De cuando lo nuevo ya es algo cotidiano (Astolfo)

Este era una fresca mañana en la isla de Yokohama, adornada con el canto de las coloridas aves que sobrevolaban las copas de los árboles, iluminada por los cálidos rayos del sol que atravesaban desde el astro rey hasta la superficie de nuestro noble planeta azul, y completamente ironizada por la presencia de nuestro querido ángel a mitad del bos-

《¡Ah no! ¡Ah no! ¡Ese si es el bendito colmo!》

Qué diablos te pasa ahora, ¿eh?

《¡Estoy harto de esto! Siempre quete toca hacer starter, me pierdes en algún lugar inhóspito. Eso no solamente refleja tu mediocridad y falta de originalidad. ¡También demuestra que estás loco!》

Okay okay, tú ganas. Prometo que esta ocasión no voy a perderte, ni te dejaré abandonado en el parque de cerezos, ni en el bosque de pinos, ni en la playa, ni en la ciudad... Okay, ahora que lo mencionas si he sido algo cruel... Pero esta vez será diferente, lo prometo.

En esta ocasión, el joven ángel y su fiel compañía, aquella hada de luz con extrañas tendencias, se encontraban caminando a través de las amplias aunque transitadas calles de la ciudad de Yokohama. Este no era un día precisamente especial. No se celebraba absolutamente nada, no iba a venir ningún personaje de la realeza ni mucho menos. Pero los dos seres de luz estaban de fiesta sin ningún motivo aparente.

Tras haber salido de la academia desde muy temprano, el castaño y su peliazul familiar habían estado vagando por la metrópoli, comprando comida, tomándose fotos en cualquier lugar que les parecía interesante, comprando libros y algunas baratijas... Es lo que cualquiera podría denominar "turismo", de no ser porque los dos seres ya vivían en la isla y la conocían casi a la perfección.

- ¿Podemos pasar por algo de comer? Muero de hambre... -

- Por el amor de tu Dios, Kuri. Si acabamos de comer hace media hora -

- Claro, pero tú solo mides diez centímetros, y encima te alimentas de mi maná 24/7 -

La pequeña Lee, la cual se encontraba recostada en el hombro de su amo, no hizo sino soltar una risa por lo bajo, mientras cubría su boca con las manos, como a modo de aceptación. Después de todo, su amo estaba del todo en lo correcto, y no había manera alguna de discutírselo. Sentóse entonces aquella en el hombro de su maestro, y una vez húbose acomodado, asintió con una sonrisa.

- Bien, bien. Tú ganas. Vamos, pero me comprarás algo a mi también ¿Verdad, Kuri-Sama? -

- De acuerdo, de acuerdo -

El joven Judai soltó una suave y cálida risa una vez hubo terminado su comentario, para acto seguido extraer un pocky de su bolsillo y colocarlo entre sus labios, y ahora si comenzar a caminar hasta el puesto de comida más cercano (cosa que no habría de ser muy difícil siendo que estaban en el centro de la ciudad).