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Un hombre sencillo (Ochako)
2 participantes
~ +ACADEMIA LEGACY+ Foro de rol literario ~ :: Castillo Rokkenjima :: Puertas Exteriores y Frontis :: Terrazas y Techo
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Re: Un hombre sencillo (Ochako)
Esa mañana en que miró por la ventana de su habitación, sentada en el suelo - entre cajas y desorden, descubrió que el sol se alzaba radiante y jovial sobre la cabeza de los ciudadanos. Aquel, sin duda alguna, era un día que la muchacha no podía desaprovechar. Y fue ese el motivo que le llevó a abandonar la tarea de acondicionar su cuarto y tomar una rápida decisión: quería familiarizarse con esa isla y sus alrededores – quería investigarla, conocerla.
A pesar de que no habían pasado más de dos días desde su llegada; entre idas y vueltas ella podría asegurar que todo había pasado demasiado rápido. Uraraka no había tenido tiempo para relacionarse con sus compañeros siquiera, al menos no más de lo necesario. Sin embargo, aquello no la desalentaba, sino al contrario; tenía la certeza de que pronto conseguiría entablar alguna amena conversación con cualquiera de ellos.
El primer paso fue ponerse ropa cómoda y preparar bocadillos para el camino, pues pretendía pasar el mayor tiempo posible fuera; su objetivo era conocer todo lo que el tiempo le permitiese. Por eso, prefirió comenzar más allá, en la ciudad de Yokohama – Años antes la había visitado con sus padres, pero en ese entonces era sólo una niña pequeña y en su mente sólo hallaba recuerdos fragmentados.
Paseó por el centro de la ciudad, mirando las vidrieras de las tiendas – más tarde caminó por el bosque de los cerezos en flor, donde se detuvo a merendar, y un rato después contempló el atardecer desde el muelle. Había muchos lugares que debían quedar pendientes. Se dijo que algún día quería ir con compañía al zoológico y al parque de diversiones, y que la pasaría incluso mejor que recorriendo sola la ciudad.
Decidió volver a la isla cuando el cielo comenzaba a mancharse de púrpura: estaba cansada de caminar de aquí para allá, pero había sido gratificante distraerse un poco – Sin embargo, a pesar de que únicamente podía pensar en el relajante baño que se daría al estar en su habitación, algo le hizo cambiar de parecer ni bien se acercaba hacia el castillo – La noche no estaba fresca, y aún tenía suficiente energía como para caminar un poco más. Con esa idea en mente, se desvió de su camino inicial en dirección a la playa – Agradecía tener en su cabeza, como grabado a fuego, el mapa que había conseguido al llegar a la academia.
Mientras recorría la costa, el sonido del mar acariciando la orilla no podía ser más relajante – al menos, eso era lo que había pensado cuando el viento con olor salado le pegó en el rostro; el cielo adornado por luces lejanas le resultaba, además, digno de contemplar. Ella estaba segura de que pocas veces podía alguien de Tokio disfrutar de esas vistas, y por esa razón se sentía naturalmente agradecida.
El sonido de una melodía que se le antojaba melancólica alcanzó sus oídos. Pudo distinguir, al irse acercando, que se trataba de una guitarra. Se sentía inquieta pero curiosa en partes iguales. Aun así, jamás esperó que el muchacho se dirigiese a ella. Fue tomada totalmente desprevenida: por él y su mirada tan triste. Sintió como si debiera hacer algo: ¿pero qué?, ¿qué iba a decir?
—A-Ah, sí, vengo por el libro… —dijo, insegura. No había planeado decir esas palabras: sencillamente salieron, y al instante quiso morder su lengua por el arrepentimiento. Alzó sus manos y las sacudió, como queriendo quitarle importancia; casi al mismo tiempo una sonrisa nerviosa apareció en su rostro—. Aunque no quería interrumpirte, ¡lo lamento!
A pesar de que no habían pasado más de dos días desde su llegada; entre idas y vueltas ella podría asegurar que todo había pasado demasiado rápido. Uraraka no había tenido tiempo para relacionarse con sus compañeros siquiera, al menos no más de lo necesario. Sin embargo, aquello no la desalentaba, sino al contrario; tenía la certeza de que pronto conseguiría entablar alguna amena conversación con cualquiera de ellos.
El primer paso fue ponerse ropa cómoda y preparar bocadillos para el camino, pues pretendía pasar el mayor tiempo posible fuera; su objetivo era conocer todo lo que el tiempo le permitiese. Por eso, prefirió comenzar más allá, en la ciudad de Yokohama – Años antes la había visitado con sus padres, pero en ese entonces era sólo una niña pequeña y en su mente sólo hallaba recuerdos fragmentados.
Paseó por el centro de la ciudad, mirando las vidrieras de las tiendas – más tarde caminó por el bosque de los cerezos en flor, donde se detuvo a merendar, y un rato después contempló el atardecer desde el muelle. Había muchos lugares que debían quedar pendientes. Se dijo que algún día quería ir con compañía al zoológico y al parque de diversiones, y que la pasaría incluso mejor que recorriendo sola la ciudad.
