"El amor es el reencuentro de dos almas que desean ser una"

"El amor es el reencuentro de dos almas que desean ser una"


...


Todo estaba dando vueltas, sus sentidos estaban desubicados y sentía que todo dentro y fuera de ella estaba dando vueltas. Erza recordaba haberse sentido de aquella forma una sola vez antes en su vida, aquella vez en su regreso de Edolas a su propio mundo. Cayó en algo suave, en pasto. ¿Acaso estaba de regreso en Edolas? No, aquello no era posible. En Edolas ya no había magia. En ese caso, ¿qué acababa de suceder? Un momento se encontraba en la ciudad de Malba por un trabajo, y después algún tipo de portal la absorbió sin perdón alguno. El portal se cerró tan rápido como se abrió, dejándola sin una manera obvia de regreso a casa. Y ahora, se encontraba ahí, donde sea que fuera. Rápidamente se reequipo con su espada, complementando la armadura Kreuz que ya traía puesta desde Malba.  Una vez de pie observó a su alrededor, notando que definitivamente ya no se encontraba en la ciudad de antes, y dudaba que fuera Fiore. Se sentía… diferente.

Frunció el ceño, ciertamente no estaba del todo asustada, más bien se encontró molesta. Si no regresaba a Malba estaría tarde para el trabajo, y Erza Scarlet nunca había llegado tarde a un trabajo de clase s. Esa no sería su primera vez, o por lo menos eso pensó. El futuro tenía otros planes para ella. Erza se volteó bruscamente al escuchar pasos en su dirección, y una vez que divisó la figura, sintió como el aire abandonaba sus pulmones. Aquella figura, ese cabello, incluso en ropas diferentes y a gran distancia  lo reconocería en cualquier lugar. Le tomó un segundo poder respirar de nuevo, apretó el agarre en su espada al grado que su guante metálico causó dolor en su mano, pero ahí seguía. No era un sueño, pero tampoco podía ser verdad. Jellal había desaparecido hace cuatro años de una manera inexplicable, sin dejar rastro alguno. Eso casi la destruyó, después de todo lo que habían pasado juntos, justo cuando sus crímenes fueron perdonados por el Rey y después de tantos años tenía la oportunidad de vivir para él, había desaparecido. Por eso mismo, por todas esas noches en las que su única compañía habían sido sus propias lágrimas, no podía permitirse tener esperanzas de manera tan fácil.

―¿Erza?

Cuatro años, habían sido cuatro años desde que había escuchado su nombre ser pronunciado por sus labios, cuatro años desde que alguien había dicho su nombre de aquella manera que sólo él podía. Trató de decir su nombre, pero nada salía de su boca. Perdió toda capacidad de pensar, de hablar, de todo en aquel momento. Ahí, frente a ella, se encontraba Jellal. Lo observó por un par de segundos que parecieron años, desde su cabellera azul, aquellos ojos marrones con los que soñó tantas veces, hasta sus manos. Trató de tomar cada detalle de él, si eso era un sueño planeaba aprovecharlo.

Y entonces, con un paso largo Jellal acortó la distancia entre ellos, quedándose a tan sólo unos centímetros de ella, y sin más la rodeó con sus brazos. Por más desprevenida que tomó a Erza, no dudo ni un segundo en enterrar su rostro en su pecho. Si por un momento había pensado que eso era un sueño ahora estaba convencida de lo contrario. El calor que emanaba de su cuerpo, la manera en la que sus brazos la sostenían contra él, el latido de su corazón, era real.

Después de cuatro años, finalmente lo había encontrado, y esta vez no planeaba dejarlo ir.


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Sonidos:

Una noche más estaba de guardia en una de esas extensas playas blancas de la Isla Rokkenjima. La luna se reflejaba en múltiples parches platinados sobre el mar, como si su destello se alargara hasta tocar donde arena y mar se acariciaban en vaivén. La salina brisa que soplaba se hacía cada vez más gélida, mas por raro que parezca eso le gustaba más, pues le ayudaba a sentirse más real.

