Conviértete en tu enemigo (Ayana y Emilia)

Sabía que Ayana tenía una fascinación incomparable por el mundo natural y sus fenómenos. Como Jellal, era acérrima estudiosa de estos asuntos, solo que el peliazul se enfocaba solo en el ataque masivo. — ¿Ayana? — toc, toc, toc. Los rayos del sol pasaban colados por las enormes arboledas que estaban más o menos a una distancia prudente de la Academia Legacy. Se escuchaban algunos pájaros cantores y también uno que otro grillo que se anidaba en la serenidad de su escondite en el pasto.

En una bolsa traía un encargo que ella le había pedido hace tiempo. Jellal tuvo que ir a unas ruinas que se decían mágicas para capturar algunas hierbas desconocidas para él. De seguro, que la muchacha de orbes disímiles tenía más o menos una clasificación para estas vegetaciones. No obstante, su pensamiento se encontraba revoloteando lejos de este tiempo y espacio.

Lacus. Uno de sus peores enemigos, campaba a sus anchas en territorio japonés. No podía dejar de pensar en las calamidades que podría estar haciendo ese vampiro en este instante. Pensamientos fugaces y trágicos. Pensamientos que develaban solo lo peor. Así pues, la puerta se había abierto.

Dentro de aquel denso y oscuro bosque, se encontraba una pequeña y solitaria cabaña, era misteriosa, tenía cierto encanto y se podía percibir un aura siniestro pero intrigante, era el típico lugar donde una bruja viviría, dado a las leyendas que contaban que aquellas mujeres vivían en lugares aislados de la sociedad humana y que estuviera en contacto con aquellas plantas que disfrutaban usar en pociones y hechizos.
Pero aquella cabaña no vivía ninguna bruja, en el habitaba una joven chica de larga cabellera magenta, cuyas facciones eran de lo más exquisita, bella, delicada y solitaria, aquella damisela vivía en armonía con la naturaleza, disfrutaba del sonido del viento al soplar entre las ramas de los árboles, el cantar de las aves cada mañana, el canto de los grillos cuando el verano está por llegar, los distintos aromas de las plantas que ella cultivaba, se podía apreciar que varios especímenes invadía la estructura de la cabaña, dándole un aire más rustico o de abandono.

Mientras tanto, en una pequeña mesa, se encontraba aquella joven de delicadas escamas tomando algo de té, como hacia cada mañana al despertar, se podía apreciar que tenía varias hojas y ramas enredadas en aquella alborotada cabellera. Aquella chica se había desvelado toda la noche tras hacer algunas pociones, pero como siempre, terminaba por fallar, nunca lograba conseguir el resultado deseado o simplemente le explotaba en la cara.

─Ah… ─Soltó un pesado suspiro mientras tomaba su taza de té─ Nunca lograre conseguirlo…

Cabizbaja, aquella pelirrosada toma un pequeño sorbo de té de belladona mientras con su diestra, hojeaba las páginas de un libro un tanto desgastado por el tiempo.

─Oh… ya veo… ─Comentó tras dejar el libro en paz─ es por qué me falta esa hierba, cielos…

se inclinó levemente hacia atrás, tambaleando suavemente la silla mientras mantenía la mirada en el techo, si no mal recordaba, su colega Jellal le había comentado que iría de viaje hacia unas ruinas mágicas, así que ella le había encargado que le trajera algunos especímenes para su colección, especialmente una extraña planta que solo se encontraba en esa área, y curiosamente es la que más necesitaba en el momento.

Perdida en sus pensamientos, aquella pelirrosa nunca se percató de la llegada de un individuo a su humilde morada, el repentino llamado a la puerta la tomó por sorpresa.

─¡¡Uaaaah!!

El gritó de la joven se escuchó desde el interior junto con un estruendo, ¿Qué había pasado? Pues aquella pelirrosa había perdido el equilibrio tras balancearse de la silla, en ese desliz, sus piernas toparon con la mesa, provocando que el té se vertiera sobre el libro, empapándolo por completo.

─Auch…Duele… ─frotó su cabeza mientras se levantaba del suelo─ ¿Quién es?

Cuestionó mientras se acercaba a la entrada, tomó el picaporte y abrió la puerta para después encontrarse con un rostro conocido.

─ ¿...Jellal? Vaya… parece que te invoque, estaba pensando en ti.

Rascó su cabeza con ligera torpeza mientras quitaba de paso algunas ramas y hojas que estaba aún en su cabellera.

─M-Me alegra mucho verte por aquí, s-supongo que has venido a traerme mi pedido, ¿no? Si es así ¡Gracias! ¿Te gustaría entrar a tomar algo de té? Aunque debes perdonarme por…el desastre…

Ríe torpemente al mencionar el incidente que tuvo tras caer de la silla.

