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Tercera invocación de Rimuru Tempest: "¿Por qué todos mis servants son clase saber?" (Bedivere, Arturia)
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Tercera invocación de Rimuru Tempest: "¿Por qué todos mis servants son clase saber?" (Bedivere, Arturia)
Rimuru Tempest, el Gran Rey Demonio. Era así como se hacía llamar aquella chica de hermoso semblante de porcelana y de sedosos cabellos celestes que se extendían aún por debajo de sus caderas. Un adjetivo que, a decir verdad, la describía mejor que su propia apariencia que era tan a menudo subestimada por sus oponentes. Era realmente un monstruo, un asesino inmisericorde sediento de vidas humanas. Era además, una criatura ególatra y narcisista que deseaba el poder absoluto y la alabanza de las masas. Convertirse en el gobernante absoluto de un universo perfecto, ese era su deseo. Un deseo que nada ni nadie sería capaz de otorgarle sino solamente él, y solo de una manera: consiguiendo el poder para hacerse con el control del mundo entero y con la voluntad de todos sus habitantes. Y eso, eso no era nada fácil.
Sin embargo, el demonio estaba obsesionado con aquella idea tan imposible. Y vaya que lo hacía parecer probable hasta el punto de la completa credibilidad, pues su poder se acrecentaba a cada día de una forma magistral, de tal forma que uno pensaría que realmente podrá conquistar el mundo en algún momento. Desde su llegada a este mundo, cuando el slime no poseía más poder que el de conseguir poder, éste se había hecho con innumerables habilidades y aliados. Tanto el manejo de la magia como de la alquimia, la destreza de la medicina y también la de la guerra. En todo conocimiento se había engrandecido, e incluso había conseguido el favor de diversos seres que eran ahora sus allegados, y de los cuales incluso más talentos había adquirido que por cuenta propia.
Es por eso mismo, que el Demon Lord conocía el valor de sus aliados, que estaba empeñado esta ocasión en conseguir uno de lo más especial. Conocer a Arturia Pendragon le había resultado sumamente beneficioso en muchos aspectos, uno de los cuales era su información acerca del gran mago Merlín, de quien se dice que sabe todo lo que ha ocurrido en todo el mundo. Un hombre sabio en sobremanera, un maestro diestro y hábil con un corazón apasionado. Esas características eran suficientes para hacer que la peliazul deseara conocer a aquel hombre tan interesante. Deseaba tenerlo a su servicio y adquirir todos sus conocimientos, y era por eso mismo que se había propuesto a invocarlo a como diera lugar, llevándole a investigar todo lo posible acerca de ese hombre misterioso y de todo aquello que tuviera relación con él.
Sin embargo, luego de haber estudiado exhaustivamente la historia de Camelot, el demonio se propuso en su corazón invocar al más grande de los magos, Merlín. Consiguió el único catalizador que no tenía posibilidades de error, asegurándose de que la historia solo tuviera relación del objeto con ese personaje. Avalon, la funda de la legendaria espada, era el catalizador indicado sin duda alguna. La única otra posibilidad de invocación era Arturia Pendragon, pero eso sería imposible al estar ella ya en el mundo. Al menos eso es lo que pensaba el limo, pero, contra todo pronóstico, de cualquier forma terminó reinvocando al rey de los caballeros, aunque ahora bajo las órdenes del demonio y no más bajo el regimiento de la Academia Legacy.
Así pues, tras otras varias semanas de estudio y preparación, y con su previa experiencia sobre invocación de servants al conseguir traer a la vida al espíritu de Nero Claudius y al de la mismísima Arturia Pendragon, el rey demonio estaba listo para materializar a su deseado hechicero. Incluso logró conseguir el catalizador más adecuado para evocar al Caster: la espada de su recién adquirida servant, la legendaria espada Excalibur. Ahora que Arturia era ya su servant, no había forma de invocarla por segunda vez. Y ya que la espada estaba solo asociada a Merlín y al rey Arturo en los relatos populares, las posibilidades de error eran completamente nulas. Al menos, eso pensaba la criatura peliazul.