Mientras divagaba en los rincones de sus pensamientos, que luchando contra enemigos por aquí, y ayudando estudiantes por acá, logró adueñarse de un segundo de cómo habían sido sus cuatro años acá: duros y bellos momentos se conjugaban en su historia. Todavía se acordaba de cómo llegó y cómo Erza se aparecía de vez en cuando en su mente.

Arrastró su cansada vista a las flamas trenzándose sobre esos crepitantes leños. Las pavezas seguían la corriente del viento y la fogata dejaba un aroma similar a la canela tostada. Suspiró y cubrió sus rodillas con sus manos para poner echar su mente a andar. El día de mañana sería muy pesado, y es que las cosas en el mundo parecían colgarse de un acantilado. Solo quería estar con los suyos.

Pero... escucha unos pasos...¿De quién se trataría? Alzó la vista y lo primero que vio fue un flequillo bermellón tapando uno de sus almendrados orbes.

¿Sería una alucinación? Mientras la fogata contorneada su cuerpo de matices naranjas y dorados, pudo ver flamear al sibilante viento esos largos cabellos de color carmesí. Su rostro fino y esa mirada dura forjada por los golpes de la vida, y esa armadura que reflejaba borrosamente las flamas que crepitaban. No había duda de que era ella misma. Sí, la mujer que habitaba en cada rincón de su alma estaba allí mismo. Todas las noches había soñado con este momento. Noches de lágrimas y esperanza.

— ¿Erza? — preguntó con trémula voz que se desvanecía al viento. Momentos así lo hacían cuestionarse de la realidad, y también le quitaban el aliento. Se puso de pie mas sus piernas no querían responderle por esta fuerte impresión. Jellal parecía estar remachado al piso, con su par de orbes conectados a los de la guerrera. Dio un paso adelante, y otro para abrazarla con la fuerza del sol y sus estrellas, haciendo hundir su faz en su pecho.

Desde luego que ella podía oír con claridad los latidos de su corazón, ese corazón que había anhelado por tanto tiempo querer juntarse con ella. — Gracias. Gracias. Gracias... gracias al Cielo, — repetía mientras aguantaba sus lágrimas, — ¿Dónde has estado...? — y al instante se dio cuenta del absurdo de su pregunta. Jellal fue el que se fue de Earthland primero. Había muchas cosas que explicar y contar, pero ya habría tiempo para eso, pues en la vida hay tiempo para todo.

— Te extrañé mucho, ¿Estás bien? ¿Tienes hambre? — ya no portaba su atuendo original sino que una polera de color naranjo y un abrigo de cuello alto de un azul marino bastante oscuro. Las cosas habían cambiado, sin embargo, lo que el peliazul tenía en el pecho por ella jamás había mutado. Juntó su frente con la de ella y permitió que el silencio con las olas del mar hablaran lo que no se podía comunicar con terrenales palabras. La flama seguía tan viva como siempre.

Erza se mantuvo ahí, admirandole. Sabía que no necesitaba decir nada, todo lo que sentía en aquel momento ni siquiera ella misma lo sabía explicar, más estaba escrito en su rostro, en la manera en la que sus ojos brillaban al verlo, en la manera en la que se aferraba a él.

Erza negó ante su última pregunta, verdaderamente la comida era lo último que pasaba por su mente en aquel momento —También te extrañe, no sabes cuánto—respondió en un murmuro. En otros tiempos se hubiera rehusado a usar esas palabras exactas, o de demostrar tanto afecto, pero esto no era nada por lo que hubieran pasado antes. —Estoy bien, estoy bien ahora que estás aquí.

