Compañeros blancos. | "No. 27" [Clase de bestiario.]

Como ya era costumbre, el salón de clases N° 27 se encontraba vacío, igual que todos los días. ¿En algún momento el profesor se tomaría la molestia de ir y brindar una clase? La realidad era simple, pocas veces se le había visto impartir su materia a aquellos alumnos que llegaban dispuestos a tomarla. La mayoría de los días uno que otro se asomaba al sitio, otros menos aún entraban al mismo y tomaban asiento en caso de que sucediera un milagro aquel día, sin embargo, y pasados unos minutos nuevamente el aula quedaba vacía, en silencio, pues la continua ausencia del profesor ya era un tema común entre los alumnos del instituto. ¿Quién era aquel? Muchos se hacían la misma pregunta a la semana, después de todo, su clase era impartida una sola vez en ese lapso de tiempo y, considerando que en esa única ocasión no se tomaba la molestia de hacer algún acto de presencia, muchos comenzaban a pensar que tal vez el profesor había muerto o simplemente le habían despedido y aún no encontraban un sustituto. Como fuese, era obvio que en esta ocasión tampoco se presentaría ... Tal vez.






Como cualquier otro día, las campanadas fuera de las aulas anunciaron el final de la clase y el inicio de la próxima, pronto los pasillos comenzaron a llenarse por las pisadas de los múltiples alumnos (y uno que otro profesor) que caminaban al aula correspondiente para su siguiente clase y el salón 27 no era la excepción, el aula se encontraba abierta como de costumbre, pero a su vez solitaria. Pronto algunos comenzaron a tomar asiento mientras que otros más simplemente suspiraban y se limitaban a retirarse en cuanto se percataban de que, probablemente, aún no llegaría el profesor. El salón tenía una inclinación hacia el frente en donde se encontraban las múltiples bancas de tres personas alineadas una tras otra. En la parte trasera del mismo se hallaba una puerta por la que comúnmente tenían acceso los estudiantes, mientras que al frente de todo, se encontraba el escritorio único acompañado por una silla donde debía tomar asiento el profesor; a un costado también había una puerta, más esta era quizá especialmente para el instructor. Dentro, se respiraba la tranquilidad. Afuera, si bien no era un clima del todo soleado pues las nubes cubrían con frecuencia al astro rey, en lapsos de tiempo prolongados se podía ver uno que otro rayo del sol apuntar contra el piso, ¿iría a llover? Las cortinas como de costumbre se encontraban recogidas y bien pegadas a los extremos para que de esta manera se iluminara la habitación con la poca luz que ese día había. A través de las ventanas podían verse las extensiones del campus y escucharse por fuera las voces de quienes pasaban continuamente por esos lares. Era un tranquilo día para no hacer nada.

El sonido del timbre anunciaba el cambio de clases, todos los estudiantes del salón se levantaban con tal de irse a su siguiente clase, todos menos aquella chica de cabello rosado, quien miraba despreocupadamente por la ventana.
Parecía estar perdida en sus pensamientos o solo estaba esperando el momento adecuado para salir, dejo escapar un leve suspiro de sus labios mientras colocaba su mano bajo su mentón y se apoyaba con el codo en el pupitre.
Contaba los segundos que pasaban solo para ubicar el tiempo que tardaban sus compañeros en salir del aula.
Una vez que pasaron aproximadamente 5 minutos, ella se levantó de su asiento, recogió su bolso con precaución de no romper uno de los frascos de plantas medicinales que llevaba consigo siempre.
Se acercó a la salida y cruzo el marco de la puerta, se detuvo por un momento para ubicarse por medio del oído, no había una gran multitud de personas que la pudieran llevar a arrastras, pero aun había lo suficiente como para desviarla de su camino.
Con precaución gira a la derecha, colocando su mano diestra en el muro. Fue golpeando levemente y escuchando el sonido que producía.

Ese era su método para no perderse en la gran academia, tenía todo contado y podría fácilmente ir caminando por su cuenta una vez que se ubicara, pero el hecho de que los alumnos hagan mucho ruido al caminar, hablar o simplemente estar jugando por los pasillos la alteraban un poco, dar uso de su vista no le funcionaba, después de todo, era parcialmente ciega.