El limo preparó el ritual en la mismísima sede de Asgard. En la arena de combate del internado, Rimuru dibujó el círculo sobre el suelo con una tiza y colocó la reliquia sagrada en el centro. A su lado le acompañaba la que era ahora su compañera de vida, la rubia de ojos esmeraldas que resplandecía como el sol y no era su sirviente sino la mujer que amaba. Aguardó a que el manto de la noche cubriera el cielo azul y lo redujera a destellantes luceros titilando en medio de la densa oscuridad, con la bella Selene posada en el cielo como única testigo de los acontecimientos que esa misma noche habrían de sucitarse. Velas encendidas en cada punto del pentagrama, y el demonio frente al centro del ritual, comenzando a recitar el hechizo de invocación.
Sin embargo, el demonio estaba obsesionado con aquella idea tan imposible. Y vaya que lo hacía parecer probable hasta el punto de la completa credibilidad, pues su poder se acrecentaba a cada día de una forma magistral, de tal forma que uno pensaría que realmente podrá conquistar el mundo en algún momento. Desde su llegada a este mundo, cuando el slime no poseía más poder que el de conseguir poder, éste se había hecho con innumerables habilidades y aliados. Tanto el manejo de la magia como de la alquimia, la destreza de la medicina y también la de la guerra. En todo conocimiento se había engrandecido, e incluso había conseguido el favor de diversos seres que eran ahora sus allegados, y de los cuales incluso más talentos había adquirido que por cuenta propia.
Es por eso mismo, que el Demon Lord conocía el valor de sus aliados, que estaba empeñado esta ocasión en conseguir uno de lo más especial. Conocer a Arturia Pendragon le había resultado sumamente beneficioso en muchos aspectos, uno de los cuales era su información acerca del gran mago Merlín, de quien se dice que sabe todo lo que ha ocurrido en todo el mundo. Un hombre sabio en sobremanera, un maestro diestro y hábil con un corazón apasionado. Esas características eran suficientes para hacer que la peliazul deseara conocer a aquel hombre tan interesante. Deseaba tenerlo a su servicio y adquirir todos sus conocimientos, y era por eso mismo que se había propuesto a invocarlo a como diera lugar, llevándole a investigar todo lo posible acerca de ese hombre misterioso y de todo aquello que tuviera relación con él.
Sin embargo, luego de haber estudiado exhaustivamente la historia de Camelot, el demonio se propuso en su corazón invocar al más grande de los magos, Merlín. Consiguió el único catalizador que no tenía posibilidades de error, asegurándose de que la historia solo tuviera relación del objeto con ese personaje. Avalon, la funda de la legendaria espada, era el catalizador indicado sin duda alguna. La única otra posibilidad de invocación era Arturia Pendragon, pero eso sería imposible al estar ella ya en el mundo. Al menos eso es lo que pensaba el limo, pero, contra todo pronóstico, de cualquier forma terminó reinvocando al rey de los caballeros, aunque ahora bajo las órdenes del demonio y no más bajo el regimiento de la Academia Legacy.
Así pues, tras otras varias semanas de estudio y preparación, y con su previa experiencia sobre invocación de servants al conseguir traer a la vida al espíritu de Nero Claudius y al de la mismísima Arturia Pendragon, el rey demonio estaba listo para materializar a su deseado hechicero. Incluso logró conseguir el catalizador más adecuado para evocar al Caster: la espada de su recién adquirida servant, la legendaria espada Excalibur. Ahora que Arturia era ya su servant, no había forma de invocarla por segunda vez. Y ya que la espada estaba solo asociada a Merlín y al rey Arturo en los relatos populares, las posibilidades de error eran completamente nulas. Al menos, eso pensaba la criatura peliazul.
El limo preparó el ritual en la mismísima sede de Asgard. En la arena de combate del internado, Rimuru dibujó el círculo sobre el suelo con una tiza y colocó la reliquia sagrada en el centro. A su lado le acompañaba la que era ahora su compañera de vida, la rubia de ojos esmeraldas que resplandecía como el sol y no era su sirviente sino la mujer que amaba. Aguardó a que el manto de la noche cubriera el cielo azul y lo redujera a destellantes luceros titilando en medio de la densa oscuridad, con la bella Selene posada en el cielo como única testigo de los acontecimientos que esa misma noche habrían de sucitarse. Velas encendidas en cada punto del pentagrama, y el demonio frente al centro del ritual, comenzando a recitar el hechizo de invocación.
Let silver and steel be the essence.
Let stone and the archduke of contracts be the foundation.
Let my great master Animusphere be the ancestor.
Raise a wall against the wind that shall fall.
Close the four cardinal gates. Come out from the crown. Rotate the three-branched road reaching the Kingdom.