Decidió volver a la isla cuando el cielo comenzaba a mancharse de púrpura: estaba cansada de caminar de aquí para allá, pero había sido gratificante distraerse un poco – Sin embargo, a pesar de que únicamente podía pensar en el relajante baño que se daría al estar en su habitación, algo le hizo cambiar de parecer ni bien se acercaba hacia el castillo – La noche no estaba fresca, y aún tenía suficiente energía como para caminar un poco más. Con esa idea en mente, se desvió de su camino inicial en dirección a la playa – Agradecía tener en su cabeza, como grabado a fuego, el mapa que había conseguido al llegar a la academia.
Mientras recorría la costa, el sonido del mar acariciando la orilla no podía ser más relajante – al menos, eso era lo que había pensado cuando el viento con olor salado le pegó en el rostro; el cielo adornado por luces lejanas le resultaba, además, digno de contemplar. Ella estaba segura de que pocas veces podía alguien de Tokio disfrutar de esas vistas, y por esa razón se sentía naturalmente agradecida.
El sonido de una melodía que se le antojaba melancólica alcanzó sus oídos. Pudo distinguir, al irse acercando, que se trataba de una guitarra. Se sentía inquieta pero curiosa en partes iguales. Aun así, jamás esperó que el muchacho se dirigiese a ella. Fue tomada totalmente desprevenida: por él y su mirada tan triste. Sintió como si debiera hacer algo: ¿pero qué?, ¿qué iba a decir?
—A-Ah, sí, vengo por el libro… —dijo, insegura. No había planeado decir esas palabras: sencillamente salieron, y al instante quiso morder su lengua por el arrepentimiento. Alzó sus manos y las sacudió, como queriendo quitarle importancia; casi al mismo tiempo una sonrisa nerviosa apareció en su rostro—. Aunque no quería interrumpirte, ¡lo lamento!
Mirai Male
Re: Un hombre sencillo (Ochako)
Luego de entrar a esa maldita vorágine de pensamientos oscuros. Salió esa voz. Era momento de enfocar la mente en otra clase de cosas más saludables. Sí. Tal vez Jellal se quedaba estancado elucubrando en asuntos que no tenían sentido alguno. Cómo quisiera salir de ese jardín de melancolía, y siempre que quería emerger, algo lo anclaba; y lo peor, es que no hallaba la forma de luchar contra esas arenas movedizas.
Al voltearse pudo observar cómo era la muchacha. Tenía unos grandes y abisales ojos cafés, cabello castaño similar al de un hongo, y las mejillas rosadas. No destacaba mucho por su aspecto, cómo sí lo hacía Jellal con su pelo azul, y un tatuaje bajo su ojo derecho. Además, de eso lucía una chaqueta azul, una polera verde y unos jeans negros. Nada extraordinario. La luz de la luna los cubría con su argénteo brillo, como una antorcha celestial. — Disculpa. — Articuló el joven astromago, mientras le pasaba la bolsa con unos tres libros algo pesados. Eran de alquimia, y por lo tanto, eran enciclopedias de pociones, mejunjes y similares.
— Me vine a hacer la tarea, y luego me puse a tocar la guitarra, — desvió su mirada al bosque. Sí que tenía los ojos grandes, y más encima, todo el brillo caía en sus ojos. Le dio algo de pudor verla directamente. No la interrumpía para nada. De hecho, le encantaba que alguien le hiciera compañía fuese Emilia o Gray. Eso calmaba el dolor interno de Jellal. — Parece que es un poco tarde. ¿No has ido a la cafetería? Creo que hoy toca estofado de carne, — comentó el muchacho mientras enfundaba la guitarra y se la colocaba al hombro. Caminó por el único sendero desde las rocas hasta las arboledas de palmeras. Se le adelantó unos cuantos metros, y entonces...
Se volteó.
Se cruzó de brazos, y ladeó la cabeza. Su faz era horrendamente seria, como si estuviera a punto de preguntar algo sumamente delicado. Abrió la boca, y pronunció: — Yo soy Jellal. Vengo de un mundo llamado Earthland, y soy un astromago, — pausó por unos segundos, viéndola directamente a esos orbes grandes, pero bonitos al fin y al cabo. — ¿Cómo te llamas tú? — y de pronto, de esa cara tan comedida, brotó una sutil sonrisa de sus labios. El joven Fernandes aunque lucía de pocos amigos, era bastante sociable.
Tenía un fuerte sentido de la amistad. Para el peliazul, cualquier persona que depositara su confianza en él, se transformaba automáticamente en su amigo.
Sí, podía lucir bastante serio, pero así era él. Alguien muy preocupado, y también alguien con un pasado doloroso. Se giró de nuevo, y colocó ambas manos tras su nuca y siguió caminando por el camino de piedra caliza entre las palmeras. A lo lejos, se veía la colosal e imponente academia. El peliazul, con su dedo, señaló una parte del complejo. Allí se veían muchos alumnos dentro, comiendo y hablando. Tenía hambre. y era una buena oportunidad para que la contraria conociera un poco más sobre su nuevo hogar: lugar de innumerables aventuras.
