Historias de mar (Osamu, Aoko y Aimée)

¿Es que acaso estaba loco? Había saltado desde lo alto del precipicio para estrellarse directamente contra las rocas. Sin embargo, la rápida acción de Jellal lo logró salvar de su muerte. Dió un brinco apoyándose en los roqueríos, agarró al suicida de las prendas y lo arrojó al mar. Por suerte, Aoko y Aimée estaban en una lancha cerca de allí.

Los rumores de que un alumno iba atentar contra su propia vida crecieron como la espuma dentro de la Academia Legacy. Esto alertó a Jellal, el cual no trepidó para ir a buscar a este alumno. No obstante, podría ser algo problemático ir a solas así que llamó a dos de sus nuevas alumnas, Aoko y Aimée para que lo acompañaran. Una parecía bastante seria, y la otra era un terrón de caramelo; solo esperaba que ambas se complementaran bien.

Eran aproximadamente las seis de la tarde, y el mar estaba más sereno de lo habitual. El ocaso coloreaba el cielo de tonos más cálidos, y las primeras estrellas salían con timidez en ese velo en lo alto. La serenidad del atardecer fue interrumpida por los chapoteos que el peliazul hizo al nadar. Colocó al moreno dentro del bote, — Chicas, llévenos a la orilla, —suspiró el hombre de la marca mientras que de su cuerpo se desprendía una luz cálida que secaba lentamente a los dos. De pronto hizo más calor que de lo usual, como si fuera mediodía en verano, pero lo importante era que estaban todos a salvo.

Aoko estaba bastante tranquila y enojada a la vez. ¿Era eso posible? Para ella sí. Sabía que tenía mejores cosas que hacer en vez de tratar de ayudar al chico suicida de la Academia. Sin embargo, tenía el presentimiento de que volverían a involucrarla en una situación similar por culpa de Osamu, puesto que no era la primera vez que tenía que salvar los escasos pellejos de esa pobre alma en desgracia.

Era la primera vez que se subía a una lancha, sentía que podría caerse en cualquier momento. Comenzó a marearse a pesar de que las aguas estaban tranquilas. Sus nervios estaban de punta, ya que no era muy buena nadando. Sin embargo, no podía permitir verse así, mucho menos frente al joven peliazul y la compañera a su lado.

Observó a Aimée al escuchar la petición de remar hacia la orilla, ya que era fundamental que ambas estuvieran sincronizadas. —Comencemos ahora, no quiero que se nos haga de noche— dijo regalándole una sonrisa a la señorita. Lo que más quería en ese momento era sentirse a salvo pisando tierra.