Fill. Fill. Fill. Fill. Fill.
Let each be turned over five times,
simply breaking asunder the fulfilled time.
I shall declare here.
Your body shall serve under me. My fate shall be with your sword.
Submit to the beckoning of the Holy Grail. If you will submit to this will and this reason…… then answer!
An oath shall be sworn here! I shall attain all virtues of all of Heaven. I shall have dominion over all evils of all of Hell!
From the Seventh Heaven, attended to by three great words of power, come forth from the ring of restraint, Protector of the Balance!
Let stone and the archduke of contracts be the foundation.
Let my great master Animusphere be the ancestor.
Raise a wall against the wind that shall fall.
Close the four cardinal gates. Come out from the crown. Rotate the three-branched road reaching the Kingdom.
Fill. Fill. Fill. Fill. Fill.
Let each be turned over five times,
simply breaking asunder the fulfilled time.
I shall declare here.
Your body shall serve under me. My fate shall be with your sword.
Submit to the beckoning of the Holy Grail. If you will submit to this will and this reason…… then answer!
An oath shall be sworn here! I shall attain all virtues of all of Heaven. I shall have dominion over all evils of all of Hell!
From the Seventh Heaven, attended to by three great words of power, come forth from the ring of restraint, Protector of the Balance!
Rimuru Tempest
Re: Tercera invocación de Rimuru Tempest: "¿Por qué todos mis servants son clase saber?" (Bedivere, Arturia)
Sus memorias estaban difusas. No importaba cuántos intentos hiciera para recordar sus experiencias, puesto que aquel agujero mental agonizante no desaparecía. Si fuese tan solo eso podría manejarlo, pero la cuestión era más complicada de lo que pudiera admitir en persona. Recordaba claramente el frío del desierto por las noches, y el calor que emanaba la arena durante el día. Y al mismo tiempo, sentía que esas memorias eran falsas. ¿Cómo era eso posible? Era tan claro, todo estaba ahí. Su metálico brazo derecho otorgado por Merlín era una prueba indisputable de la verdad, y sin embargo, se sentía tan alejado de la realidad.
Merlín... el hechicero de la corte del Rey Arturo. Recordaba claramente cuando llegó a Avalon, y él decidió entregarle un reemplazo a su extremidad, camuflando a Excalibur dentro para que pudiese entregarle la espada a su rey. Avalon. No solo era el paraíso de aquellos que buscaban descansar, sino que también el nombre de la funda de la espada sagrada que la rubia tirana llevaba. Según los ojos ajenos, era sencillo relacionarlo con Merlín. Pero en el caso de la espada, Bedivere era quien poseía más conexión con la reina de Bretaña. Por lo tanto... él sería quien sería manifestado si la funda era usada y su rey ya estaba materializado.
Su cuerpo tomó forma desde la nada dentro del círculo formado por las velas, el maná del rey demonio y del ambiente siendo utilizado para tejer cada una de sus extremidades. Su cara vacía se llenó de vida un momento al otro, una copia del Espíritu Heroico siendo creada para ocupar ese cuerpo como su forma. Una leve sonrisa apareció sobre el rostro del caballero, quien miraba a la persona frente a él con cierto agradecimiento de haber sido "escogido" para la invocación, inconsciente de la decepción que su maestro se llevaría. Encorvándose hacia delante, realizó una rápida reverencia con su mano plateada sobre su pecho, observando cuidadosamente la habitación donde se realizó el ritual en el proceso.
—Mi nombre es Bedivere. Clase Saber. Mi lealtad es eterna a mi Rey, pero si estoy aquí... entonces ha de ser su voluntad. Mi espada le pertenece, Master.
Al colocarse de forma recta abrió sus ojos, la sonrisa pálida en su rostro aún ahí. Sin esperar una respuesta por parte de quien sería su dueño, el mayordomo del rey Arturo continuó hablando, ahora mirando la "extravagante" decoración a su alrededor. ¿De verdad fue necesario un ritual tan grande para invocarlo? Quizás sí, quizás no. Era su primera vez siendo invocado sin necesidad de un grial de por medio, por lo que aún no comprendía los requisitos para su materialización sin un asignador de clases. Con un suspiro, habló.
—Debo advertirle sobre mi poder, Master. No soy un sirviente con grandes capacidades de combate; mi maná es casi indetectable para los hechiceros, y solo puedo mantenerme contra servants por mi esgrima y habilidad física. En realidad, no soy muy diferente a un humano común y corriente...