Al voltearse pudo observar cómo era la muchacha. Tenía unos grandes y abisales ojos cafés, cabello castaño similar al de un hongo, y las mejillas rosadas. No destacaba mucho por su aspecto, cómo sí lo hacía Jellal con su pelo azul, y un tatuaje bajo su ojo derecho. Además, de eso lucía una chaqueta azul, una polera verde y unos jeans negros. Nada extraordinario. La luz de la luna los cubría con su argénteo brillo, como una antorcha celestial. — Disculpa. — Articuló el joven astromago, mientras le pasaba la bolsa con unos tres libros algo pesados. Eran de alquimia, y por lo tanto, eran enciclopedias de pociones, mejunjes y similares.
— Me vine a hacer la tarea, y luego me puse a tocar la guitarra, — desvió su mirada al bosque. Sí que tenía los ojos grandes, y más encima, todo el brillo caía en sus ojos. Le dio algo de pudor verla directamente. No la interrumpía para nada. De hecho, le encantaba que alguien le hiciera compañía fuese Emilia o Gray. Eso calmaba el dolor interno de Jellal. — Parece que es un poco tarde. ¿No has ido a la cafetería? Creo que hoy toca estofado de carne, — comentó el muchacho mientras enfundaba la guitarra y se la colocaba al hombro. Caminó por el único sendero desde las rocas hasta las arboledas de palmeras. Se le adelantó unos cuantos metros, y entonces...
Se volteó.
Se cruzó de brazos, y ladeó la cabeza. Su faz era horrendamente seria, como si estuviera a punto de preguntar algo sumamente delicado. Abrió la boca, y pronunció: — Yo soy Jellal. Vengo de un mundo llamado Earthland, y soy un astromago, — pausó por unos segundos, viéndola directamente a esos orbes grandes, pero bonitos al fin y al cabo. — ¿Cómo te llamas tú? — y de pronto, de esa cara tan comedida, brotó una sutil sonrisa de sus labios. El joven Fernandes aunque lucía de pocos amigos, era bastante sociable.
Tenía un fuerte sentido de la amistad. Para el peliazul, cualquier persona que depositara su confianza en él, se transformaba automáticamente en su amigo.
Sí, podía lucir bastante serio, pero así era él. Alguien muy preocupado, y también alguien con un pasado doloroso. Se giró de nuevo, y colocó ambas manos tras su nuca y siguió caminando por el camino de piedra caliza entre las palmeras. A lo lejos, se veía la colosal e imponente academia. El peliazul, con su dedo, señaló una parte del complejo. Allí se veían muchos alumnos dentro, comiendo y hablando. Tenía hambre. y era una buena oportunidad para que la contraria conociera un poco más sobre su nuevo hogar: lugar de innumerables aventuras.
Jellal Fernandes
Re: Un hombre sencillo (Ochako)
Aceptó los libros que el muchacho de cabello azul le tendía sin mencionar nada más que un «gracias» silencioso, algo inquieta aún por el hecho de haber dicho aquella mentira (y, honestamente, porque no esperaba que fueran tan pesados – tenía suerte de poder activar el gravity zero discretamente, mientras continuaba abrazándolos contra su pecho).
…Aunque, a decir verdad, aquello era algo totalmente secundario. Un simple detalle que había pasado a segundo plano cuando el chico desconocido se dirigió a ella. Si le miraba atentamente era porque probablemente no se había enterado de que lo hacía. Debía admitir que era una persona llamativa con la que se había topado, y le resultaba especialmente curioso aquel dibujo que llevaba en uno de sus ojos. Pero claro, era algo que guardaría para sí misma.
— ¡Oh, ya veo! ¿Estofado de carne…? —La pregunta que brotó de sus labios en un tono naturalmente jovial fue retórica. Era normal que Uraraka se llenara de energía al momento de conocer a alguien nuevo, especialmente si resultaba ser alguien interesante. Mientras le miraba enfundar su guitarra, comentó: — ¡Hm!, atardeció bastante rápido, ¿no? Hehe…
Para ese punto, su sonrisa se había vuelto algo más relajada, hasta el punto de apenas extinguirse. Miraba la espalda del contrario éste mientras avanzaba. Por un momento, había llegado a creer que ahí acababa su conversación y se sintió apenada. Sin embargo, ese muchacho se volteó para mirarle de una forma tan seria que pensó que estaba a punto de ser atravesada por un disparo… o algo similar. ¡Ah! Pero había sonreído, apenas un poco, y sintió que sus hombros se destensaban (a pesar de que jamás se había enterado de que sus músculos estaban contraídos). Como si hubiese sido contagiada, su propia sonrisa recobró vida.
—Soy Uraraka Ochako, ¡es un placer! —Se anunció. Justo después de aquello, se adelantó unos pasos para seguirle, hasta alcanzar su ritmo. Dejaban atrás la playa y, entre los árboles, poco a poco, comenzaba a asomar el edificio de la academia, iluminado. No podía evitar pensar que era un edificio bastante impotente.