Tras seguir su camino, a su derecha se abrió una puerta y varios pasos empezaron a sonar.

─Oh por el amor al cielo…

Un grupo de alumnos había salido tarde de su salón, eran personas lo bastante altas en comparación a ella, esto ubicando la altura del sonido que producían al hablar, ninguna persona se percataba de ella y muchas veces la llegaban a empujar, haciéndola retroceder el avance que había tenido.

─Chronos… ¿Por qué me castigas con ser enana y sufrir estas situaciones?

Comentó con cierta molestia y angustia mientras intentaba empujar a la multitud de alumnos.
Era lo poco que lograba conseguir al hacerlo, incluso uno de ellos regreso el impulso de su propio empuje haciéndola retroceder y posteriormente perder el equilibrio, Chocó contra una puerta que estaba abierta, no tuvo siquiera la oportunidad de sostenerse y acabo cayendo de espaldas.

─Aauch… duele…duele…

Hacia una mueca de dolor mientras se quejaba, colocaba sus manos en su cabeza para tratar de hacer menos ese sufrimiento.
No se había dado cuenta, pero había entrado a un salón de clases, solo esperaba en no meterse en líos.

Mis ojos azulados se fusionaron con el cielo desde una de las ventanas de los salones, mi mente divagaba en una absoluta calma que a pesar de ser monótona por la rutina para mi era algo irreemplazable, un momento de tranquilidad que solo yo podía disfrutar hasta que aquel sonido de las campanas me hacían volver a realidad después de horas incansables de estudios y todo lo demás. Como si estuviese despertando de un sueño me dediqué a guardar los libros que tenía sobre mi mesa y junto al típico sonido de la sillas arrastrándose, abandoné el salón de clases mezclándome entre los demás estudiantes que caminaban por los pasillos tranquilamente en un día cualquiera. Una tenue luz del sol entraba por los grandes ventanales del pabellón que daba a varios salones de distintas clases las cuales se veían repletas de estudiantes de todos los años que entraban y salían, en una típica rutina diaria esa era la escena adecuada para describir lo que significaba esa frase que tanto lograba atraparme, enlazandome un sin fin de escenas que se repetían en un simple transcurso de tiempo en que caminaba para poder llegar a la siguiente clase.

Una brisa fresca del aire cubrió todo mi ser en una tranquilidad tan vacía como el salón de clases al que por fin había llegado, una escena que en días anteriores parecían mezclarse con la ausencia de uno de los docentes que parecía no llegar a la clase que se le había asignado, lo cual entre una melodía de aburrimiento y silencio el color tenue de los rayos de sol que entraban por las ventanas lograban apagar mi mente por unos segundos, como si mi extraña presencia estuviese desapareciendo mientras me mantenía sentado en una de las filas traseras a un lado de la ventana que tanto me hacia esperar ese momento único interrumpido por el bullicio de una chica que de alguna manera se encontraba en el suelo de la entrada vacía y aburrida de aquella hora, lo cual no causó ningún tipo de impresión en mi por la torpeza que cualquiera pudiese tener. Ignorando una vez más lo que es la rutina de siempre me quedé expectante a la puerta que normalmente daba la llegada del profesor que de alguna manera parecía demorarse, en un suspiro que podía compartir el mismo sentimiento que sus compañeros me deje llevar por el silencio esperando ese momento donde la tranquilidad se desvaneciera iniciando otra par de monótonas horas.

Tres ... Cuatro ... Cinco minutos habían pasado desde que la clase supuestamente debía haber comenzado, el bullicio fuera de los salones parecía comenzar a cesar mientras más corría el minutero, ¿cuánto más los haría esperar? La respuesta era evidente, pues de nuevo al parecer no llegaría a impartir aquella clase, o eso era lo que muchos querrían, después de todo, era una clase libre en la cual podían relajarse de diversas maneras de la monótona rutina de siempre. Más ese día, sin que ellos lo supiesen, sería la excepción.