Admitió algo avergonzado rascando detrás de su cuello. Era verdad; lo único que le permitió calificar como un Espíritu Heroico era su brazo derecho, el cual siquiera fue un logro en su vida. El Airgetlám perteneció alguna vez a un dios irlandés, y Merlín se lo otorgó en un acto de interés propio. Al activarlo ganaba el poder de un servant, pero con él de forma pasiva... entonces su cuerpo era el límite de lo humano, y no de un servant común.
Merlín... el hechicero de la corte del Rey Arturo. Recordaba claramente cuando llegó a Avalon, y él decidió entregarle un reemplazo a su extremidad, camuflando a Excalibur dentro para que pudiese entregarle la espada a su rey. Avalon. No solo era el paraíso de aquellos que buscaban descansar, sino que también el nombre de la funda de la espada sagrada que la rubia tirana llevaba. Según los ojos ajenos, era sencillo relacionarlo con Merlín. Pero en el caso de la espada, Bedivere era quien poseía más conexión con la reina de Bretaña. Por lo tanto... él sería quien sería manifestado si la funda era usada y su rey ya estaba materializado.
Su cuerpo tomó forma desde la nada dentro del círculo formado por las velas, el maná del rey demonio y del ambiente siendo utilizado para tejer cada una de sus extremidades. Su cara vacía se llenó de vida un momento al otro, una copia del Espíritu Heroico siendo creada para ocupar ese cuerpo como su forma. Una leve sonrisa apareció sobre el rostro del caballero, quien miraba a la persona frente a él con cierto agradecimiento de haber sido "escogido" para la invocación, inconsciente de la decepción que su maestro se llevaría. Encorvándose hacia delante, realizó una rápida reverencia con su mano plateada sobre su pecho, observando cuidadosamente la habitación donde se realizó el ritual en el proceso.
—Mi nombre es Bedivere. Clase Saber. Mi lealtad es eterna a mi Rey, pero si estoy aquí... entonces ha de ser su voluntad. Mi espada le pertenece, Master.
Al colocarse de forma recta abrió sus ojos, la sonrisa pálida en su rostro aún ahí. Sin esperar una respuesta por parte de quien sería su dueño, el mayordomo del rey Arturo continuó hablando, ahora mirando la "extravagante" decoración a su alrededor. ¿De verdad fue necesario un ritual tan grande para invocarlo? Quizás sí, quizás no. Era su primera vez siendo invocado sin necesidad de un grial de por medio, por lo que aún no comprendía los requisitos para su materialización sin un asignador de clases. Con un suspiro, habló.
—Debo advertirle sobre mi poder, Master. No soy un sirviente con grandes capacidades de combate; mi maná es casi indetectable para los hechiceros, y solo puedo mantenerme contra servants por mi esgrima y habilidad física. En realidad, no soy muy diferente a un humano común y corriente...
Admitió algo avergonzado rascando detrás de su cuello. Era verdad; lo único que le permitió calificar como un Espíritu Heroico era su brazo derecho, el cual siquiera fue un logro en su vida. El Airgetlám perteneció alguna vez a un dios irlandés, y Merlín se lo otorgó en un acto de interés propio. Al activarlo ganaba el poder de un servant, pero con él de forma pasiva... entonces su cuerpo era el límite de lo humano, y no de un servant común.
Invitado- Invitado
Re: Tercera invocación de Rimuru Tempest: "¿Por qué todos mis servants son clase saber?" (Bedivere, Arturia)
Pasado, presente y futuro. Tú ¿en cuál tienes la mente puesta?
Existe más de un universo y muchas dimensiones alternativas a la que suele conectarse a las distintas vidas de tu pasado o ya sea el futuro mismo.
Había visto la capacidad que sus versiones mayores siendo ya un monarca completa. La responsabilidad de ser un Rey y cargar con el pueblo había sido puesta en los hombros de una pequeña flor alegre que solo deseaba lo mejor para todos e iba a luchar y derramar su misma sangre por su gente si era necesario hasta entregar su último aliento de vida. La sagrada espada Caliburn estaba en sus manos y que una vez estuvo bajo la tutela de Merlin la pequeña niña aprendió muchas artes de pelea para poder ayudar en las batallas, había sido muy duro su camino no obstante su capacidad era opacada por los recuerdos no muy claros de sus otras versiones más madura y que ahora acompañaban más de un Servants su maestro no solo sería Nero y al final del día Lily simplemente se quedaba observando pensativa buscando respuestas a sus misma inquietudes.
