La llegada del Inmortal Iron Fist. ¿Un nuevo comienzo?

Se suponía que era un día normal en Nueva York. Daniel Rand era el Iron Fist de la Tierra 2719 (del multiverso de Marvel Comics), y en aquel universo a diferencia del principal, los Vengadores ya habían derrotado al Dr. Doom, y Danny había colaborado en aquello, por lo que las calles de Nueva York y el mundo en general, definitivamente habían sido liberadas de las garras del mal.

Ya había pasado una semana desde la derrota de Doom. La ciudad estaba siendo reconstruida debido al arduo combate que tuvo lugar en la Gran Manzana, en la cual Daniel, cómo se mencionó, había participado. Los estragos fueron tal que el gobierno dio suma urgencia a reconstruir la estatua de la libertad, que había perdido la cabeza. Ya estaba amaneciendo, la paz se hacía notar en el entorno y solo el fresco viento matutino se hacía audible. Danny ya estaba despierto. Era hora de la meditación para recargar su energía espiritual. Como era costumbre, todas las mañanas se concentraba para poder canalizar nuevamente el chi y así estar listo para la batalla, sí es que resultaba alguna. Aunque, considerando el contexto actual, era difícil que una nueva batalla se librase.
Pero algo andaba mal. Una extraña energía fue sentida por Daniel, algo similar a cuando fue transportado por el ojo de Agamotto en el pasado... Pero esto era distinto.
Cuando de pronto, una luz se fue generando desde el cielo, casi como si de un portal se tratase. El rubio observaba confundido aquel fenómeno físico, desde el balcón, hasta que sin previo aviso esta fuerte luz lo rodeó, hasta hacerlo desaparecer de New York.

Casi en un instante, fue llevado a las afueras de una gran academia... Estaba algo mareado por lo que casi cae el piso, pero logró incorporarse. Miró a su alrededor, confuso.

— ¿Donde estoy? Esto no es Nueva York... Tampoco es K'un-Lun. Huh, pero que... —

Observó una gran estructura a la lejanía... ¿Acaso era una mansión? No, era muy grande para ser una. No sabía si explorar o simplemente quedarse ahí.
Realmente su prioridad era buscar el portal... Sí solo tuviese el ojo de Agamotto.

Se colocó sobre una de estas bestias, cortó sus alas de un tirón, pero fue propulsado hacia adelante a una velocidad vertiginosa, tal cual un hombre bala disparado de un cañón. Definitivamente no tuvo por qué sacar aquel sello del libro que habían dejado en un jardín cerca de la cafetería. Es más, es como si alguien lo hubiera dejado allí a propósito para que alguien cayera en la trampa. Una mente siniestra debía estar tras esta fechoría. ¿Sería alguien del Internado Asgard?

— ¡Aaaahhhhhhhh! — gritó el peliazul antes de enterrarse en picada contra la arena. Se libera y se pone a gatear tratando de quitarse los granitos de sus ojos. Qué fastidio. Se levanta y ve a un hombre de pie con la mirada algo extrañada. — ¿Quién es usted? — preguntó Jellal al ver a este muchacho. Se sostenía su propio brazo, se jaló de la muñeca y le tronaron sus huesos. Nunca había visto a este hombre con un extravagante atuendo. En cierta medida, le recordaba a Ochako Uraraka, una de sus alumnas, la cual se ataviaba de manera especial cada vez que debía asistir a una refriega.

— Me llamo Jellal. Profesor de la Academia Legacy, ¿Con quién tengo el placer? — preguntó extendiendo su mano para saludar. Desconocía si el contrario albergaba intenciones hostiles, pero no podía hacer una aseveración tan apresurada. Lo mejor era ver cómo reaccionaba aquel joven de capa. ¿Sería agresivo o amistoso? Sea como sea, algo en el interior de su pecho le decía que este hombre no era común ni corriente.

Entonces...

Un enorme rugido rompe el placentero ambiente cercano a la playa en donde ambos se encontraban. No había mucho tiempo para charlar, pues una plaga de gárgolas estaba molestando a la parte sur del castillo. El peliazul se da media vuelta y una enorme gárgola con una envergadura aproximada de 10 metros se abalanza contra los interlocutores. Notaba que alguien estaba sobre dicha criatura. Ese debía ser Dante.

Me encontraba en un tiroteo debido a un encargo que me hicieron los federales contra una mafia la cual está plagada de demonios, y como sus delitos van desde lo más asqueroso hasta lo inimaginable lo único que se les consideraría delito menor es robo de bancos, joyerías, tiroteos intencionales contra la policía y disturbios en distintas prisiones. Disparando a diestra y siniestra mientras corría me oculté tras un container, -- ¡Diablos! ¿De donde salen estos rufianes? Por cada tres que mato salen 30 más... Creo que es hora de usar ese plan especial que me enseñó aquél yanqui. -- empecé a correr mientras disparaba hacía ellos, algunas balas me rozaban pero no sentía dolor alguno, -- ¡Maldición, recién me arreglaron esta chaqueta... Espero que me quede suficiente dinero al terminar este trabajo! -- aunque lancé a los coches de los mafiosos unas bombas explosivas que cierta fanática de las armas me habían regalado.