Un golpe seco producto de la abertura repentina de la puerta por la que se suponía debía entrar el docente, causó que cualquiera que se mantuviese distraído girara la vista directo hasta aquel sitio; Una ráfaga de aire frío invadió el salón de clases que hasta ese punto se había mantenido cálido y dispuesto a brindarle al más somnoliento de los alumnos el lugar perfecto para tomar una siesta vespertina y mientras todos observaban expectantes el lugar proveniente de dichos sucesos, un joven de cabellos blancos se mostró entrando por la puerta correspondiente al profesor, poco entusiasmado, un tanto desalineado e incluso somnoliento, llevaba consigo un aura de frustración y fastidio, ¿quién era aquel joven de cabellos plateados que se presentaba de dicha forma? Repentinamente, las cortinas que se encontraban ahí como adorno de todos los días fueron cerradas con brusquedad sumergiendo el aula en una casi "oscuridad" mientras aquel sujeto daba un par de pasos para situarse al frente del escritorio que correspondía al instructor. Giró su cuerpo al frente y tras un suspiro mientras mantenía la vista en el suelo pronunció las primeras palabras. - Niña. - Su voz se mostraba joven (de acuerdo a su edad), más su tono era tan helado como el de un viejo esperando la muerte. - Sé que muchos aquí son unas sabandijas y merecen ser tratados como tal, pero a puesto que las bancas son más cómodas que el duro suelo e incluso tu puedes ocupar una. - Prosiguió mientras observaba a la pequeña joven que previamente sin saberlo se había detenido a besar un rato el suelo. - Todos a sus asientos, por favor. - Finalizó mientras hacía un ligero ademán con la mano señalando las múltiples bancas disponibles. ¿Quién era él y por qué hablaba así? Muchos ya debían comenzar a suponerlo, aquel niño no mayor al resto podría ser el profesor que después de tanto daba la cara.

Después de mantenerse un rato en silencio y colocar un pequeño cofre sobre la mesa de madera volvió a hablar. - Bien, entonces comencemos con la clase. - Pausó. - Mi nombre es Frey y soy el profesor de criaturas mágicas. Ustedes pueden llamarme profesor. - Aquel sujeto a primera instancia parecía no importarle mucho los demás, pero tras unos segundos de observarle con más detenimiento cualquiera debía suponer que efectivamente solo veía por su bien, lo cual podía ser más obvio tras las palabras que estaría a punto de decir. - Prosigamos. Debido a un ligero incidente con un cierto alumno casi devorado, se me prohibió por el momento enfrentarlos con cualquier criatura oscura que pudiese causarles algún tipo de daño físico o psicólogico ... - Calló por un segundo. - O en su defecto la muerte. - Continuó. - Así que empezaremos estudiando con seres más ... "Amables". - Mientras pronunciaba cada oración en sus ojos se mostraba el nulo interés que tenía en cada uno de aquellos que se limitaba a escucharlo, más en lapsos de tiempo parecía estudiarlos con detenimiento ¿La razón? Quizá solo él la conocía.

- Y antes de proseguir debo expresar las mismas palabras que le brindo a todos mis alumnos. - Su cara ya seria se mostró aún más molesta. - Algunos de ustedes tendrán experiencia con seres mágicos, otros tantos están aquí para aprender desde cero lo que hay que saber sobre ellos. - Esta vez parecía que daría detalles sobre lo que serían sus clases. - Soy de los que piensan que si bien el estudio a través de la lectura es muy importante, es mucho mejor la experiencia de convivir directamente con aquellos que existían incluso antes de que ustedes nacieran. Sin embargo quiero que entiendan que ellos no son muy diferentes a ustedes, merecen su total respeto. - Prosiguió. - Y algunos vienen con la idea de que se convertirán en cazadores de Dragones o algo similar, y he de decirles que esta clase no será así y cualquiera que tenga otra intención que no sea la de aprender a coexistir con las criaturas mágicas lo invito a que tome sus cosas y se retire de la clase ahora que tiene la oportunidad. - Acto seguido extendió su mano hasta la puerta trasera del salón de clases. - ¿Alguna duda? - Finalizó cruzando ambos brazos mientras observaba brevemente a aquellos que se encontraban frente a sus rojizos orbes.