─Adelante, puedes pasar.

Se hace a un lado para darle apertura al joven de cabellos azulados, en el interior se podía apreciar en la escena una silla tirada, una mesa inclinada, el té derramado y las páginas del libro, que además de empapados, estaban esparcidos por todo el lugar, sin duda un desastre.

Salió Ayana. Hace meses que era su compañera en la Academia Legacy. Se notaba muy estudiosa y gentil. Siempre la saludaba antes y después de las clases, también en las horas de almuerzo. No la conocía mucho en profundidad ni sus motivaciones para estar allí, pero le bastaba con que ella lo defendiera, y él la defendiera a ella. Todavía recuerda cuando esos dos demonios escaparon y estropearon a Jellal.

— Ehm... buenas tardes. Sí, aquí traje el pedido. Tuve que escapar de unos seres extraños y una planta carnívora casi me muerde la cara. Se parecía mucho a la hierba que me encargaste. Quisiera saber un poco más de botánica ahora... — se rascó la mejilla al tiempo que ella le comentaba sobre el desastre. Sin pensarlo dos veces, dejó la bolsa por allí, levantó la silla, alzó la mano, y con su magia comenzó a secar el libro y el piso. Como mago santo, el poder del peliazul era grande. Lo bueno es que también sabía controlarlo bien.

Se sentó, y su mirada estaba turbia. — Ayana. Siento que no podemos ganar la guerra cuerpo a cuerpo. Necesitamos métodos no convencionales, — mencionó en una voz trémula y deprimente. Aunque era normal ver a Jellal así: siempre con una faz melancólica. Extrañaba mucho a sus amigos, y se sentía cansado. Pero por el bien de los que ya conoce y de los que conocerá, seguirá adelante — ¿Puedes preparar una poción para transformarme en Lacus? Te lo agradecería mucho — empuñó su mano. De verdad que ese vampiro burlón siempre frustraba sus ataques. Era la piedra en el zapato de Jellal. Era agresivo y cruel.

Toc, toc, toc.

— Espera, yo abriré, — señaló Jellal. Apenas jaló la puerta, vio un cabello albino. Uno que le parecía muy conocido.

Más de un año había pasado desde que llegó a Legacy, Emilia sentía cierto vacío y un poco de frustración, pues aunque había librado muchos obstáculos y desafíos, Merak y sus principales seguidores seguían de pie, cobrando vidas y fuerza, eran más fuertes de lo que ella había imaginado, eso le hacía desear ser  más fuerte. Tras largas noches en vela, desde los asesinatos al interior de Legacy, Emilia llegó a la conclusión que debía tomar medidas más extremas.

Tras el encuentro que sostuvo con Jellal en la playa, muchas cosas habían cambiado, entre ellas su carácter y percepción sobre la forma de conseguir la tan añorada paz. Había momentos en que un impulso, lleno de  ira parecía apoderarse de ella, además de pensamientos constantes de métodos de combate contra Merak, que iban en contra de la moral que ella siempre había tenido, ese proceso extraño en su cabeza le llenaba de dudas y aflicción.

Decidió ir de visita con su mejor amiga, Ayana, aquella dulce chica que meses atrás la salvó de morir sentenciada por el yugo del dolor que Kurumi, había provocado en su corazón.Sabía que su amiga era una estudiosa dedicada de la magia, pociones y demás trucos, una loca idea había pasado por la mente de la albina, y era infiltrar Merak, pero haciendose pasar por Kurumi.

Había estado investigando y había pociones que podían hacerte cambiar tu cuerpo, por el de tu enemigo, junto los materiales necesarios en una pequeña bolsa y fue en busca de su adorable amiga, quizás ella sabría la manera de preparar dicho encanto, tras varios minutos, por fin había llegado, llamó a la puerta y un rostro conocido apareció ante ella, era Jellal.

--¡Jellal!-. le dió un abrazo y entonces preguntó --¿Sabes si se encuentra Ayana? -.

Pudo apreciar el encargo en manos de aquel mago junto con un pequeño relato de su viaje y el como una planta carnívora estaba a punto de dejarlo sin rostro, aquella chica no pudo evitar mirar sus ojos debido a la curiosidad que le daba el aspecto de la planta carnívora, sin embargo, solo pudo apreciar de forma momentánea los recuerdos del primer encuentro que tuvo con él, si no fuera porque ella estaba en el sitio por casualidad, no sabría qué hubiera pasado con él.
De pronto y sin siquiera pedírselo, aquel chico había arreglado todo con su magia, la chica no parecía realmente sorprendida por el acto, después de todo, sabia las capacidades mágicas de su compañero, después de todo, lo comprobó ella misma.