Tenía miedo de que si lo soltaba se iba a desvanecer como en sus sueños y volvería a estar sola. El simple hecho de recordar aquellos tiempos, hace cuatro años, cuando se enteró de la desaparición de Jellal eran un tormento, el haberlos vivido lo habían sido aún más. Sin pensarlo dos veces Erza se había dirigido al lugar en el que Jellal había ido por última vez, buscando cualquier rastro de él. Al principio trató de no inquietarse demasiado, después de todo Jellal era más que capaz de cuidarse sólo. Era un mago poderoso y una persona con mucha destreza, y bueno, su dedicación tampoco era la más segura. Más no había encontrado ninguna pista, Meredy no tenía la más remota idea de que pudo haber sucedido, y meses después aún no lograba rastrearlo. Fue entonces cuando comenzó a preocuparse más, cuando finalmente dejó caer la máscara y mostrar abiertamente lo que verdaderamente sentía. Pero incluso entonces, había tenido al Gremio con ella, a su familia de Fairy Tail, a sus mejores amigos; Natsu, Lucy, y la pequeña Wendy. Ellos le daban fuerzas para continuar, siempre habían estado ahí para ella, hasta que poco a poco desaparecieron por igual, dejándola completamente sola. Natus, Lucy, Gray y Wendy. ¿Acaso…?

—Jellal, —murmuró, más sin poder contener su preocupación y curiosidad preguntó en voz más alta la siguiente vez, alejando su frente de la de él solo lo suficiente para poder verle bien—Los demás, Wendy, Lucy, Natsu y Gray, ¿también están aquí? Dónde sea que aquí es…

Había la posibilidad, por más estrecha que fuera, de que en efecto sus sospechas fueran ciertas. Cada uno de ellos había desaparecido de la misma manera que Jellal, rápidamente, sin previo aviso y sin rastro alguno. Erza mantuvo su mirada en él, y aunque hubiera separado sus frentes aún mantenía sus brazos alrededor de su torso, debajo de su abrigo, disfrutando de su calor y cercanía. Tenía demasiadas preguntas, estaba confundida, irrevocablemente feliz, curiosa, y tenía que admitir que hasta cierto punto temerosa. Si Jellal había estado en aquel lugar desconocido por tanto tiempo, ¿acaso era por qué no podía regresar? ¿Era una misión? Todas aquellas preguntas las iba a formular en algún momento, pero podían esperar. En aquel momento tenía a Jellal, y eso era lo único en su mente.

Estar en sus brazos era una sensación inefable. Sentía que sus pies se encontraban ingrávidos al escuchar la profunda voz de Erza resonar tan cerca. Alivio. Eso era lo que sentía. Tenía tanto miedo que a la distancia, algo desafortunado a truncar los sueños de la pelirroja, el temor de no volverle trastornaba su capacidad para dormir. Solo quería saber que estaba feliz. Y ahora he aquí sus flameantes cabellos ondulando al ritmo del marino viento. Sí, a veces los sueños se hacen realidad

El peliazul, con la mirada clavada al suelo, asintió ante la pregunta. Sus compañeros estaban acá en este planeta llamado "Tierra", un mundo donde tecnología y magia danzaban en espiral. — Sí, están acá. No sé cómo habrán llegado, pero... — comentó suspirando. Se aleja dos pasos, y trata de explicar lo que ha sucedido. Siente como si tuviera un nudo en la garganta. Se masajea la mejilla, quizá eso le ayudaba a soltar algo de tensión. Pasa sus orbes por los bellos jardines que se veían a lo lejos con un gran castillo construido en ese cerro.

— Hubo una especie de portal. Entre allí buscando actividad de gremios oscuros, y entonces ví, — tomó un pequeño vale con agua y apagó la fogata, — Monstruos, seres abominables. Mucho más fuertes que Acnologia en este mundo. Tenía miedo de que llegaran a Ishgar, así que me quedé en este mundo para no permitirles el paso, — con el fuego apagado ya casi todo estaba en penumbra salvo por el cielo cuya tela nocturna iba ganando terreno. Solo había un atardecer de color rojo y violeta con ligeras estrellas salpicadas con descuido.