Mientras se quejaba por el golpe en la cabeza que la mantuvo un tanto fuera de si por unos segundos, pudo perfectamente percibir la presencia de alguien mas en el salón, no solo los estudiantes que entraban y que ni siquiera la ayudaron (Aunque tampoco esperaba que lo hicieran) si no la presencia de un superior.
Había un hombre alto y de cabellos blancos, eso por la descripción de su familiar le otorgaba, aquel joven cerro las cortinas con brusquedad y se acercó a su escritorio para dirigirse a la pelirrosada, su voz era fría e indiferente, hacía que cualquier persona se sintiera mal por ello, pero aquella chica estaba acostumbrada a ese tipo de trato, Asiente ante la petición del profesor en ir a uno de los lugares.
La pelirrosada se levanta con cierta dificultad mientras golpeteaba el suelo, el sonido hacía eco por la forma del salón. Eso la ayudaba mucho para ubicarse. Seguía golpeteando el suelo hasta llegar a un pupitre vacío. Los alumnos que presenciaron eso les parecería curioso o hasta incluso extraño, solo una persona con suficiente experiencia o atención a los detalles se daría cuenta que es por que aquella chica era ciega.
Tocó la superficie del pupitre y noto que estaba libre, tomó asiento para escuchar atentamente al profesor.

“¿he? ¿criaturas mágicas? ¡¡Eso es increíble!! Pensé que esas criaturas no existirían aquí…. Es bueno saber que hay seres que aún viven…”

Pensó la pelirrosada mientras mostraba una cálida sonrisa. Realmente se sentía feliz de poder ver e interactuar, pero cuando escucho algo sobre los cazadores de Dragones esta se alteró.

─¿¿he?? ¿¿Ha-Hay cazadores de dragones?? N-No quiero que me casen…

Susurraba temerosa ante la idea de encontrarse con semejante persona, no quería enfrentarse a eso, realmente estaba asustada, por ello su familiar, quien estaba oculto en su sombra, tomó forma de un Amarok para estar a su lado.

─Ayana…Debes calmarte, nadie te va a cazar por ser medio dragón.

─ ¿E-Estas seguro de ello?

─Dudo que el profesor aquí presente lo permita.

Aquella chica dejo escapar un fuerte suspiró, se sentía aliviada de que estaría segura y no sería lastimada, acaricia a su Amarok para agradecerle.

─Gracias al cielo… Es bueno saber que estaremos bien…

─Te preocupas demasiado…

De un momento a otro la puerta se abrió con un sonido fuerte y seco que resonó en todo el salón llamando la atención de todos los presentes, un silencio se apodero de la clase y lo único que se escuchaba era la voz seca del nuevo profesor de un aspecto raro que como era de esperar se había dirigido hacia la chica que extrañamente se me hacia familiar que torpemente se había tropezado con la puerta o algo parecido. Luego que aquel nuevo personaje de cabellos blancos como la nieve se presentó como el nuevo profesor de Criaturas Mágicas, procedí a sacar un cuadernillo con un bolígrafo y apoyando mi cabeza con mi mano izquierda con una típica postura en donde con algo de aburrimiento uno presta atención a la clase me quede en silenció escuchando con atención cada palabra seca del profesor.

Por un momento mientras el profesor explicaba algunas situaciones que iban a cambiar la dinámica de su clase escuché entre sus palabras que alguien susurraba como si estuviera hablando con alguien despreocupadamente sin prestar atención al docente, comencé a observar a los alumnos que se encontraban en las filas que estaban al frente para detenerme en esa joven chica de cabellos rosados la cual me provocaba un extraño sentimiento, pero aparte de aquella misteriosa sensación me preguntaba ¿con quien esta hablando? ¿tal vez esta pensando en voz alta? la verdad era un misterio pero decidí ignorarlo por el momento para seguir prestando atención a la clase del profesor Frey.

Los orbes carmesí se movían en las diferentes secciones de aquel salón de clases, denotando cada movimiento que los presentes que sin percatarse realizaban, mientras su explicación continuaba algunos ya comenzaban a bostezar de la nada, otros simplemente observaban a las cortinas que previamente cerradas ahora impedían el paso de la tenue luz. Otros le observaban con atención pero pronto desviaban sus ojos ante la duda de una de las alumnas que parecía estar poco cuerda. Cada uno de ellos llevaba consigo algo especial, o al menos eso era lo que sentía el profesor, y con cada segundo que observaba a los estudiantes más se preguntaba si realmente al menos uno estaría interesado en los compañeros a los que él tanta estima tenía. Pronto, y antes de terminar con su pregunta acostumbrada, sin moverse aún de su lugar predilecto observó cada cierto tiempo a aquella chica de cabellos rosados, ¿acaso era de las que le gustaba llamar la atención? En realidad el albino era así, catalogaba sin conocer a los demás en un grupo específico, puesto que hacía mucho tiempo le habían dejado de interesar los demás simplemente era más sencillo para él moverse de esa forma.

