Dos sombras sedientas de sangre (Krul y Himiko)

El templo de Sendai era realmente bello. Se podía apreciar la mezcla de la cultura budista y la espiritista japonesa. Los techos tenían borde dorado, y así permanecieron por cientos de años. Parecía increíble que ningún terremoto las había derribado. Hacía frío, y los árboles de cerezos ya no tenían hojas ni nada. Un viento gélido soplaba los cabellos azules de Jellal, que se paseaba con una bufanda y las manos en los bolsillos.

Una noche algo escalofriante, pues allí se habían detectado ataques a humanos semanas atrás. Pues el joven Fernandes, como buen justiciero, decidió andar por esos lugares rojos. Se había dicho que las víctimas, que eran estudiantes de Legacy, habían perdido enormes cantidades de sangre, algo que llamó la atención a Jellal.

— ¿Aquí fueron los ataques? — se preguntó en voz baja. El templo estaba más o menos alejado de la ruidosa ciudad. Siguió caminando por un sendero de piedras, entre arboledas de bambú y el sonido nocturno de búhos y cigarras. Llegó al patio principal del templo. Era extenso y habían muchas estatuas de buda en los bordes.

De pronto, oyó unos pasos... ¿Quién sería?

Por más bello y etéreo que podría ser el templo y el paisaje del lugar, en esos momentos era imposible imaginarse a una persona paseando tan libremente por el lugar, era comprensible pues, ¿quién querría estar en un lugar solitario y tenebroso después de saber lo que le ha ocurrido a algunos de los estudiantes de la Academia? Es un suicidio para cualquiera, y más a sabiendas qué hay un loco suelto por ahí en búsqueda de más.

Si bien esto era así nunca podría faltar alguien quien se arriesga a salir y averiguar la razón de lo que está pasando, ser un héroe.

Tan adorable y tonto...

El ambiente oscuro y tétrico de la noche le sirvió como medio a la pelirosa para escabullirse cuidadosamente entre los árboles y algunas de las esculturas pertenecientes al majestuoso templo sin quitar su vista hacía Jellal. Conociendo lo noble que este es y teniendo presente una situación cómo está era muy probable que iría hacia el templo para investigar. Y era una oportunidad que no se podía desaprovechar.
Al ver cómo Jellal se dio cuenta de su presencia rápidamente tomó ambos brazos del muchacho desde las muñecas entre sus manos colocando el brazo izquierdo detrás de su espalda y la otra estirándola hacia arriba consiguiendo paralizarlo sin que pudiera hacer mucho para zafarse del agarre.

– ¿No creíste que solamente estarías tú aquí afuera, o si? Intenta librarte todo lo que quieras, pero no podrás librarte de mí tan fácilmente. No lo conseguirás.

Una ligera risa se escuchó produciéndose  en un eco resonando hasta  en el más mínimo lugar hasta terminar por desaparecer. Himiko observaba a ambos escondida en una de las estatuas, justamente en el lateral derecho.



Habló en un enérgica levantando las manos cerradas por un puño en cada lado, manteniéndola a la altura de su rostro. Se alzó luego de bajar sus manos para impulsarse y así de un salto, pasando a dar un paso bajando en el mismo acto y seguir un camino en su dirección con una sobresaliente sonrisa formada en la comisura de los labios. Al llegar, se acercó a la Krul tomándole del hombro con firmeza. Luego el otro brazo cerca de que sostenía con el filo frío de su pequeño cuchillo.


Ladeo suavemente el rostro, observando el rostro de Jellal con ese toque cálido pero siniestro revelando los comillos al abrir su sonrisa. Conocía el poco tiempo de ello, por lo que paso a soltarle para lograr quedar al frente del hombre en un movimiento rápido y ahora, tomarle por sorpresa dejando el filo cerca de su yugular.

De un instante a otro, Jellal estaba aprisionado por unos brazos similares a los de una niña. Lo cogió por sorpresa, y al voltear su mirada ya lo tenía todo más claro. Era Krul Tepes, una nominada como "progenitora" aunque no sabía por qué era llamada así. Pese a su aspecto pueril tenía una fuerza sobrehumana. Fácilmente podría reducir a un grupo de hombres corpulentos. Frunció el ceño con enojo. ¿Qué es lo que quería Krul de ella?

— ¿Eres la culpable de las víctimas? — masculló el peliazul demostrando una furia calmada con su voz profunda y rasposa. Krul era fuerte, pero lo peor ya se avecinó. Otra muchacha de cabellos rubios se acercó al par. Se veía su singular sonrisa y sus filudos dientes, iluminados por los faroles que circundaban el templo. Ella acercó peligrosamente una cuchilla y la dirigió a su cuello. ¡No, maldición!

Y entonces el cuerpo de Jellal comenzó a refulgir de un blanco que cegaba la vista. Se veía como de sus brazos y piernas las chispas saltaban. Así pues, el mago, a una velocidad impresionante se libera del agarre de Krul, y se pone en posición defensiva. — ¿Qué es lo que desean? — preguntó de nuevo Jellal.

Entonces, y de forma repentina, sale un hombre y golpea la nuca de Jellal derribándolo al suelo. No. ¡Era un vampiro! Sí. Por supuesto, podía sentir esa aura vampírica cubriéndolo. — Ghh... — una gota de sangre cayó al suelo. Tal parecía que ese templo iba a ser la tumba del peliazul.

– No, no lo soy. Y si de todas formas lo fuera ¿no crees que ya habría acabado contigo de una vez?

Tan rápido como Jellal se libró de ella rápidamente dio un salto hacia atrás en una doble voltereta para después reincorporase de manera limpia adquiriendo una pose de combate. Visiblemente se le podía ver algo molesta, no tanto con Jellal pero si más con la rubia, prácticamente ya tenia al chico entre sus manos y con la repentina llegada de ella le hizo distraerse y bajar la guardia hacia con el muchacho. Tan cerca pero tan lejos... – Ademas de querer tu sangre necesito algo mas de ti, pero obviamente no te lo diré.

Al ver como Jellal caía rendido enfrente de las dos muchachas miro al azabache frunciendo el ceño notoriamente disgustada, ¿Acaso Rene también quería la sangre del peliazul? ¿Tan buena era esta?

– Que sorpresa, Rene. ¿que haces por aquí? – Le pregunto al azabache manteniendo en su mirada una expresión ligeramente seria.