Algún día también se convertiría en un gran Rey como sus mayores versiones con más conocimiento e experiencia. La suave brisa del crespúsculo de esa noche jugueteaba con la melena amarilla de Lily. El refulgir del astro rey acentuaba el dorado deslumbrarte de aquella cabellera dulce e inocente que nunca había sentido el sentimiento de querer y proteger aun ser tan diferente a ella, el calor en su pecho era de ser causado por mismo gran rey demonio Rimuru Tempest. Una parte del límpido azul oscuro del cielo parecía haberse quedado atrapado en sus enormes ojos azules esmeralda, los cuales transmitían con asombrosa facilidad la energía inagotable que poseía para su dueño.
Era muy extraño, tenía la ligera sensación de que aquel caballero de tez pálida le era muy familiar no solo era su rostro, el atuendo que llevaba puesto, la postura en la cual se encontraba. Su forma de hablar tan suave y honestamente, todo le parecía tan familiar ¿Qué era este sentimiento nostálgico en su pecho? El destino los volvía a reunir ¿le daba una segunda oportunidad? De enmendar sus errores de su futuro y la prueba estaba frente a sus ojos llenos de temor. solo era una pequeña caballero aprendiendo aun su oficio como rey y sin poder pronunciar palabra alguna.
Existe más de un universo y muchas dimensiones alternativas a la que suele conectarse a las distintas vidas de tu pasado o ya sea el futuro mismo.
Había visto la capacidad que sus versiones mayores siendo ya un monarca completa. La responsabilidad de ser un Rey y cargar con el pueblo había sido puesta en los hombros de una pequeña flor alegre que solo deseaba lo mejor para todos e iba a luchar y derramar su misma sangre por su gente si era necesario hasta entregar su último aliento de vida. La sagrada espada Caliburn estaba en sus manos y que una vez estuvo bajo la tutela de Merlin la pequeña niña aprendió muchas artes de pelea para poder ayudar en las batallas, había sido muy duro su camino no obstante su capacidad era opacada por los recuerdos no muy claros de sus otras versiones más madura y que ahora acompañaban más de un Servants su maestro no solo sería Nero y al final del día Lily simplemente se quedaba observando pensativa buscando respuestas a sus misma inquietudes.
Algún día también se convertiría en un gran Rey como sus mayores versiones con más conocimiento e experiencia. La suave brisa del crespúsculo de esa noche jugueteaba con la melena amarilla de Lily. El refulgir del astro rey acentuaba el dorado deslumbrarte de aquella cabellera dulce e inocente que nunca había sentido el sentimiento de querer y proteger aun ser tan diferente a ella, el calor en su pecho era de ser causado por mismo gran rey demonio Rimuru Tempest. Una parte del límpido azul oscuro del cielo parecía haberse quedado atrapado en sus enormes ojos azules esmeralda, los cuales transmitían con asombrosa facilidad la energía inagotable que poseía para su dueño.
Era muy extraño, tenía la ligera sensación de que aquel caballero de tez pálida le era muy familiar no solo era su rostro, el atuendo que llevaba puesto, la postura en la cual se encontraba. Su forma de hablar tan suave y honestamente, todo le parecía tan familiar ¿Qué era este sentimiento nostálgico en su pecho? El destino los volvía a reunir ¿le daba una segunda oportunidad? De enmendar sus errores de su futuro y la prueba estaba frente a sus ojos llenos de temor. solo era una pequeña caballero aprendiendo aun su oficio como rey y sin poder pronunciar palabra alguna.
Arturia Pendragon
Re: Tercera invocación de Rimuru Tempest: "¿Por qué todos mis servants son clase saber?" (Bedivere, Arturia)
El ritual había sido realizado finalmente. Tras varios esfuerzos y mucho tiempo de preparación, el Rey Demonio finalmente había conseguido su cometido. El círculo de invocación comenzó a brillar con una intensidad cegadora. La luz dio origen a un ser de leyenda, un espíritu del pasado encarnado con el propósito de combatir al lado de su invocador. Era eso, al menos, lo que se decía de los servants y de la guerra del grial. Sin embargo, elegir al individuo invocado es algo prácticamente imposible de acuerdo al sistema de invocación de los servants. Encontrar el catalizador indicado para traer a la vida al guerrero correcto es una tarea titánica y sumamente impredecible. Eso es algo que Rimuru Tempest, aún tras dos intentos, no había comprendido.
