Dulces mordiscos (Privado Chrome)

-Era la  fresca mañana de un viernes, este día me despertaba con una actitud fuera de lo común en mí me sentía triste, sola, e incompleta, había soñado con Shiro mi primer amiga al llegar a Legacy , la albina era un chica de carácter dócil, dulce , era una hermosa niña, sin embargo, cuando Shiro perdía la razón era fría, despiadada, cruel, incluso la única vez que la vi actuar de esa manera llegué a sentir no miedo, pero si la certeza de su peligrosidad.

A pesar de eso nos convertimos en grandes amigas, al escuchar su historia no sólo la vi como mi mejor amiga jure estar a su lado siempre y protegerla de todo peligro, pues no permitiría que volviera a pasar por lo mismo, sin embargo un día desapareció por semanas dejando una sensación de vacío y una gran tristeza en mí; tiempo después volvió para despedirse para siempre de mi.

Ese sueño sin duda dejo un malestar en mi, la extrañaba mucho para mí era casi imposible sentir cariño por alguna persona pero con ella era distinto, decidí salir a la ciudad al parque de diversiones tal vez eso serviría para distraerme y pasar un rato agradable, volviendo a sellar la extraña sensación que su partida dejo.

Había un puesto de algodones de azúcar compre uno de color rosa, caminaba por el lugar observando todo y decidiendo por donde empezar.-

Veamos..-pausaba para morder mi algodón de azúcar, mirando alrededor  como si una niña pequeña fuera, caminaba hasta que una chica atrae mi atención, tan sólo la miraba mientras comía.-

Cerró los ojos por un momento y concentró toda la energía mental que le fue posible. Lo sentía. Estaba allí, cerca, acechando, camuflado entre un hervidero de gentío esperando a una posible víctima para robar su alma o, sencillamente, torturarla con el fin de aplacar su aburrimiento. No era la primera vez que sentía una carga negativa tan pesada, al menos no desde que se atrevió a aventurar fuera de las puertas del acogedor refugio de Merak.

—Mukurowl…

Tardó cinco o seis segundos en sentir el suave peso del búho aterrizando con delicadeza sobre su hombro. Abrió los ojos y en seguida le dedicó una sonrisa serena, pero reverente. Sentía afecto por él. El ave no sólo asumía el papel de su mascota en el mundo de los vivos, también era su canalizador, su arma, su escudo… el ojo de su amo vigilando todos sus movimientos desde el otro mundo. Pero a pesar de todo el terror que la inusual criatura representaba, Mukurowl se había convertido en la única compañía de confianza y, siendo honestos, había logrado entablar una relación de bastante cordialidad desde el primer encuentro.

Acarició la cabeza del plumífero quien se limitó a girar el cuello complacido, y solo entonces entró por el misterioso portal de sueños y fantasías. Cuando lo hizo, fue recibida por el rugido hueco de los juegos mecanizados cortado por el ronroneo masivo de voces agitadas por la excitación. El lugar se vestía de colores, alegría, diversión, al igual que los rostros alegres de sus visitantes, pero la presencia oscura corroía la atmósfera del parque al igual que una mancha en un óleo perfecto. A pesar de ser un lugar tan grande la presencia pesaba, y mucho.

Sin perder el tiempo, se desplazó como una serpiente entre la maleza esperando encontrar el origen de esa vibra. Las pupilas violáceas escrutaban el gentío esperando a que alguno de ellos se revelara ante ella, no obstante, sabía que sería una tarea difícil.

Quince minutos más tarde, entre tropiezos y empujones, decidió hacer una pequeña pausa. Sintió hambre así que divisó un puesto de algodones de azúcar cuyo dueño parecía tener la pinta de un experto vendedor, pues el área hervía de clientes. Empezó a caminar hacia él. Sin embargo, cuanto más se acercaba, sentía que perlitas de sudor le lamían el cuello, lo cual era extraño. Entonces Chrome redujo la marcha… Había encontrado el blanco.

Chrome se dio cuenta de que la observaba. Ojos inusualmente coloreados por un tinte sobrenatural se posaban en ella, dándole una sensación de cazador y presa.

Antes de darse cuenta, sus pasos le llevaban hacia la chica del algodón rosa sin despegarle la vista.

—Te encontré…—Susurró en cuanto la tuvo de frente.

El sol resplandecía ese día, el cielo estaba totalmente despejado parecía ser la salida perfecta al parque de diversiones, aunque ese día había despertado pensando en mi amiga Shiro, esa sensación de vacío había desaparecido para esas horas.

Mis orbes dispares y llamativas recorrían el lugar de manera curiosa, detuve mi camino, llevando en mi mano derecha un algodón de azúcar el cual estaba comiendo a pequeños y constantes mordiscos, mientras miré fijamente a la distancia a una pequeña niña, o eso parecía, no se que había en ella pero captó mi atención por varios minutos.

Pude observar que aquella pequeña inusual se dirigía en mi dirección al igual que yo, ella poseía una peculiaridad en su ojo, un parche negro lo cubría, eso llamó más mi atención

Me quedé en el mismo lugar mirando y comiendo jamás despegué mis orbes de la joven, hasta que la tuve frente  a mi, la recorrí con la mirada, hasta volver a su rostro.

-- ¿A mí?-- Cuestioné con una sonrisa en mi rostro --Me llamo Kurumi, ¿Te gustaría comer un algodón de azúcar conmigo?-- pregunté  de manera  sincera por alguna razón me agradaba a pesar de no saber quién era.