Mientras sus ojos se movían hasta aquella posición sus oídos captaban las palabras que aquella joven brindaba, parecía hablar con aquel perro quien seguro era su único acompañante y probable amigo. - ¿Un Amarok? - Se preguntó internamente mientras continuaba con su explicación. - No, es un tipo de magia diferente. - Respondió. - Un espíritu guardián. - Continuó con su hipótesis mental mientras analizaba las características de aquella joven a la vez que terminaba finalmente. "- ¿Alguna duda? - Finalizó cruzando ambos brazos mientras observaba brevemente a aquellos que se encontraban frente a sus rojizos orbes."

Una vez terminado sin dudarlo sabía que debía continuar con la clase, pero la distracción aún se encontraba ahí, era obvio que aquella chica no cesaría tan repentinamente si no hacía algo por su parte, de modo que antes de que los alumnos pudiesen percatarse este simplemente apareció a las espaldas de aquella niña y su fiel amigo. Inclinado hasta la altura del oído de la misma llevó uno de sus dedos hasta la nuca de la contraria y con aquella voz fría que tanto le caracterizaba pronunció unas  palabras que hasta donde sabía solo ella las escucharía.
- Silencio ambos. - Inmediatamente levantó su cuerpo una vez más colocándose en posición vertical y avanzó unos pasos hasta tocar uno de los dos pasillos principales que conectaban el aula. Por un segundo hubo silencio total en la clase. - Entonces, señorita. - Comentó mientras bajaba por los escalones y provocando casi por propósito que sus pasos realizaran un eco en todo el salón. - ¿Podría decirle a la clase una característica principal para identificar o catalogar a una criatura mágica del bosque? - Cuestionó con molestia mientras avanzaba lentamente hasta su escritorio y dándole la espalda a la misma continuó con su avance sin detenerse, esta vez hasta llegar al otro pasillo.

Pudo notar algunos pasos en dirección a su persona, la voz del profesor susurrándole en su oído le hico sentir cierto escalofrío, no por el miedo, si no de lo repentino que fue, no se esperaba que se inclinara. Sin embargo, pudo notar perfectamente esos ojos rojos de aquel albino.
Asintió levemente respecto en guardar silencio, al menos por el momento, escucho nuevamente el eco de los pasos del joven profesor caminando por los pasillos del aula, nuevamente escucho la voz del profesor, refiriéndose a ella con una pregunta.

Por suerte es algo que podía responder, solo esperaba que el profesor entendiera su modo.

─ B-Bueno… Para identificar o catalogar a una criatura como mágica se debe percibir, me explicó, muchas criaturas tienen una apariencia similar a cualquier animal normal, por ejemplo mi Amarok, que a pesar de tener una alta melanina en su pelaje puede ser confundido por un lobo cualquiera al tener el tamaño que muestra, sin embargo… es de un tamaño mayor,Solo muestra ese tamaño para no sobresalir, además de tener cierta presencia, lo deben notar, es intimidante e imponente, es capaz de provocarle al ser más débil una terrible angustia y temor para luego ir tras él y cazarlo…  Pero tranquilos, no les hará daño.

Sonríe levemente para luego borrar esa sonrisa y ponerse a pensar.

─no sé si respondí bien a la pregunta, pero usando lo explicado, la energía de los seres mágicos es mucho más fuerte que un ser normal, teniendo diferente efecto según su clase, por ejemplo, el estar al lado de un hada sentirías cierta pureza, sin embargo, si estas al lado de una criatura oscura, sentirás cierto escalofrío. Si sienten eso en presencia de mi Amarok es porque él es un ser oscuro...

─Gracias por usarme de ejemplo, pero la próxima ve al grano.

─¿Me desvíe mucho del tema?

─Un poco.

─Oh… l-lo lamento…