— ¿H-he?
Aunque la invocación había funcionado, lejos estaba de ser un éxito en la opinión del rey demonio. Quien fue convocado desde el trono de los héroes, en contra de todo pronóstico, resultó no ser el Mago de las Flores, sino un caballero de la mesa redonda. Más exactamente Bedivere, de quien Rimuru Tempest conocía ya bastante a estas alturas debido a sus largas sesiones de estudio sobre las leyendas arturicas. Sin embargo, no terminaba de comprender cómo pudo terminar invocando al fiel del rey antes que al propio Merlín, quien puso la espada en la piedra, quien entrenó a Arturia como caballero y como Rey, y quien literalmente selló el destino de Gran Bretaña con esa misma espada que puso en manos del rey. Simplemente no lo entendía.
— Así que... Bedivere, ho? No Merlin, otra vez... Ya veo... Es... Es un placer conocerte... Es, es muy gracioso ¿Sabes? Tendré que llamarte por tu nombre de pila, ya que ahora cada vez que diga "Saber", tendré a tres servants atendiendo a mi llamado a la vez... Es muy divertido, muy divertido.
La voz de la criatura peliazul sonaba crispada. Su rostro mostraba una sonrisa cálida y resplandeciente y, sin embargo, emitía un aura gélida de mala muerte, literalmente haciendo que descendiera la temperatura a su alrededor. Por si acaso fuera poco, al terminar su diálogo el demonio rompió a carcajadas secas y rotas; una risa de desesperación, acompañada de una ira incontrolable que liberó en forma de un grito lleno de cólera. Sus manos se congelaron al instante, de forma literal pues liberaban un aire helado, a la par que creó una espada de hielo en su mano derecha y la arrojó contra la pared, haciéndola romperse en pedazos. El limo había perdido la compostura de un momento a otro, haciendo esfuerzos sobrehumanos por mantener su rabieta a raya.
— E-escucha... —temblaba levemente al hablar, dirigiendo sus palabras al espíritu recién invocado— Yo... Me disculpo, de ninguna forma es esto tu culpa, no quiero dirigir mi ira hacia ti. Mi nombre... Mi nombre es Rimuru Tempest, Gran Rey Demonio. Te he invocado por accidente tratando de traer a la vida a Merlin. Me he equivocado en algo, aún no sé cuál ha sido mi error... Pero vale, está bien. Planeado o no, te he invocado en este mundo, y ahora debo ser responsable de mis actos. Por tanto, seré tu master tal como es debido y trabajaremos juntos. Espero que nos llevemos bien, Vere-kun
Mostró una sonrisa amable y triste. De solo ver al Rey Demonio se le notaba cuán quebrantada estaba, en parte por su rotundo fracaso, y en parte por el abrumador gasto de maná que requiere invocar a un espíritu heróico sin un grial de por medio. Parecía que iba a desplomarse en llanto en cualquier momento o que iba a desmayarse por el coste de energía del ritual. Aún así, se mantuvo firme y le dio un buen apretón de manos al caballero. Le habría dado una palmada en el hombro, si no fuera aquel tan alto. La diferencia era notoria, Rimuru medía 40 centímetros menos que Bedivere, y pesaba justo la mitad que él. El limo era incluso más bajo que la servant que le acompañaba, a quien a propósito introdujo a continuación.
— Vere-kun, supongo que no hace falta que haga presentaciones —dijo cálidamente, poniendo una mano en el hombro de la joven rubia de ojos esmeraldas— pero, por favor haced una reverencia ante su alteza, el Rey de los Caballeros y de mi corazón, Arturia Pendragon. Mi rey, he aquí Sir Bedivere~
Eso último lo dijo el limo con una voz más jovial y pícara, casi bromista, más característica en su persona. Aún así, realizó una suave reverencia ante el rey de los caballeros, para luego hacerse un lado y permitir que ambos puedan saludarse como es debido. Rimuru no entendía la magnitud del encuentro que estaba formando en ese momento. Jamás había tenido a nadie a quién extrañar, ni mucho menos un reencuentro inesperado. Pero, ahora que cierta hechicera caprichosa de coletas azabaches a quien veía como a una hermana había partido lejos, imaginaba que se sentiría feliz si algún día sus caminos volvían a cruzarse, y pensaba que quizá estos dos podrían sentirse de la misma forma.