Siguió con la mirada el trayecto que indicaba el contrario, observando el panorama dentro del establecimiento. Estaba entusiasmada.
—Nunca he ido a la cafetería de la escuela—admitió en voz alta. En realidad, hasta entonces se había conformado con lo que podía hacer en la pequeña cocina de su cuarto. Animada, volvió a posar sus ojos color chocolate sobre el contrario—. ¡Me pregunto cómo sabrá ese estofado...! Por cierto, ¿hace mucho que estás en la academia, Jellal-kun?—preguntó, con evidente curiosidad.
…Aunque, a decir verdad, aquello era algo totalmente secundario. Un simple detalle que había pasado a segundo plano cuando el chico desconocido se dirigió a ella. Si le miraba atentamente era porque probablemente no se había enterado de que lo hacía. Debía admitir que era una persona llamativa con la que se había topado, y le resultaba especialmente curioso aquel dibujo que llevaba en uno de sus ojos. Pero claro, era algo que guardaría para sí misma.
— ¡Oh, ya veo! ¿Estofado de carne…? —La pregunta que brotó de sus labios en un tono naturalmente jovial fue retórica. Era normal que Uraraka se llenara de energía al momento de conocer a alguien nuevo, especialmente si resultaba ser alguien interesante. Mientras le miraba enfundar su guitarra, comentó: — ¡Hm!, atardeció bastante rápido, ¿no? Hehe…
Para ese punto, su sonrisa se había vuelto algo más relajada, hasta el punto de apenas extinguirse. Miraba la espalda del contrario éste mientras avanzaba. Por un momento, había llegado a creer que ahí acababa su conversación y se sintió apenada. Sin embargo, ese muchacho se volteó para mirarle de una forma tan seria que pensó que estaba a punto de ser atravesada por un disparo… o algo similar. ¡Ah! Pero había sonreído, apenas un poco, y sintió que sus hombros se destensaban (a pesar de que jamás se había enterado de que sus músculos estaban contraídos). Como si hubiese sido contagiada, su propia sonrisa recobró vida.
—Soy Uraraka Ochako, ¡es un placer! —Se anunció. Justo después de aquello, se adelantó unos pasos para seguirle, hasta alcanzar su ritmo. Dejaban atrás la playa y, entre los árboles, poco a poco, comenzaba a asomar el edificio de la academia, iluminado. No podía evitar pensar que era un edificio bastante impotente.
Siguió con la mirada el trayecto que indicaba el contrario, observando el panorama dentro del establecimiento. Estaba entusiasmada.
—Nunca he ido a la cafetería de la escuela—admitió en voz alta. En realidad, hasta entonces se había conformado con lo que podía hacer en la pequeña cocina de su cuarto. Animada, volvió a posar sus ojos color chocolate sobre el contrario—. ¡Me pregunto cómo sabrá ese estofado...! Por cierto, ¿hace mucho que estás en la academia, Jellal-kun?—preguntó, con evidente curiosidad.
Mirai Male
Re: Un hombre sencillo (Ochako)
La contraria se veía muy tierna y animada. Realmente parecía fascinarle el lugar. ¿Y a quién no? Era una isla tropical gigantesca y con un extraño castillo gótico. Ciertamente, era un pedazo de tierra que uno incluso podría tardar años en explorar cada escalera, cada balcón o cada sala de estar dentro del complejo. Solo se veían columnas de luces, y también las que provenían de Yokohama. Brillaban y titilaban como árboles de Navidad que flotaban sobre el mar. En Earthland era raro encontrar esta clase de espectáculo hecho por la mano del hombre. Una gran maravilla de la ingeniería.
Entran a la cafetería ambos, y allí se ven varios alumnos que comían y charlaban. Eran más o menos una veintena. Jellal tocó el peliazul de la castaña para guiarla hasta una mesa desocupada, y allí se sentó. Dejó la guitarra en el mismo banco, y miró a Ochako con una sonrisa. ¡De pronto, dos mayordomos con cabeza de cabra aparecen a sus lados! Sí, los afamados muebles de beatrice. — Tranquila... son inofensivos, al menos para nosotros. —Ambos colocaron dos bandejas, y un plato de estofado de carne, una ensalada de lechuga y tomate, y un vaso de limonada.
Aunque su seriedad enturbiaba los deseos del joven, sí que tenía un hambre voraz. Juntó las palmas de sus manos, dio las gracias, y luego se dispuso a servirse la riquísima cena. — Provecho. — Siempre se preguntó cómo es que los cocineros, o estos seres espectrales harían tan buena comida. Quizás los estudios y las tareas agobiaban a los estudiantes, pero si había un punto positivo, ése era el menú gourmet de Legacy.— ¿Por qué decidiste venir acá? — le preguntó sin ninguna clase de cuidado. El muchacho era directo a más no poder.
