El arquero escarlata [Libre]

La noche cayó sobre la zona, los habitantes se dirigían a toda prisa a su respectivo hogar puesto que algunos seres extraños exponían su brutal naturaleza contra todo aquél que se topase en su camino, y de entre tantos de estos existía uno en particular que se volvió el más buscado por su ataque constante contra inofensivos estudiantes.

Una persona muy diferente de éstas se quedaría plantado en lo alto de la terraza del castillo, especulando que en dichos momentos que ese mounstro no tardaría en hacer acto de presencia y así fue como un rugido cortó la tranquilidad del ambiente, múltiples seres habrían de salir y quedarse "a investigar" los jardines.

 — Que fastidio, no sé porque permiten este tipo de plagas. — Musitó gélido, cerrando apenas sus párpados y de forma repentina una especie de humo celeste apareció en su mano izquierda un arco negro y a la par una espada corta en la mano derecha con apariencia de espiral. Comenzó a colocar la espada en la cuerda del arco, poco a poco se fue alargando hasta ser convertida en un proyectil sumamente delgado pudiendo ser sostenida entre los dedos medio,índice  y pulgar. Una vez posicionada, el arquero ya estaba perfilado para disparar apuntando hacia ellos, una tontería si se pensaba superficialmente empezando por usar espada como una flecha, podría hasta decirse que había perdido la cabeza.

— Qué mi espada retuerza mi destino...—

Fue todo lo que recitó mientras la punta poseía un tono rojo carmesí cómo cuando un artefacto da la señal de estar listo, de solo dispararla ni siquiera el enorme fuego de color celeste neón y los muy leves rayos rojos residuales que dejaba en forma de espiral a su paso podían alcanzarle dando a entender que era velocidad bastante elevada, según leyendas tenía la capacidad de distorsionar el espacio alrededor siendo algo imposible de esquivar una vez estaba cerca de su objetivo, la cosa no paró ahí, chocó contra aquella enorme bestia perforando a la misma con facilidad dejando ver la espiral que estaba formando aquella espada, buscando también como objetivo al resto de sus acompañantes para igualmente perforarles y así, poder crear una poderosa explosión en un radio de 12 metros buscando literalmente borrar la existencia de esa zona infestada e igual buscar hacerla arder por el infierno mismo que iba a desatar en un solo ataque.

Anochece.

Judai mira desde la abierta ventana de su habitación el crepúsculo mientras come una empanada de queso con zarzamora, sintiéndose maravillado como siempre por el paisaje que se apreciaba desde donde estaba.

Calma.

Todo estaba en silencio. Silencio no de aquél que es incómodo o aburrido, sino de aquel que te hace sentir tranquilo y disfrutar de una paz inexplicable.

Ruido.

Súbita y estrepitosamente, como si alguien hubiera quitado la sinfonía de Chopin para reemplazarla con un concierto de Slipknot, se alzó la nube de polvo y ceniza ardiente que sucedieron de la enorme explosión que acababa de escucharse.

Gritos despavoridos, rugidos inentendibles, ruidos de cristales romperse y golpes por todos lados. Todos estos sonidos llegaban tajantemente a los oídos y al corazón del ángel, quien inmediatamente se sintió preocupado y confundido.

« ¿Q-qué está pasando? ¿No se supone que la escuela sea el único lugar seguro de Japón? Esto me pasa por pedir a Dios que las cosas se pusieran más interesantes... »

El castaño salió corriendo de su habitación, no en busca de la salida, sino de lo alto de la terraza para poder ver con claridad lo que estaba ocurriendo. Cruzó pasillos, subió escaleras, se terminó su empanada en el camino y llegó finalmente a su destino, viendo al borde a un sujeto, de cabellos blancos como la nieve y armadura inmediatamente reconocida por el ángel como de un metal fuera de lo común, disparar una espada como si de una flecha se tratase y causando una enorme explosión y atravesando por mitad alguna extraña criatura, que el ángel por cierto jamás en su vida había avistado.

Judai quedó completamente sorprendido. No sabía qué sucedía, pero estaba sorprendido en gran medida por lo que sus ojos apreciaban.

No pudo evitar correr hasta la posición del peliblanco, acercándose por detrás pero sin acercarse lo suficiente para ser impertinente. Entonces simplemente preguntó gritando para poder ser escuchado en medio del ruidoso escenario:

- ¿¡Qué está pasando aquí!? -

El joven miraba callado mientras esperaba por una respuesta. El paisaje, si bien más pacífico que el anterior, era en lo absoluto más prometedor o tranquilizante del que lo había hecho llegar hasta ahí.

Solo podían observarse llamas abrazadoras, polvo y cenizas a donde quiera que se mirase, y bajo argumento de experiencia, el ángel podría afirmar sin la menor duda que no era muy distinto del infierno.

Finalmente el hombre guardó su equipo armado y emitió respuesta de una forma burlona y sarcástica que a Judai le recordó una vieja amiga, por lo cual en lugar de molestarse simplemente sonrió con amabilidad, casi con alegría.

- Muchas gracias, la verdad es que usted ha salvado muchas vidas -

Dijo pues, el joven ser divino e hizo una reverencia de forma modesta y educada, cosa típica del siervo de Dios.

- Mi nombre es Judai, y he venido para poder ver qué estaba sucediendo -

Y una vez dicho esto, llevó el joven la mano a su bolsillo y extrajo un pocky que prosiguió a poner entre sus labios.