De cuando se rompe la monotonía sin querer (libre)

“El temor del Señor es el principio de la sabiduría. Los necios desprecian la sabiduría y la instrucción” - Proverbios 1:7

Aquella era una tarde soleada. Calurosa incluso, podría decirse. Este, pues, era motivo suficiente para mantener al ángel encerrado en las instalaciones de la academia. En sus propias palabras, esto era “mil veces mejor que salir al patio a freírse vivo”. Sea cual fuese el caso, aquello no cambiaba los hechos ya mencionados, ni los aún no descritos.

El joven castaño se encontraba nada más y nada menos que en la biblioteca escolar, sentado en una de las mesas que había al lado de la zona de “ciencia ficción”. Este se encontraba plácidamente, leyendo “Crónicas marcianas” de Ray Bradbury. A su izquierda había unas cuantas pilas de libros que sumaban cerca de cien títulos, y a su derecha unas cuantas más, que sin lugar a dudas podrían fácilmente triplicar ese número. Esta segunda sección se encontraba en la mesa contigua, pues no cabrían ambos conjuntos de libros en la misma mesa ni de chiste.

El ángel terminó de leer aquel libro en un tiempo excesivamente corto

- Dos minutos con catorce segundos, nada mal -

Y prosiguió a colocarlo en la mesa que tenía en frente de sí. Una vez hecho esto, se puso de pie y se aproximó a la mesa con más libros. Se impulsó con un salto y tomó uno de los libros de la parte superior, para luego volver a su lugar a paso tranquilo, como de costumbre.

Su fiel compañera, por su parte, se hallaba en lo más alto de la torre de libros ya leídos, los cuales eran aquellos que se encontraban en la pila más pequeña. La cerúlea parecía incluso disfrutar al ver cómo su maestro tomaba un libro tras otro y leía a una velocidad tan sobrehumana. Incluso tenía el teléfono del chico a modo de cronómetro, con el cual observaba de forma más precisa el desempeño del castaño, que a estas alturas ya iba a la mitad del libro que hace un par de minutos acababa de tomar. “Fahrenheit 451”, del mismo autor que el libro anterior.

Esta actividad llevaba cerca de cinco horas. Así habían estado los dos seres de luz desde las diez de la mañana, y este sería el libro número 100 en ser leído por el castaño el día de hoy.

Hizo una pausa el chico. Colocó el libro sobre la mesa y tomó una lata de coca-cola que hace media hora había dejado a medias ahí. Le dio un par de sorbos y finalmente arrojó un suspiro.

- Cielos… Hace tiempo ya que no me tomaba un receso así -

- No puedo creer que leas tanto. Pensé que sólo sabías perder el tiempo en videojuegos -

El hada soltó una suave risa en tono de burla y descendió hasta el hombro del castaño, acomodándose en el hombro de este cómodamente. Aquel por su parte dejó la lata de aluminio en donde la había tomado, apenas a un cuarto de su contenido original, y dedicó una suave sonrisa a su familiar.

- ¡Oye! Quizá me gusten los libros, pero los videojuegos son mi pasión. Son la mejor idea que el humano tuvo desde el pan dulce ¿No crees? -

- Yo creo que necesitas una vida propia. Esto de vivir cono humano no es sano para un ángel. Mucho menos para un Querubín. ¡No me cabe en la cabeza que el ángel del Señor no quiera salir solamente porque hace calor! -

Aún no terminaban de discutir la feérica criatura y el ser divino de humana apariencia cuando se suscitó que aquella chica con cabellos de ámbar trastabilló con el ángel que sentado se encontraba todavía. El chico voltea por meros reflejos y observa cómo cae aquel libro de tan umbrío aspecto.

El pobre Judai se hallaba tan consternado por la situación que no supo si ayudar a la rubia a ponerse de pie o levantar el libro que aquella había dejado caer al suelo. Pocos instantes tuvo para reaccionar cuando, para colmo de males, la ocarina que el castaño había olvidado sobre el estante de libros se precipitó contra el ejemplar que recién había caído al suelo, provocando en este un daño irreparable en la portada del mismo.

Ya se han de imaginar la cara de nuestro joven de pelos alborotados al darse cuenta de lo que había ocurrido. Pero, tal como si fuese esto comercial de televisión, ¡Espere, que aún hay más!

El ángel se puso de pie e inmediatamente se acercó para ayudar a la desconocida a levantarse del frío e impecable suelo. Conociendo la actitud del siervo de Dios, difícil sería imaginar una situación en porvenir que no fuese éste preguntando por la salud de su contraria para luego proceder a disculparse por los eventos anteriores, aun cuando no fuese culpa suya... Pero no, este no era el caso.

Posiblemente nadie hubiera imaginado que el libro comenzaría a sangrar tan dorado y pan pestilente fluido al ser dañado. Tanto así era la cuestión, que la pequeña Lee inmediatamente corrió a escabullirse en el bolsillo de su amo, pues esta pensaba que se trataba de veneno, el cual es bien conocido que es capaz de matar a las hadas.