Me oculté en un almacén y cerré las puertas, tenía pensado acabar con todos, a menos que primero estallen los explosivos. En un abrir y cerrar de ojos aparece de la nada un portal a otro lugar del mundo, pero lo único que veía eran nubes y gárgolas volando en gran cantidad. El portal no poseía gran poder por lo que sería realmente tonto si cayera en él, -- No creo que haya nada bueno en ese lugar... aunque... se me hace familiar ese sitio, ¿será...? -- recuerdo la academia, llevo no muchos años alejado de ese lugar, aunque me gustaría visitarlo no tengo razones para ir, además hay trabajos de lo que me tengo que ocupar, no muy importantes, pero mi deuda con Lady me molesta todavía. -- Bueno, debería seguir con mi trabajo. --, todavía no paraban de buscarme. Sin darme cuenta unos demonios aparecen intentando apuñalarme con unas lanzas, pero las esquivo sin más, pero cinco de ellos vienen a la vez y me empujan al portal, el cual se cierra cuando entro.

Mientras caigo guardo mis pistolas y tomo mi espada, planeando una forma menos dolorosa de caer al suelo. En pateo a una gárgola impulsándome sobre ellas, pero empiezan a atacarme y me defiendo con mi espada, -- ¡Si quieren intentarlo deberían hacerlo con más esfuerzo, chicos! -- y mientras seguía saltando entre ellas, a algunas que otras las tasajeaba, ya que estaba aquí pensaba divertirme un rato, no siempre logro divertirme con estos voladores. -- Creo que ya va siendo hora de aterrizar... ya me dió hambre. -- con el dinero que tengo del trabajo que hice debería tener suficiente para diez pizzas y veinte helados.

Solo habían pasado unos minutos desde que había llegado a aquel extraño lugar. Su mirada aún se mantenía en aquella inmensa estructura que a lo lejos se observaba, pero no servía de mucho contemplar cuan magnífica academia puesto que lo único que causaba en Danny era confusión. Cualquier otra persona como un civil normal y corriente se había asustado, o más bien, entrar en pánico al no saber dónde estaba; sin embargo Iron Fist había vivido grandes aventuras en el pasado, así que muy pocas cosas le sorprendían a esas alturas del partido.
Así que en vez de quedarse quieto, decidió dar unos cuantos pasos. Notaba que el piso era básicamente arena, o algo parecido a ella, pero ni así podía saber con exactitud donde estaba. De cualquier manera, no detuvo su andar, al menos no hasta que a lo lejos notó una especie de ave muy grande, que caía de forma irregular a lo lejos. Parecía herida o algo así; aunque lo que si llamó su atención de forma abrupta fue la silueta que cada vez caía más rápidamente. Daniel notó que se trataba de una persona, o algo similar a una...
Bajó la mirada, notando como el joven gateaba, parecía ser que la arena no le permitía ver.
De cualquier manera, el héroe de Marvel se mantuvo quieto, no sabía quién era aquel personaje, y debía ser cauteloso.
Aunque guardaba silencio, comenzó a notar que el peliazul le dirigió la palabra, y cada vez se acercaba más, no parecía hostil de buenas a primeras. No dudó demasiado en estrechar su mano. El aura del sujeto no le indicaba que se trataba de un ser maligno, así que, tranquilamente, estrechó su mano.

— Jellal... — simplemente pronunció, para luego completar la frase. — Soy el inmortal Iron Fist, y no sé dónde estoy. Noto en tu aura que no eres enemigo, es por esto que necesito información. —

Dijo el rubio, sin revelar obviamente su verdadero nombre. Sí bien no era un ser maligno, no lo conocía, y al menos por ahora no revelaría quién era en realidad.

En cuestión de segundos, la conversación entre el profesor y el guerrero se vio interrumpida ¿Acaso fue un rugido? Parecía serlo, le recordaba en parte de los seres mitológico de Asgard (Marvel) que las valquirias montaban para ayudar a los dioses. Alguna vez vio eso en la Tierra; pero eso era otra historia.
Fijo su mirada en las gárgolas lo cual le reveló un dato muy importante; no estaba en la Tierra. Ni siquiera en Wakanda... ¿Qué era ese lugar?

Aun así, no llamaría mucho la atención, no quería iniciar una pelea innecesaria, además, el peliazul fue amigable.

Se mantuvo en silencio nuevamente, notando como otro sujeto venía hacia ellos; ¿Quién era?