— ¿H-he?
Aunque la invocación había funcionado, lejos estaba de ser un éxito en la opinión del rey demonio. Quien fue convocado desde el trono de los héroes, en contra de todo pronóstico, resultó no ser el Mago de las Flores, sino un caballero de la mesa redonda. Más exactamente Bedivere, de quien Rimuru Tempest conocía ya bastante a estas alturas debido a sus largas sesiones de estudio sobre las leyendas arturicas. Sin embargo, no terminaba de comprender cómo pudo terminar invocando al fiel del rey antes que al propio Merlín, quien puso la espada en la piedra, quien entrenó a Arturia como caballero y como Rey, y quien literalmente selló el destino de Gran Bretaña con esa misma espada que puso en manos del rey. Simplemente no lo entendía.
— Así que... Bedivere, ho? No Merlin, otra vez... Ya veo... Es... Es un placer conocerte... Es, es muy gracioso ¿Sabes? Tendré que llamarte por tu nombre de pila, ya que ahora cada vez que diga "Saber", tendré a tres servants atendiendo a mi llamado a la vez... Es muy divertido, muy divertido.
La voz de la criatura peliazul sonaba crispada. Su rostro mostraba una sonrisa cálida y resplandeciente y, sin embargo, emitía un aura gélida de mala muerte, literalmente haciendo que descendiera la temperatura a su alrededor. Por si acaso fuera poco, al terminar su diálogo el demonio rompió a carcajadas secas y rotas; una risa de desesperación, acompañada de una ira incontrolable que liberó en forma de un grito lleno de cólera. Sus manos se congelaron al instante, de forma literal pues liberaban un aire helado, a la par que creó una espada de hielo en su mano derecha y la arrojó contra la pared, haciéndola romperse en pedazos. El limo había perdido la compostura de un momento a otro, haciendo esfuerzos sobrehumanos por mantener su rabieta a raya.
— E-escucha... —temblaba levemente al hablar, dirigiendo sus palabras al espíritu recién invocado— Yo... Me disculpo, de ninguna forma es esto tu culpa, no quiero dirigir mi ira hacia ti. Mi nombre... Mi nombre es Rimuru Tempest, Gran Rey Demonio. Te he invocado por accidente tratando de traer a la vida a Merlin. Me he equivocado en algo, aún no sé cuál ha sido mi error... Pero vale, está bien. Planeado o no, te he invocado en este mundo, y ahora debo ser responsable de mis actos. Por tanto, seré tu master tal como es debido y trabajaremos juntos. Espero que nos llevemos bien, Vere-kun
Mostró una sonrisa amable y triste. De solo ver al Rey Demonio se le notaba cuán quebrantada estaba, en parte por su rotundo fracaso, y en parte por el abrumador gasto de maná que requiere invocar a un espíritu heróico sin un grial de por medio. Parecía que iba a desplomarse en llanto en cualquier momento o que iba a desmayarse por el coste de energía del ritual. Aún así, se mantuvo firme y le dio un buen apretón de manos al caballero. Le habría dado una palmada en el hombro, si no fuera aquel tan alto. La diferencia era notoria, Rimuru medía 40 centímetros menos que Bedivere, y pesaba justo la mitad que él. El limo era incluso más bajo que la servant que le acompañaba, a quien a propósito introdujo a continuación.
— Vere-kun, supongo que no hace falta que haga presentaciones —dijo cálidamente, poniendo una mano en el hombro de la joven rubia de ojos esmeraldas— pero, por favor haced una reverencia ante su alteza, el Rey de los Caballeros y de mi corazón, Arturia Pendragon. Mi rey, he aquí Sir Bedivere~
Eso último lo dijo el limo con una voz más jovial y pícara, casi bromista, más característica en su persona. Aún así, realizó una suave reverencia ante el rey de los caballeros, para luego hacerse un lado y permitir que ambos puedan saludarse como es debido. Rimuru no entendía la magnitud del encuentro que estaba formando en ese momento. Jamás había tenido a nadie a quién extrañar, ni mucho menos un reencuentro inesperado. Pero, ahora que cierta hechicera caprichosa de coletas azabaches a quien veía como a una hermana había partido lejos, imaginaba que se sentiría feliz si algún día sus caminos volvían a cruzarse, y pensaba que quizá estos dos podrían sentirse de la misma forma.
Rimuru Tempest
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