Pazuzu (Juvia)

Era una noche oscura salvo por una luna brillante y plateada en lo alto del firmamento. Era una especie de plato reflectante que lo iluminaba casi todo. Unas siluetas deformes se dibujaban en el suelo. Eran tres y corrían de alguien: sí, de Jellal. El peliazul estaba persiguiendo unos ladrones de la estatuilla de Pazuzu, un antiguo demonio babilónico que era capaz de hacer incontables maldades a quien tocara la piedra a manos desnudas.

— ¡Devuelvan eso! ¡Es muy peligroso! — vociferó el mago mientras que perseguía a lo que parecían derechamente ser hombres lagarto. Ellos doblaron por una calle y se adentraron en el museo.  Un cuarto reptiliano, atacó a Jellal por las espaldas haciéndolo caer. — ¡Gah! — gritó cayendo de rodillas, pero aprovechó su posición para hacerle una zancadilla, agarrarle de sus prendas y amenazarlo con un puño. — ¿Dónde fueron tus compañeros? — gritó.

El hombre lagarto solo dijo que llevarían la estatuilla a reunirse con otra.

Entonces, de un golpe en el estómago dejó inconsciente a esa criatura y se dispuso a perseguir a los demás. Una vez entró en el museo, vio que había alguien. Una mujer con pelo azul que le resultaba muy pero muy familiar. — ¿Juvia? ¿Qué haces... en la Tierra? — preguntó asombrado mientras depositaba una de sus manos en el hombro de la contraria. Realmente le extrañaba ver a alguien de Fairy Tail, pero de todos modos era una sorpresa agradable.

No sabía muy bien el porque tenía la necesidad de salir al museo, precisamente de noche, quizás era un presentimiento después de haber tenido un sueño con una piedra extraña, no recordaba todo, tan sólo venían a su mente escenas entrecortadas, no todo era claro.
Una vez estando en el sitio del sueño, podía percibir una vibra que le causaba pánico, su pálida piel se puso helada, su ritmo cardíaco se aceleró, pues a lo lejos vio varias criaturas horrendas, una de ellas llevaba consigo un objeto extraño, no alcanzaba a ver que era, pero conforme se acercaban, reconoció ese objeto, era la piedra de su sueño.

La peli-azul no movía ni un músculo, estaba aterrada, cuando volvió a la realidad se había percatado que la criatura que llevaba la piedra, la hizo tocar. El plan de ese ser, era, usar a la maga de agua como distracción para seguir con sus planes y detener al joven peliazul que los perseguía.

Una sensación extraña y malévola se apoderaba de ella, haciéndola perder el control de su cuerpo, peleaba consigo misma para controlarse, pues sentía que su consciencia estaba desapareciendo.
Llevó ambas manos a su cabeza, le dolía, la apretó un poco, gruñía de la desesperación. Cayó de rodillas apoyando las manos en el suelo para detenerse, respiraba con dificultad, cuando menos se dio cuenta, aquel ser ya había tomado su cuerpo.

Se levantó, su mirada se mantuvo fija en el suelo, no reaccionaba, no se movía, estaba completamente ida.
Permaneció así unos segundos, hasta que sintió en su hombro una mano muy cálida, escuchó una voz que para la Juvia actual fue realmente irritante.
Sorpresivamente y con brusquedad se dio media vuelta y atacó a su contrario directo en el estómago, lo hizo retroceder unos cuantos pasos.
La mirada de la maga de agua, ahora era una muy distinta, no quedaba ninguna reacción de la tierna e inocente Juvia.
Con semblante muy molesto, observó al joven peli-azul, dispuesta a atacarlo de nuevo, se lanzó directamente a él.
Quién sabe que tenía aquella piedra que de repente la hizo cambiar, ahora, en ese museo, estaban sólo Juvia y Jellal.