Lo que sucedió a continuación, pues, es que el ángel del señor se volvió hacia el libro una vez hubo erguido a la señorita. Pero donde antes habitaron con ironía luz radiante y olor a muerte, ahora se hallaba de pie un ser de cabellos igualmente dorados, bien parecido, joven de apariencia y de gesto amable; el cual no habló a los presentes sino haciendo llegar sus palabras a la mente y no al oído. Con todo esto de frente, la cerúlea hada con habilidades psíquicas salió inmediatamente del bolsillo del ángel, mirando al que frente a ellos se encontraba con un gesto que denotaba un alto interés.

Esto sin duda, no parecerá extraño a ninguno que hubiera ya convivido con la singular azulada. Pues bien es conocida para todos sus amigos la libidinosidad que, por la mente de esta cruza en todo momento, aunque suela reservar para sí misma todos sus impuros pensamientos. No es de extrañarse entonces que no se resista a mirar a un chico atractivo con cierto… Interés, dejémoslo así.

Por otro lado, el término “Salvador de la humanidad” no era en absoluto para tomar a la ligera, al menos en opinión del castaño. Como siervo de Jesucristo, es natural pensar que sólo sea capaz de adjudicar ese título a una persona, de modo que no se lo tomó muy a bien. Sin embargo, Judai no es de los que se precipitan a actuar de forma impulsiva, sino de los que buscan respuestas antes de sacar conjeturas. De modo que el ángel sonrió de forma amable y sincera, dirigiendo palabra al recién manifestado, con el tono cálido y relajado que tanto lo caracteriza.

- Buenas. Yo soy… Bueno, mis amigos me llaman Kuri. Y esta de aquí es Lee, mi mejor amiga -

El castaño entonces realizó una leve reverencia a modo de cortesía, a la par que su fiel compañera sonreía de forma incomprensible y saludaba con tono provocativo.

- Es todo un placer, Bercabael ~ -

Luego de eso, el ángel procedió a extraer un pocky de su bolsillo y ponerlo entre sus labios, a modo de ceder la palabra a quien fuera que quisiese hablar.

Confundido. Muy confundido. Estas palabras deberían ser suficientes para explicar el cómo el joven castaño se sentía en este preciso momento, pero no eran suficientes en realidad. Todo había pasado tan rápidamente que ni siquiera había tenido el chico tiempo para reaccionar.

¡En serio! ¡Solamente bastaba con haber visto al demente rubio para dar fe de lo que estoy diciendo! El tipo lloraba lágrimas negras, no dejaba de decir cosas extrañas sobre la soledad y perdición de la humanidad y manifestaba un montón de recursos gráficos para apoyar sus enfermizas ideas. Me recuerda mis exposiciones de la preparatoria... ¡Pero ese no es el punto!

A lo que voy. Las perturbadoras aclaraciones del rubio dejaron fuera de sí a la pequeña hada, quien miraba a todos lados como quien está viendo una película en la comodidad de su sofá y de repente, sin previo aviso, alguien le cambia al canal.

El ángel del Señor, por su parte, había visto ya lo suficiente en sus más de cinco mil años de vida como para no verse inmutado por las trágicas escenas de las que era espectador ahora. Pero algo no podía evitar, y era preocuparse por los que a su alrededor se encontraban. Si, ve un millón de atrocidades y le da la importancia que a una rama de perejil, pero ve a la chica rubia llorar e inmediatamente se acerca con intención de apoyo. Irónico, ¿no?

- Calma, calma... Nada de esto es real, ¿vale? -

El castaño puso su mano sobre la frente de la chica, haciendo que esta última se iluminase. Estaba haciendo uso de una habilidad prestada de su feérica compañera: Mind Crush. En resumidas cuentas, restaura la estabilidad mental y emocional de una persona. Puede hacer otras cosas, algunas un tanto más propias de la pequeña hada de inquietante personalidad... Pero no haré mención de estas por el momento, simplemente porque no son necesarias.

Ahora bien, mientras el castaño trataba de hacer que su contraria entrase en razón, y mientras la joven Lee se quedaba absorta en sus propios pensamientos (en resumen, mientras todo mundo estaba distraído), el siniestro ángel que actuaba como demente se las arregló para extraer del ángel alguna especie de luz, para luego enviar a todos a alguna clase de campo, con cielo despejado y flores de lo más hermosas que cualquiera pueda imaginarse. Con árboles a la lejanía, aire fresco...

- ¿!Q-qu-qué demonios es este sitio!? -

No sería exagerado decir que la pigmea cerúlea corrió a esconderse al bolsillo de su amo. Sí, es la actitud más extraña que podrán encontrar en un ser de luz. Pero, en fin, qué se le puede hacer. El castaño por su parte... Confundido. Muy confundido.

Dirigió su mirada en todas direcciones. Tocó cuanto estaba a su alcance e incluso, por primera vez en más de dos milenios, adoptó su forma original de ángel, con tal de comprobar que el lugar en el que estaba no era producto de otra ilusión.


- Ni siquiera el edén era tan verde y tranquilo como este sitio -

La pobre bola de pelo se tapó la boca al escuchar su voz de criaturita del bosque. De no estar cubierto por tan espeso pelaje, seguro que se hubiera notado el rubor de sus mejillas a modo de vergüenza. La verdad es que pocas cosas serían tan adorables de ver como aquella esfera de algodón alada. Con el peso de un gato, y el tamaño de una almohada pequeña, más que ángel cualquiera diría que tiene aspecto de mascota.