— Estaba en mi mundo combatiendo contra un mago muy peligroso. Me atrapó un... remolino — comentó haciendo girar su propia mano con el tenedor — y luego aparecí acá en este mundo llamado "Tierra". Fue, uf, impactante para mí. — Negó con la cabeza cuando se acordó de ese momento. Es que realmente es chocante despertar en otra realidad, en donde todo lo que conoces es diferente. Le comentó también que él podía prestarle la tarea, y le dio un papel con su número de teléfono, para cuando quisieran conversar. La cena estaba muy buena, y entonces, cuando estaba por terminar la limonada, suena su reloj.
— ¡Uf! ¡Ya es tarde! ¡Debo levantarme temprano porque tengo una batalla mañana por la mañana! ¡Cuídate mucho! ¡Nos vemos! — se levantó de la banca, y se fue directamente a las habitaciones de varones, las cuales quedaban cruzando por el jardín, y luego al ala opuesta al edificio de habitaciones de las mujeres.
Sin embargo, se le olvidaba un gran detalle: se le había quedado su guitarra.
Entran a la cafetería ambos, y allí se ven varios alumnos que comían y charlaban. Eran más o menos una veintena. Jellal tocó el peliazul de la castaña para guiarla hasta una mesa desocupada, y allí se sentó. Dejó la guitarra en el mismo banco, y miró a Ochako con una sonrisa. ¡De pronto, dos mayordomos con cabeza de cabra aparecen a sus lados! Sí, los afamados muebles de beatrice. — Tranquila... son inofensivos, al menos para nosotros. —Ambos colocaron dos bandejas, y un plato de estofado de carne, una ensalada de lechuga y tomate, y un vaso de limonada.
Aunque su seriedad enturbiaba los deseos del joven, sí que tenía un hambre voraz. Juntó las palmas de sus manos, dio las gracias, y luego se dispuso a servirse la riquísima cena. — Provecho. — Siempre se preguntó cómo es que los cocineros, o estos seres espectrales harían tan buena comida. Quizás los estudios y las tareas agobiaban a los estudiantes, pero si había un punto positivo, ése era el menú gourmet de Legacy.— ¿Por qué decidiste venir acá? — le preguntó sin ninguna clase de cuidado. El muchacho era directo a más no poder.
— Estaba en mi mundo combatiendo contra un mago muy peligroso. Me atrapó un... remolino — comentó haciendo girar su propia mano con el tenedor — y luego aparecí acá en este mundo llamado "Tierra". Fue, uf, impactante para mí. — Negó con la cabeza cuando se acordó de ese momento. Es que realmente es chocante despertar en otra realidad, en donde todo lo que conoces es diferente. Le comentó también que él podía prestarle la tarea, y le dio un papel con su número de teléfono, para cuando quisieran conversar. La cena estaba muy buena, y entonces, cuando estaba por terminar la limonada, suena su reloj.
— ¡Uf! ¡Ya es tarde! ¡Debo levantarme temprano porque tengo una batalla mañana por la mañana! ¡Cuídate mucho! ¡Nos vemos! — se levantó de la banca, y se fue directamente a las habitaciones de varones, las cuales quedaban cruzando por el jardín, y luego al ala opuesta al edificio de habitaciones de las mujeres.
Sin embargo, se le olvidaba un gran detalle: se le había quedado su guitarra.
Jellal Fernandes
Re: Un hombre sencillo (Ochako)
En un principio, se mantuvo observando atentamente la cafetería, sin siquiera disimular el entusiasmo que se reflejaba en sus expresiones. Todo aquello le resultaba impresionante a alguien que había tenido un estilo de vida común desde siempre. Incluso después de que esos extravagantes mayordomos salieran de la nada haciéndole exaltarse lo pensaba: ese lugar era absolutamente otro mundo; definitivamente estaba fascinada (y para nada espantada).
¡Y qué decir de la comida! También tenía un sabor exquisito, el cual le hizo cuestionarse “¿por qué no había venido aquí antes?” casi de inmediato. En su mente pidió disculpas a su madre, porque ese estofado acababa de ganarle el primer puesto al suyo.
Pero, en fin. Otro tema era aquel chico, que acababa de soltar esa pregunta tan de la nada. No podía negar que se había sorprendido, no obstante, no fue capaz de responder a esa pregunta de inmediato, pues Jellal comenzó a hablar sobre su llegada. Había estado escuchando de forma atenta hasta que pudo contar la suya propia, sosteniendo esa sonrisa amigable en sus labios y contrayendo sus cejas hacia arriba.
—A decir verdad, mi llegada no fue tan impresionante; no vengo de otro mundo, ni siquiera de otro país… Aun así, decidí venir para demostrarle a mi familia lo que puedo llegar a ser. Además, ¡creo en los valores de Legacy! Pienso que son muy nobles y estoy dispuesta a defenderlos… —anunció con convicción.
Siguieron hablando un poco más. Uraraka en verdad agradecía su amabilidad al ofrecerse a pasarle las tareas, aunque prometió no molestarle mucho con eso. Guardó el papel en uno de los bolsillos de su chaqueta, diciéndose a sí misma que no se olvidaría de agendarle.
