Nuevo concepto (Ayana)

Yuno debía conocer algo sobre Asgard. ¿A qué le temía tanto como para unir a dos academias y las potencias bajo su mano? También debía conocer el secreto de Legacy. Uno que la misma directora guardaba celosamente. Cualquier evidencia de dicho enigma debería estar en el abandonado Internado Merak, dueño de aplastantes victorias sobre las mariposas doradas, terminó perdiendo porque Legacy tenía algo sombrío en sus pisos interiores.

— Las "kakeras"... — sonrió Siegrain acariciando una joya de color púrpura. Las brujas dimensionales diseñaron este concepto. Sin pensarlo, se tragó y siguió caminando por los pasillos de ese internado del futuro. Había visto todas las batallas dentro de ese cristal. La primera era el desembarco de Legacy en las costas surcoreanas. En ese tiempo, Emilia todavía seguía sin ser malignamente hechizada y Lacus se estaba convirtiendo en el héroe de Merak más poderoso.

— La invasión a las bases de Merak, — comentó a medida que caminaba por entre las ruinas con solo la luz de luna sobre él. Estaba todo a oscuras mientras veía y analizaba las batallas entre ambas academias. — La batalla de los dos puentes fue importante. Le dieron el arma a Emilia... — delante de él, unas piedritas comenzaron a tomar formas: una de Mizore, de Charlotte, de Jellal, de Paper, de Lacus. Ante sus ojos, una réplica exacta de la batalla comenzó a proyectarse una posibilidad. Tomó la pequeña arma y se la cedió a esa pequeña figura de Jellal. Un mundo alterno en donde el mago estelar recibía el arma. Yuno habría sido asesinada, y los de Merak hubieran escapado. El último sistema de defensa de Legacy (es decir, María) no hubiera despertado de su sueño. Merak hubiera sido derrotado una semana después con la ayuda de Gilgamesh.

— Sé que andas acá, enana. Muéstrate... — se cubrió completamente la boca. Se puso en cuclillas y algo nervioso. ¿Cómo lo había dañado? Intentó pensar en eso. Se había presentado directamente como los enemigos de la Academia, y ella era una sacerdotisa y heredera de un mismo Titán. La había visto muchas veces, e incluso cuando fue corrompida por María. No entendía qué era lo que la motivaba..

─Oh... a fin de cuentas me sigues recodando...

Comentó para revelar su ubicación, Ayana Shade era especialista en el sigilo y el escondite, haciendo que fuera casi imposible que la detectaran, especialmente si podía cruzar entre planos para "desaparecer" de la existencia, pero esa vez se había revelado con la intención de hacer que aquel mago la encontrara.

Sonrió ladinamente mientras daba unos pasos alrededor del mago, como un felino acorralando a su presa.

─Veo que aun tienes "traumas" de nuestro ultimo encuentro.

Comentó mirándolo fijamente, de cuclillas y cubriendo su boca, verlo tan afectado por un beso astral hacia que su deseo de verlo sufrir así aumentara, esa era una emoción que difícilmente podía controlar, realmente le tenia odio y era capaz de besarle nuevamente con tal de hacerlo suplicar.

─Podría... darte otro beso, ¿sabes? ─Se inclino para estar un poco mas cerca de él ─ Quiero hacerte jadear de dolor por todo lo que has provocado... ¡Y lo disfrutare como no tienes una idea~!

Su actitud parecía mas la de un villano enfrentándose al héroe de la historia, ¿como una chica tan adorable podía hablar de ese modo? O quizás... la emoción que experimentaba la controlaba al grado de sacar poco a poco su lado mas oscuro de su personalidad.

Sus ojos brillaron intensamente una luz verdosa, lo cual rodeaba al mago de forma repentina, lo había congelado unos segundos para luego lanzarse hacia a él como si intentara cazar a su presa.
Lo había tirado al suelo, estaba sobre aquel peliazul mientras lo miraba con desprecio, manteniendo una tierna sonrisa que provocaría que cualquiera se le helara la sangre.

─Vamos, Siegrain... quiero sentir tus labios de nuevo y verte retorcerte de dolor~

Esa voz. Esa molesta voz. Esa molesta presencia. No solo le desagradaba a más no poder, y es que había algo cáustico en la esencia de esa sacerdotisa que corroía el "alma" de Siegrain. Cayó de rodillas, y un hipo incontrolable se apoderó de su pecho. Eran dos opuestos irreconciliables, como agua y aceite hirviendo en remolino, una tolvanera de azufre y granizo. Sí, algo dentro de su pecho germinó... una emoción jamás experimentada. Era miedo con una pizca de no sabía qué...

