me quedan dos alternativas, "Nuru", el chico callado pero que tenía un claro aura entusiasta. Una rara combinación. Y por otro lado, estaba “Katya”, la chica de cabellos rubios, típica chica popular, que aunque no la conociese, me parecía un tanto común. No conocía las habilidades, ni poderes de ninguno de ellos, pero a simple vista, era más que claro que Ekaterina  parecía ser la más fuerte entre los dos, pero no me dejaría guiar por las apariencias.

Tenía cierta intriga en Nuru ya que no podía descifrar mucho de él, era como un laberinto. No conocías sus poderes y tenía una clara curiosidad sobre él. Tomando en cuenta que mi compañero tendría que ser alguien fuerte con quien entrenar, pero fácil de que yo lo derrotase, y pensando en querer conocer estas habilidades ocultas de Nuru, tome rápidamente la decisión de que mi pareja en la clase, seria él.- Profesor, elijo a Nuru como mi compañero – Concluí fuerte, claro y seguro de mi decisión. Lo único que espero es no haber tomado la decisión equivocada y así no llevarme una desagradable sorpresa.

"¿Se había inscrito a eso? "

Sostenía la hoja del papel de inscripciones con todos sus datos en ella, la copia de la que seguramente entregó al profesor encargado, decía la hora “11:00AM” bajo la asignatura correspondiente, y sobre el nombre del educador. Llevaba poco allí, estaba pasando desapercibido, lleno a las clases regulares y asegurándose de entrenar cada noche, lo único memorable de su estancia en la Academia era el encuentro con un chico bastante particular hacia varios días, coincidentemente, ambos eran de Svartgard, no solo eso, también tenían tratos con la bruja, según había intuido, y literalmente odiaban a los humanos, aun si sus métodos de lidiar con ello eran diferentes.

No se preocupó cuando observó que la hora pasaba de las once y ya iba llegando tarde. En ese tiempo había logrado investigar sobre el profesor, ya sabía lo que era, y realmente no era de su incumbencia “mantener el perfil bajo” era la prioridad para que todo saliera según lo planeado, para que su hermano pudiera caminar por el mundo sin que él se preocupara de los peligros que podían acarrear esos seres imprevisibles. No descansaría hasta que cada humano yaciera sobre sus pies ¿muertos? Mejor como esclavos, si, su pensamiento había cambiado viendo a los estudiantes que estudiaban allí, unos eran tan débiles, otros ligeramente fuertes, pero si los exterminaba lo único que lograría es que siguieran habiendo débiles, pero esta vez no serían humanos ¿por qué no darles la oportunidad de servir a alguien? Por su parte no dejarían que se acercaran, aun que si a otro le iba bien una ayuda, o como bolsas de boxeo ¿Por qué no?

El dojo no quedaba tan lejos de las habitaciones, aun se encontraba en terreno de la escuela, lo suficientemente alejado para que los ruidos de batalla que se generaban dentro no fueran de interrupción para las clases más comunes y corrientes, esas que eran sentarse a escribir en un cuaderno o una herramienta más tecnológica para tomar nota de lo que se decía, igual que en cualquier lugar que se preciara de educar a otros. Suspiró al verse frente a la puerta, no estaba seguro de cuanto había pasado, pero se escuchaban voces del interior y no dudo en entrar cuando la última se detuvo. Debía admitir… que la escuchaba familiar.

Alrededor los alumnos apenas escapaban de lo común: Un chico bajo, veía emoción en su mirar, pero solo eso, no había fortaleza escondida, no podía haberlo con esa pobre apariencia, luego una chica más delicada en figura, seria, o eso aparentaba con esa actitud de atención que demostraba, a su lado otro chico ¿fuerte? existía la posibilidad de que lo fuera, si es que podía ocupar su físico para más que dar golpes, podría ser un buen adversario, casi al final esta chica de cabello rubio, sin duda tenía personalidad y el brío necesario para vencer a otros, pero le molestaba esa aura celestial que irradiaba en el fondo, por último...

–Vaya, no creí encontrarnos de nuevo. -con mirada altiva se detuvo sonriendo al chico que ya conocía “Raymond” ese albino que apenas podía reconocer en la oscuridad. Era extraño el rosa que adornaba su figura, no era de su gusto, pero allí estaba, alguien un poco fuerte para variar. No esperó más, caminó hacia el profesor, de frente. El hombre era un poco más alto que él, se imponía, pero no podía obviar esa sensación de superioridad que venia por el simple hecho de que él era un demonio, y el otro, ese que tenía en frente, un simple “humano”.- Soy Tsuyoshi Kudo -extendió su mano cerrando sus ojos sin borrar esa mueca de arrogancia de su cara- no diré que me arrepiento de llegar tarde -desafió volviendo a abrir esos brillantes orbes rojos.- espero sepa impartir su clase correctamente, profesor Noah.