Ya estaban acabando la cena cuando el joven de cabello azul se puso de pie rápidamente, alegando que debía despertarse temprano y, por lo tanto, irse lo más pronto posible – probablemente a descansar. Le saludó con un “hasta luego” y le perdió de vista unos segundos más tarde.
Ella se quedó allí hasta unos minutos más. Mientras tanto, se dedicó a pispiar un poco los libros, por encima - al menos hasta el momento en que estuvo satisfecha. Cuando hubo terminado, los guardó en la mochila que traía y se la colgó de los hombros. En ese instante en el que pretendía marcharse de allí, notó sobre su hombro la guitarra olvidada. En silencio, aunque algo extrañada, (pues no imaginaba que el muchacho que acababa de conocer fuera despistado) la tomó con cuidado de no dañarla.
Debido al tamaño y lo cargada que iba ella, las cosas se complicaron y acabó tomando la decisión de hacerla flotar y llevarla a su lado -
Varias dudas cruzaron por su mente: ¿debía alcanzársela en ese momento? ¿Más tarde? ¿O quizás otro día?
Marchó rumbo a las habitaciones, mientras ágilmente comenzaba a escribirle un mensaje a Jellal con la mano que tenía desocupada:
Justo luego de eso, Uraraka bostezó.
¡Y qué decir de la comida! También tenía un sabor exquisito, el cual le hizo cuestionarse “¿por qué no había venido aquí antes?” casi de inmediato. En su mente pidió disculpas a su madre, porque ese estofado acababa de ganarle el primer puesto al suyo.
Pero, en fin. Otro tema era aquel chico, que acababa de soltar esa pregunta tan de la nada. No podía negar que se había sorprendido, no obstante, no fue capaz de responder a esa pregunta de inmediato, pues Jellal comenzó a hablar sobre su llegada. Había estado escuchando de forma atenta hasta que pudo contar la suya propia, sosteniendo esa sonrisa amigable en sus labios y contrayendo sus cejas hacia arriba.
—A decir verdad, mi llegada no fue tan impresionante; no vengo de otro mundo, ni siquiera de otro país… Aun así, decidí venir para demostrarle a mi familia lo que puedo llegar a ser. Además, ¡creo en los valores de Legacy! Pienso que son muy nobles y estoy dispuesta a defenderlos… —anunció con convicción.
Siguieron hablando un poco más. Uraraka en verdad agradecía su amabilidad al ofrecerse a pasarle las tareas, aunque prometió no molestarle mucho con eso. Guardó el papel en uno de los bolsillos de su chaqueta, diciéndose a sí misma que no se olvidaría de agendarle.
Ya estaban acabando la cena cuando el joven de cabello azul se puso de pie rápidamente, alegando que debía despertarse temprano y, por lo tanto, irse lo más pronto posible – probablemente a descansar. Le saludó con un “hasta luego” y le perdió de vista unos segundos más tarde.
Ella se quedó allí hasta unos minutos más. Mientras tanto, se dedicó a pispiar un poco los libros, por encima - al menos hasta el momento en que estuvo satisfecha. Cuando hubo terminado, los guardó en la mochila que traía y se la colgó de los hombros. En ese instante en el que pretendía marcharse de allí, notó sobre su hombro la guitarra olvidada. En silencio, aunque algo extrañada, (pues no imaginaba que el muchacho que acababa de conocer fuera despistado) la tomó con cuidado de no dañarla.
Debido al tamaño y lo cargada que iba ella, las cosas se complicaron y acabó tomando la decisión de hacerla flotar y llevarla a su lado -
Varias dudas cruzaron por su mente: ¿debía alcanzársela en ese momento? ¿Más tarde? ¿O quizás otro día?
Marchó rumbo a las habitaciones, mientras ágilmente comenzaba a escribirle un mensaje a Jellal con la mano que tenía desocupada:
Justo luego de eso, Uraraka bostezó.
Mirai Male
Re: Un hombre sencillo (Ochako)
¡Sí! Tenía que ir inmediatamente, pues la "pócima del subconsciente" estaría lista en cualquier momento. Jellal apuró su paso a través de los corredores de la academia. Subió las escaleras, pasó por la sala de estar de varones, y luego el pasillo en donde estaba su habitación.
Abrió la puerta, y un intenso olor entre incienso y cáscaras de naranja saturó su sentido del olfato, tanto así que comenzó a toser. La pócima estaba lista. Era su remedio "secreto" contra la depresión, que lo dejaría en un estado de embriaguez durante seis horas, y justo antes de la prueba de mañana. No había efectos colaterales, pero mientras duraba la pócima era suficiente como llevar al peliazul al País de las Maravillas.