— ¡Espera! ¡Hagamos un trato! — cayó hacia atrás y quedó boca arriba sobre la estructura demolida de Merak. ¿Acaso ella había encontrado la forma de eliminarlo? La magia de reversión de Siegrain lo convertía en un ser prácticamente invulnerable. La miraba como un roedor a punto de ser aniquilado, — Oye... Ayanita. No hagas esto. Tienes que ser esa loli mágica tierna de siempre... ¿Qué quieres? — extendió una mano llena de dólares y otra llena de joyas— ¿Dinero? ¿Cosas? ¿Un flan? — y un tercer brazo salió con un platito de plan con una cuchara. Espera, ¿De dónde se salió ese tercer brazo.

— No quiero morir... ¡Déjame hacer mi última voluntad! — se siguió arrastrando hacia atrás mirándole fijamente a esos ojos bicolores que no lucían como siempre. Se colocó unas gafas y sacó un libro de su espalda (cuyas letras decía "QUERIDO DIARIO"), con una pluma empezó a escribir y leer en voz alta: — Todos mis bienes van para los alumnos de Asgard, excepto mis tazos de Pokémon y mi peluche de Charmander, — y de pronto una fotografía con una Ayana semidesnuda se cae del diario de Siegrain. — Ups... — pisa la foto y la incinera con su propio pie. Caen otras fotografías de chicas de Legacy en la ducha. Momento incómodo. Bah, ¿Qué más daba? Siegrain estaba a punto de morir a manos de esa dragona.

— Esta es la pesadilla que siempre he tenido. ¿O será una visión? Creo que aquí se acaba todo... está bien, hazlo,   — resignado y con una sonrisa desafiante espera el beso de la pelirrosa. El beso de la muerte. — Pero antes... — se echa una pastilla a la boca con un aroma dulce y fragante, — Mmm... sandía, — se sorprende levantando las cejas, era un sabor muy bueno. Había llegado el momento. Se escuchó como un reloj marcó la hora con unas ominosas campanas que resonaban por el gran páramo oscuro de ruinas. Nadie tenía escapatoria cuando le llegaba la hora. Ni siquiera Siegrain. No siempre se podía volar de la muerte, pues en ese juego algún día la de los huesos fríos vencería. Cerró sus ojos, y una nube en lo alto destapó a la luna que hizo caer sus argénteos rayos sobre aquel par en esa escena.[/color]

La pelirrosa miraba la extraña actitud de Siegrain, encontrándolo un tanto ridículo por decirlo de algún modo, ¿Qué le pasaba a este fantoche? Sin duda le daba repulsión de solo verlo intentar sobornarla con dinero y un flan.

─¡¿crees que soy como tus subordinados?! ¡¡No pienso caer en algo tan común como lo material!!

Estaba a punto de escupirle fuego cuando vio que sacaba un libro, uno que decía en letras grandes “Querido Diario”, las actitudes del mago colmaron su paciencia, parecía que estuviera burlándose de ella y su amenaza de hacerlo retorcer de dolor.

─¡¡Deja de actuar como un idiota y acepta tu destino!!

Sujeto su camisa con su diestra y tras el forcejeo una fotografía intima de su persona había caído de aquel libro.
Había quedado en blando, ¿Por qué tenía una foto suya? Incluso el peliazul se percató de eso, intentando eliminar la evidencia, no obstante, mas fotos cayeron al suelo, siendo todas de distintas chicas de su academia.

─Tu…eres…un maldito…¡¡PERVERTIDOOOO!!

No tenía ningún objeto contundente en mano y de tenerlo, lo usaría para darle a palos a ese mago de mala muerte, si antes le desagradaba, ahora lo odia más, le dio varios golpes con sus pequeñas manos, siendo una dragona sus golpes serían más potentes que un humano normal, y se ofendió aún más al ver que este tranquilamente se comía un caramelo para el mal aliento.

─¡¡DEJA DE BURLARTE DE MI!! ¡¡QUE TE HARE PEDAZOS!!

Estaba tan molesta que no pudo contener sus propias flamas, quemando al pervertido mago por completo, solo esperaba que se hiciera cenizas para luego pisarlas, tomar una aspiradora para limpiar los restos y nuevamente quemarlo.

