[DESAFÍO] Una charla sobre la vida y el destino (Himiko, Dabi)

Sus pasos resonaban por todo el lugar. Golpes secos, que generaban un eco que le ahogaba, y le recordaban constantemente dónde se encontraba. Un gran laberinto. Un espacio oscuro. Su peor pesadilla.

Corría con todo lo que sus piernas le permitían, sus pulmones, para nada acostumbrados a la gran carrera, ya están sufriendo las consecuencias de su  andar. Le costaba respirar. Le dolía correr. No podía detenerse.

Debía salir de la oscuridad.

No sabía cuánto tiempo tenía corriendo, ni por cuánto más estaría en aquello, pero sentía un deseo inmenso, casi animal, por abandonar ese reducido espacio. Por suerte, cuando la esperanza está apunto de abandonarle, una luz ilumina su camino, llevándole a la salida.

Una sonrisa se forma en el cansado rostro de Toga cuando ve, ahí, hermosa, inalcanzable, a la gran Tokio, desde un lugar que nunca imaginó visitaría: la azotea de la prisión.

Hoy, después de días enteros de revueltas, por fin los prisioneros habían logrado su cometido: liberarse. Ah, la libertad... Un deseo tan humano, pero al mismo tiempo tan idílico. Aquella no era sino una ilusión, un engaño momentáneo.

No gozaba de una libertad real, ninguno lo hacía y, aún así, se alegraba en sobremanera poder disfrutar de un aire frío inundando sus pulmones, de poder ver las luces de la ciudad y, sobre todo, escuchar el camino de destrucción que los prisioneros dejaban en su salir de la cárcel.

Dando un pequeño baile, muy inocente, como el de una niña pequeña que escucha su canción favorita, se dirige hasta la orilla de la azotea, para poder sentarse ahí. Mientras se menea, utiliza como bandera el chaleco de fuerza que fue su compañero durante tantos horribles meses, el cuál se lo arrancó del cuerpo un prisionero desconocido. Le suelta, permitiendo que la brisa se lo lleve, y suelta una risita; esperaba no tener que usar uno nunca más.

Sin tener otra acción liberadora, se deja caer en el suelo, con los pies en el aire, apuntando al vacío. Tararea una canción, disfrutando de la soledad... Hasta que la puerta de la azotea se abre nuevamente, revelando a su antiguo compañero de equipo.

— Dabi. —Musita, sin siquiera voltear, podía reconocer su presencia en cualquier lugar—. Bienvenido, ¿Te gusta la vista? ¿No te hace pensar en el... futuro?

El estar encerrado en cuatro paredes solo por gusto de alguien más, era algo que no toleraba. A pesar de que fue solo suerte, el hecho de haber escapado era algo que agradecía profundamente.

Había intentado escapar hace mucho, pero sin éxito, solo logró obtener castigos más pesados. Esta vez había sido diferente, dado a que no era el único en querer huír de ahí, había quedado con alguien más para poder salir, sin embargo no lo había planeado de tal manera, ya que todo el jaleo que se dió esa noche fue lo que le ayudó a escapar.

Aprovechó de igual modo todo el revuelo que habían causado para escabullirse sigilosamente, por lo visto muchos se habían puesto de acuerdo para poder huír. Sentía como le pisaban los talones por ratos, tuvo que crear distracciones y aumentar el ritmo, suponía que la situación en la que se hallaba no era la más favorable. Pero por nada en el mundo se dejaría atrapar nuevamente.

Cruzó algunos pasillos; subió escaleras que ni sabía a dónde le llevaban, y por fin, se encontró con la luz de la ciudad de Tokio, la vista era hermosa, en especial para un reo recién salido con adrenalina aún en la sangre.

Notó la silueta peculiar que se hallaba frente a él, la cuál, segundos más tarde se dejó caer gustosa al suelo, solo para terminar notándole sin mucho esfuerzo, había perdido su toque.

Se acercó a ella cuándo mencionó su nombre y se acomodó a su lado.

La chica se encontraba totalmente desaliñada. Lo comprendía, por lo visto ella también había estado desesperada por salir de todo ese ambiente pesado y asqueroso. En especial, del encierro infernal que parecía volverte loco con el tiempo.

Parecía tan tranquila, parecía estar totalmente cuerda, y eso a él, llegaba darle algo de miedo.

No podía creer que su ex compañera estuviera pensando en un futuro, ¿qué quería ella como destino? ¿realmente podía elegirlo? ¿qué le había hecho pensar en ello? ¿a caso el encierro le había afectado en eso?

—Es una vista hermosa si. Pero pensar en el futuro no es algo que pase realmente por mis planes. Es más, es algo ajeno... —Lo pensó un poco mejor.— Aunque a decir verdad si le perdí propósito a lo que haremos, digo ¿en algún momento volveremos a estar aquí por no hacer bien un trabajo? Es molesto el solo hecho de pensarlo. Regresar a Asgard y seguir contra los Legacianos... Es algo que pierde cierto sentido si piensas que harás si vencemos.

¿Realmente ganarían? Legacy no era débil. Claro estaba, más de una vez fué derrotado por Jellal. Algo que le hacía hervir la sangre. Por otro lado, el solo hecho de que realmente existiera la posibilidad de ganar... Era algo que para él estaba lejos de su imaginación.

También, el hecho de estar en el bando "equivocado" le quitaba muchas cosas que en el fondo, él quería conservar, como el hecho de poder amar a alguien, el vivir sin que le busquen. O incluso el contradecirse a veces de si realmente eligió lo que él cree correcto. Todas incógnitas que por su cuenta no puede considerar claramente.