Abrió las ventanas para disipar el olor, y luego colocó algo de música tranquila y se fue a bañar. Un silbido tapado entre la lluvia artificial. No podía atender el teléfono porque se estaba duchando. Se preguntó quién sería mientras se enjuagaba ese curioso cabello con el champú, uno que no se lo descolorara a blanco. Sí que se vería mal. Así entonces, mientras divagaba en sus pensamientos, en su antiguo amor, en la tarea, y en otras cosas más, pensó que sería el momento oportuno para hacer otro amigo. Bien sabido es que la amistad divide los dolores y multiplica las alegrías.
Mientras se secaba, empezó a silbar la melodía que tocaba en la guitarra. revisaba su celular y le manda un pequeño mensaje a su compañera. Se vistió con la polera de Japón, unos pantalones de pijama grises, y unos calcetines de dinosaurios. ¡Ah! Ahora sí que estaba listo para dormir. Increíble que aunque este mundo tuviera más problemas que Earthland, podría descansar tranquilo en una cama y no sobre el suelo raso en una montaña. Era uno de los tantos lujos que apreciaba acá en esta misteriosa isla.
De seguro la castaña estaría en la puerta, así que la abrió y encendió el ventilador para que ese hedor empalagoso de naranja. — ¿Ochako? — preguntó, mientras bajaba el volumen del estéreo. Jellal ya estaba por dormir, pero quizás hablar más con ella lo calmaría más, Luego, la pócima del subconsciente sería solo para él.
Abrió la puerta, y un intenso olor entre incienso y cáscaras de naranja saturó su sentido del olfato, tanto así que comenzó a toser. La pócima estaba lista. Era su remedio "secreto" contra la depresión, que lo dejaría en un estado de embriaguez durante seis horas, y justo antes de la prueba de mañana. No había efectos colaterales, pero mientras duraba la pócima era suficiente como llevar al peliazul al País de las Maravillas.
Abrió las ventanas para disipar el olor, y luego colocó algo de música tranquila y se fue a bañar. Un silbido tapado entre la lluvia artificial. No podía atender el teléfono porque se estaba duchando. Se preguntó quién sería mientras se enjuagaba ese curioso cabello con el champú, uno que no se lo descolorara a blanco. Sí que se vería mal. Así entonces, mientras divagaba en sus pensamientos, en su antiguo amor, en la tarea, y en otras cosas más, pensó que sería el momento oportuno para hacer otro amigo. Bien sabido es que la amistad divide los dolores y multiplica las alegrías.
Mientras se secaba, empezó a silbar la melodía que tocaba en la guitarra. revisaba su celular y le manda un pequeño mensaje a su compañera. Se vistió con la polera de Japón, unos pantalones de pijama grises, y unos calcetines de dinosaurios. ¡Ah! Ahora sí que estaba listo para dormir. Increíble que aunque este mundo tuviera más problemas que Earthland, podría descansar tranquilo en una cama y no sobre el suelo raso en una montaña. Era uno de los tantos lujos que apreciaba acá en esta misteriosa isla.
De seguro la castaña estaría en la puerta, así que la abrió y encendió el ventilador para que ese hedor empalagoso de naranja. — ¿Ochako? — preguntó, mientras bajaba el volumen del estéreo. Jellal ya estaba por dormir, pero quizás hablar más con ella lo calmaría más, Luego, la pócima del subconsciente sería solo para él.
Jellal Fernandes
Re: Un hombre sencillo (Ochako)
Subió la escalera hacia los cuartos de los varones mientras leía el mensaje que le había enviado el muchacho. Se estaba preguntando si no estaría mal que una chica fuese a esas horas a aquel lugar, pero esa idea fue desechada rápidamente de su cabeza cuando llegó al pasillo que le conducía las habitaciones. Un extraño olor que no pudo identificar llegó a sus fosas nasales, haciéndole estornudar. Por suerte, el segundo fue detenido inmediatamente – el olor se iba haciendo menor cada vez, como si se disipara por acción del viento al paso de los segundos.
Mientras caminaba leyendo los letreros con nombre y apellido de cada habitación, su mente divagaba, pensando en qué haría al día siguiente.
“Estoy realmente cansada y de seguro Jellal-kun también. Le daré la guitarra, me despediré e iré directo a mi habitación a dormir. Mañana me prepararé un omurice para almorzar y…”, sus pensamientos cambiaron de rumbo de pronto, cuando se detuvo frente a la puerta justa. “Jellal”, decía el letrero. Suspiró, aliviada de haberle encontrado rápido y no haber tenido que dar demasiadas vueltas por allí.
Con un par de toques de sus nudillos en la puerta, no tardó en asomarse el rostro ahora conocido del muchacho de cabello azul. Uraraka esbozó una sonrisa de esas que guardaba con energía de reserva y se rascó la mejilla con el dedo índice.
— ¡Jellal-kun! Lamento la intromisión… —En ese momento, notó que aquel extravagante aroma provenía de la habitación de su amigo. Pestañeó un par de veces, mas no dijo nada al respecto. Apretó la guitarra contra su cuerpo y, con las manos libres, presionó los dedos de ambas manos entre sí, cancelando el poder anti-gravitatorio en la guitarra. Inmediatamente, se la tendió—.¡Qué bueno que no te hayas ido a dormir ahora! Tenía miedo de estropearla, pero está sana y salva… heheh.