La había visto muchas veces a través de las kakeras. En las incontables batallas libras por la academia dorada, Ayana e mostraba com una compañera, alumna y profesora digna, con serenidad ante la tempestad, y también con una entereza envidiable en el campo de batalla, siempre acompañada con su fiel Colt. El corazón de Legacy, la niña de ojos bicolores, sí, esa era la princesa de tantas mariposas de oro, y ahora estaba furibunda; incluso más por ese desparramado río de fotografías íntimas de las féminas legacianas.

Levantó sus cejas y puso una cara digna de un "idiota", le golpeaba con sus manitos, pero algo curioso sucedía con cada puñetazo. La energía de Siegrain subía con cada manotazo. Sin más, la pelirrosa explotó y de su boca escupió una llamarada enorme que cubrió por completo el cuerpo del mago de caos. Pero...

— ¡Waaaauuuuuu! ¡Qué frío! — su cuerpo estaba cubierto por una delgada capa de hielo de un ligero tono lila. El aire cambió de temperatura haciendo que el mismo suelo se pulverizara. Las flamas de Ayana hicieron un efecto contrario, y no solo eso, las energías de Siegrain seguían creciendo. — Necesito... un chocolate — de un momento a otro apareció con un gorro de lana en su cabeza y bebiendo de forma tranquila una taza de cocoa de sutil sabor, la meneó con la cuchara y la bebió.

— ¡¿Acaso quieres acabar conmigo?! — le reclamó frunciendo el ceño. No entendía por qué lo odiaba, ni por qué le había dado ese... beso. Entonces, por todas las ruinas del Internado Merak, una luz de un ominoso verde comenzó a ondear como una serpiente. Ya no era solo una, eran diez, veinte... eran cientos de luces verdes. El suelo estaba temblando de forma casi imperceptible. Parece que Ayana había metido la pata.

— Recuerdo que tú me hiciste eso, — sería un espíritu, su propia alma, una proyección astral o lo que sea, pero lo que hizo lo dañó, revelando el punto débil de Siegrain. Desde luego que cualquier ataque lo haría mucho más fuerte. — Estoy enojado... — el piso que estaba debajo de él comienza a brillar de ese lúgubre color verde. Las magias antinaturales comenzaron a apestar el ambiente. Era el turno de Siegrain para atacarla.

La pelirrosa realmente había perdido el juicio por un momento, normalmente suele mantener la calma, pero dado a su alteración de su mente tras ser manipulada por María y sumando el cambio en la línea temporal, era evidente que tendría algunos rastros de un carácter inestable.

Trató de retomar la calma, como si su pulso fuera un reloj activo que con cada latido era capaz de alterar el tiempo a su alrededor y tras perder control, llegaba a congelar o acelerar el ritmo a su alrededor.

─Eres…demasiado molesto… ─Se contuvo esta vez, ignorante de lo que le pasaba a su alrededor, quizás porque no estaba del todo presente en ese lugar─ Es tu culpa que te tenga odio.

Comentó ella sin rechistar, admitía todo, su pensar, sus emociones y su condición, era un ser franco ante cualquiera, incluso ante sus enemigos.

─Cambiaste la línea de tiempo de este mundo en un intento por regresar la antigua gloria de tu mundo, si tanto deseabas recuperar tu mundo, ¿Por qué no retrocediste en el tiempo en ese lugar y evitar su fin?─

Mantenía su mirada, acercándose lentamente, no le importaba si aquel estaba dispuesto a atacarle, solo quería que todo volviera a la normalidad.

─Solo llegaste aquí solo porque puedes y alteraste el tiempo, ¿Sabes siquiera el peligro en que has puesto a todos? ¿Y a ti mismo?─

— Por más que intento retroceder el tiempo, Legacy siempre sale ganando. Puedes hacerlo cien o un millón de veces. Legacy gana al fin. Mi guerra no es contra la academia. Solo quiero mano de obra y almas para alimentarme, — cierra sus ojos y se cruza de brazos de una manera tanto indiferente. Le molestaba su estatus de sacerdotisa y diosa. Sin embargo, la única manera de hacerse fuerte era poner su punto débil a prueba.

Ese odio. La división entre los legacianos. La posible creación de Réquiem. Todo eso jugaba a favor de Siegrain. Cada segundo sus poderes aumentaban más. — Por cierto. ¿Eres sacerdotisa de qué elemento... ? — una sonrisa siniestra se formó en sus labios. Una fuerza gigantesca y demoledora sometía la boca de Ayana. Su voz era distinta, muy estructurada y afinada. Era ella quien cantaba, y a la vez no.

"TIME"; tiempo. una voz extraña salió del pecho de ella.