─Gracias por arreglarlo todo pero… ¿Ocurre algo? Te veo más desanimado de lo usual…

Tomó asiento junto a él y se propuso a escucharlo atentamente mientras observaba detenidamente aquellos ojos melancólicos, escuchar aquella pregunta sobre hacer una poción de transformación la sorprendió.
La imagen de Lacus estaba en las memorias de su contrario, memorias que ella podía ver a través de sus orbes marrones, la apariencia de aquel chico, la actitud burlona y actos crueles eran algo que Jellal tenía presente en su mente y parecía no desaparecer por mucho que él lo deseara.

─¿Acaso tu…

No pudo terminar su pregunta, el sonido de un golpeteo en la puerta llamo la atención de ambos, Jellal se levanta y se acerca a la puerta con tal de ver quien había llegado.
La pelirrosada se levanta tras escuchar una voz femenina que reconoció inmediatamente.

─ ¿He? ¿Emilia? ¡Qué sorpresa! No esperaba verte por aquí jeje

Sonríe ante la llegada de la albina, se levanta de su asiento con tal de recibirla adecuadamente, dándole un gentil y cariñoso abrazo.

─¡Bienvenida a la Cabaña Shade! ¿En qué puedo servirte? ¿Quieres un té o necesitas alguna cosa? Sinceramente es raro tener visitas aquí… la mayoría son para pedidos de pociones, y creo que esta no será la excepción.

Mostro un leve puchero que la hacía ver adorable e infantil pero rápidamente sonríe con gentileza con tal de ayudar a sus amigos.

Sentía que Ayana era alguien de confianza. Jellal podría contarle todo y ella lo escucharía. Era una sensación muy amena el tener a alguien que pueda escucharte. Probablemente, el mago se pasaría mucho más por la cabaña aunque sea para llevarle cualquier especímen o planta que ella necesitara. Llegó Emilia, correspondió su abrazo y le señaló a Ayana, la cual fue bien hallada por la anfitriona. El peliazul llevó su mano tras la cabeza y se sonrojó. Primera vez que estaba así con amigos. Aunque su rostro era serio, de verdad le emocionaba estar con ellas.

En una cápsula de petri se encontraba un cabello de color castaño. ¿Era Lacus? — Creo que es de Lacus, pero se ha carbonizado volviéndolo café, — se rascó la mejilla y puso la cápsula de petri sobre la mesita de madera. — Emilia, ¿No te has puesto a pensar qué poderes tienen nuestros enemigos? — llevó la mano a la cabellera de la albina, y de allí sacó un largo negro. Lo inspeccionó con mucho más cuidado y lo vio fijamente.

— Ayana, ¿Podrías transformarnos, por favor? — llevó su mirada a la de ojos bicolores. Se notaba un dejo de angustia en las facciones del peliazul. Esto de transformarse en el enemigo, se llevó muy literal. No obstante, quería probar las limitaciones y las capacidades escondidas de un enemigo. Confiaba en las capacidades de Ayana. Básicamente era como hackear un juego, y ganarles de modo sucio... pero era una guerra, y más valía someterlos a ser sometidos.

¿Lacus tenía el pelo café? ¿O era solo la oscuridad? Ojalá no sea el cabello de alguien más...

Aquella chica observo y escucho las peticiones de sus presentes, ¿Transformarlos en sus enemigos? Era algo que podría realizar, sin embargo, tenía sus riesgos, la calidad de la poción depende mucho de la frescura de los ingredientes, además de obtener el ADN necesario para la transformación.

─Claro… pero… ¿Estás seguro de ello? Podría ser peligroso si no se hace adecuadamente…

La poción, de ser bien realizada, podría dar el efecto de transformación temporal de la persona cuyo ADN hallas tomado, sin embargo, de cometer un pequeño error en la preparación, podría provocar un daño permanente en el sujeto.

Tras intentar de cambiar su opinión, aquella chica coloca su mano en el hombro ajeno.

─debes estar 100% seguro de querer hacer esto… porque si esto falla… podría afectar tu salud o provocarte la muerte. ¿Entiendes el riesgo?

Sin importar sus intentos de apaciguar aquel deseo, la mirada del peliazul le transmitía el deseo desesperado de conseguir su cometido.
Resignada ante la petición de su amigo, aquella chica suelta un largo suspiro para después acercarse hacia una mesa de pócimas, donde tenía todos los ingredientes previamente preparados para su uso, tomo dos frascos de cristal y se dirigió nuevamente a ellos.

─Usare la planta que me has traído, tiene los componentes necesarios para la poción, ahora, necesitare que coloquen sus muestras en estos frascos, Jellal, coloca el cabello de Lacus junto con un cabello tuyo, lo mismo para Emilia.