Sus ojos se desviaron un momento hacia un punto diferente. Digamos que le fue inevitable notar aquellas medias de dinosaurio en los pies del muchacho. Para entonces los óvalos en sus mejillas se habían encendido en un color rosado un poco más fuerte. «¡Qué lindo!».
—Bueno… ¡me voy! No quiero molestarte más, debes descansar, Jellal-kun. ¡Si quieres hablar no dudes en mandarme un mensaje! —Y aquel era su pie para retirarse - a no ser que fuese evitado, por supuesto.
Mientras caminaba leyendo los letreros con nombre y apellido de cada habitación, su mente divagaba, pensando en qué haría al día siguiente.
“Estoy realmente cansada y de seguro Jellal-kun también. Le daré la guitarra, me despediré e iré directo a mi habitación a dormir. Mañana me prepararé un omurice para almorzar y…”, sus pensamientos cambiaron de rumbo de pronto, cuando se detuvo frente a la puerta justa. “Jellal”, decía el letrero. Suspiró, aliviada de haberle encontrado rápido y no haber tenido que dar demasiadas vueltas por allí.
Con un par de toques de sus nudillos en la puerta, no tardó en asomarse el rostro ahora conocido del muchacho de cabello azul. Uraraka esbozó una sonrisa de esas que guardaba con energía de reserva y se rascó la mejilla con el dedo índice.
— ¡Jellal-kun! Lamento la intromisión… —En ese momento, notó que aquel extravagante aroma provenía de la habitación de su amigo. Pestañeó un par de veces, mas no dijo nada al respecto. Apretó la guitarra contra su cuerpo y, con las manos libres, presionó los dedos de ambas manos entre sí, cancelando el poder anti-gravitatorio en la guitarra. Inmediatamente, se la tendió—.¡Qué bueno que no te hayas ido a dormir ahora! Tenía miedo de estropearla, pero está sana y salva… heheh.
Sus ojos se desviaron un momento hacia un punto diferente. Digamos que le fue inevitable notar aquellas medias de dinosaurio en los pies del muchacho. Para entonces los óvalos en sus mejillas se habían encendido en un color rosado un poco más fuerte. «¡Qué lindo!».
—Bueno… ¡me voy! No quiero molestarte más, debes descansar, Jellal-kun. ¡Si quieres hablar no dudes en mandarme un mensaje! —Y aquel era su pie para retirarse - a no ser que fuese evitado, por supuesto.
Mirai Male
Re: Un hombre sencillo (Ochako)
Efectivamente era ella. Qué amable. El peliazul le correspondió con una sonrisa e inclinando un poco su cabeza en señal de agradecimiento. ¡Oh, sí! ¡La tarea de alquimia! ¡No podía dejarla de lado! — Oye, espera un poco... déjame convidarte la poción. — Entonces, Jellal sacó el tapón de una cápsula y la vertió en otra limpia. El líquido era de un color blancuzco y verdoso, con una especie de escarcha que se adhería a las paredes del vidrio.
Le pasó la cápsula y dejó la guitarra apoyada a los pies de su cama. — Ésta es la tarea, — pausó — y ésta es para la próxima semana. — No obstante, se resbaló cayendo a los pies de Ochako, y la famosísima tarea se rompió en mil pedazos. Ese fétido olor a incienso y naranja se incrementó atosigándole la nariz. El peliazul empezó a toser aparatosamente mientras una niebla, del mismo color de la poción, se propagaba. El joven se puso de pie, corrió las cortinas y abrió la ventana mientras tosía.
El panorama era bello. Extrañamente bello. Hipnotizante. Le daba alegría. Un leve cosquilleo le apareció en sus tobillos, y luego en sus muslos. Empezó a reír. — ¿Viste cómo me caí? — y dicha risa empezó a aumentar de volumen y crecer. Se arrojó hacia la cama, boca arriba, y con una mano sobre su abdomen. Le empezaban a doler las costillas y la quijada de tanto reírse.
Le pasó la cápsula y dejó la guitarra apoyada a los pies de su cama. — Ésta es la tarea, — pausó — y ésta es para la próxima semana. — No obstante, se resbaló cayendo a los pies de Ochako, y la famosísima tarea se rompió en mil pedazos. Ese fétido olor a incienso y naranja se incrementó atosigándole la nariz. El peliazul empezó a toser aparatosamente mientras una niebla, del mismo color de la poción, se propagaba. El joven se puso de pie, corrió las cortinas y abrió la ventana mientras tosía.
El panorama era bello. Extrañamente bello. Hipnotizante. Le daba alegría. Un leve cosquilleo le apareció en sus tobillos, y luego en sus muslos. Empezó a reír. — ¿Viste cómo me caí? — y dicha risa empezó a aumentar de volumen y crecer. Se arrojó hacia la cama, boca arriba, y con una mano sobre su abdomen. Le empezaban a doler las costillas y la quijada de tanto reírse.
Jellal Fernandes
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