IS THE REASON WHY WE FIGHT TO STAY ALIVE, UNTIL THE MORNING COMES, IT'S A STRIFE BUT THE SHIMMER IN YOUR EYES JUST MAKES ME KNOW; Es la razón por la que luchamos para sobrevivir hasta que llegue nuestro día. Es una pugna, pero el brillo en tus ojos me hace descubrir. El panorama se sumió en oscuridad salvo por la cantarina Ayana con una luz que la enfocaba desde lo alto. Un vestido de color verde con motivos de pulpo y símbolos rúnicos apareció en su cuerpo, con un collar y la esvástica plasmada. Ahora era ella parecía una asgardiana.

"TIME.  GOES BY AS DAY AND NIGHTS ARE TURNING INTO YEARS, BUT I'M LYING IN YOUR ARMS"; Tiempo. Transcurre mientras los días y las noches se vuelven años, pero estoy echado a tus brazos. Vestido de un terno tipo militar de color negro, una capa verde y un antifaz blanco con un estilo tentacular, Siegrain abrazó por detrás a Ayana. Parecía todo una coreografía ensayada muchas veces, pero era la magia de él.

"IT'S THE PLACE WHERE I KNOW THAT I AM CLOSEST TO YOUR HEART"; Es el lugar donde sé que estoy más cerca de tu corazón. Se colocó de rodillas frente a ella y frotó su rostro contra el pecho de la pelifucsia. Acto seguido, la toma de la mano y la lanza como trompo en el aire y la atrapa entre sus brazos. Para finalizar la canción, ahora esta vez él besando sus labios. La iluminación vuelve a la normalidad, ahora ambos con sus ropajes originales. Estando en esa misma posición, Siegrain estornuda y su nariz se torna verde y algo hinchada. Se la cubre con las dos manos.

Intenta comprenderlo, ¡Realmente lo intenta! Pero cada palabra que dice parece carente de sentido, y lo que es peor, algo dentro de sí misma empezaba a salir.
Cuando aquel peliazul le cuestiono sobre su elemento, una voz extraña y distorsionada salió de su garganta, como si estuviera utilizando un conjuro de manipulación de voluntad.

Obligada a cantar y seguir una serie de pasos cual danza de salón, aquella estaba estresándose al no poder hacer nada más que dejarse guiar por la magia ajena.

«¿Cuándo terminara esta tontería?» Pensó mientras mirada a todos lados mientras sentía como aquél la tomaba por atrás en un abrazo para después ponerla en una maniobra aérea y posteriormente caer en sus brazos.

¿Ya termino todo? Eso esperaba hasta que sintió que sus labios se encontraron con los suyos.

Un beso algo tosco y extraño de su parte, era evidente que tenía muy poca experiencia en ello, pero fuera de ser algo efímero, su aspecto era de lo más curioso.

─. . . ¿Por qué me besaste?─

Esta impactada por ese acto, aunque más por el aspecto que este tenía al terminar el beso, ¿Acaso es una reacción alérgica? Incluso aquel se cubrió con tal de que ella no lo viera.

─. . . Sí que eres extraño. . . ─

Suelta un suspiro y toma distancia, claro, una vez que tocara el piso nuevamente.
Curiosamente ya no sentía la misma Ira de antes, solo estaba algo…ausente, no comprendía el actuar de aquel hombre ni sus intenciones, ¿Qué debía hacer para evitar más muertes?
Era una cuestión algo complicada de pensar en esa situación.

─Dime. . . ¿Es doloroso? Quiero decir… tu nariz de inflamo extrañamente… Es la primera vez que veo esa clase de reacción por un beso. ─

— Alérgico. Soy alérgico a la lana, — colocó una morisqueta peculiar y estornudó, un rayo le salió de la nariz con un potente trueno. Se volteó para tapar su rostro con una máscara similar al del fantasma de la ópera. Estornudó otra vez mientras se tapaba el rostro. Le dolía bastante.

Sin embargo, a la próxima vez que Ayana le tocara no tendría una reacción tan fuerte. Se estaba desensibilizando. Un beso de amor era lo que él más temía porque no había nada peor que combatir el odio. Ese sentimiento y la maldad eran sus verdaderos alimentos.

Estornudó de nuevo un par de rayos de su nariz. Movió la mano en señal de despedida y una luz lo teletransportó a otra parte. Le molestaba la cara y los ojos le lloraban. Era mejor irse de ahí lo más pronto posible.

: Siegrain sale del tema :