— Me quedé acá en esta academia. Aprendí mucho. Me enfrenté con enemigos terribles. Hice amigos también, — llevó sus ojos de nuevo hacia ella. La oscuridad se apoderaba de la playa. Entonces, coloca la mano sobre el hombro de la contraria y le regala una sutil sonrisa. — pero ahora que estás aquí, es el mejor lugar del universo, — sus ojos brillaban. En ese momento, poco a poco, los faroles de la calle paralela a esa playa comenzaron a iluminarse, y así también con el castillo y la academia. Quién sabe las locas aventuras locas que le traería este nuevo mundo a la mujer de la armadura. No obstante, sí podía tener certeza de algo: Jellal estaría allí a su lado para hacerle frente a lo malo y disfrutar juntos de lo bueno.

— Te mostraré tu habitación, — el peliazul caminó hacia aquella calle adornaba de sendas filas de faroles cuya luz amarilla iluminaba el camino compuesto de piedras calizas. Se giró, y ya la noche se había desplomado sobre ellos. La aventura de Erza comenzaría mañana mismo.

La sensación de alivió que se apoderó de Erza al escuchar que el resto de sus amigos también se encontraban ahí fue instantáneamente suplida por horror ante la mención de aquellos monstruos, ¿acaso era posible? Varios y más poderosos que Acnalogia, no los podía siquiera imaginar. Y todo ese tiempo, Jellal había estado ahí para prevenir que aquellos seres se derramaran a Ishgar, a su mundo. Aquello respondía una de sus preguntas, ahora se encontraba en otro mundo. Prestó atención a sus palabras, ciertamente la incertidumbre de todos esos años ahora se había convertido en curiosidad por saber todo lo que había hecho Jellal esos años. Varias veces había pensado sobre eso, imaginando diferentes situaciones o razones que explicaran su desaparición. Y, ahora ahí estaba el, contándole.

Una sonrisa tenue y dolorosamente sincera apareció en el rostro de Erza ante el comentario de Jellal, ciertamente podrían estar enfrentándose a Tártaros nuevamente, pero si el estaba ahí con ella, incluso ese lugar también sería el mejor del universo después de tanto tiempo. Erza desvió su mirada más allá de Jellal, a la calle siendo iluminada que se dirigía hacia la academia, aunque ciertamente parecía más un castillo. Era, sin duda, hermoso. Si ese era el lugar en el que Jellal había vivido todos esos años, le alegraba. Varios de los escenarios que había pensado eran mucho peores, escenarios de los cuales ahora podía deshacerse.

Por un segundo se imagino a los demás, a Natsu contrastando tanto con tal lugar, Lucy regañándolo por sus modales, Gray desaprobando de ambos entre las sombras y Wendy simplemente riéndose de todo. Al fin, todos juntos de nuevo. Alzó su rostro al cielo, soltando un largo suspiro, un suspiro de paz. Asintió a las palabras de Jellal, alcanzándole en el camino. Estaba segura de que aquel lugar le traería varias aventuras, pruebas, y demás, pero si estaba junto a Jellal y sus amigos estaba segura de que podía enfrentar lo que el destino le tirase enfrente.

—Entonces, ¿es una academia?—preguntó una vez que estuvo a su lado. —Y las criaturas de las que hablas, ¿qué son? —la lista de preguntas simplemente crecía más y más, y estaba segura que a medida de que fuera descubriendo aquel lugar simplemente se alargaría aún más. Pero, eso estaba bien, por qué ahora lo tenía a él para responderlas. No tenía planeado regresar en ningún tiempo cercano, si había posibilidad de que aquellos monstruos llegaran a su mundo, Erza haría lo imposible para prevenirlo. Acnalogia, un solo ser, había causado tanta destrucción y dolor en su mundo que no podía siquiera imaginar lo que unos más poderosos que dicho dragón pudieran ocasionar. Ciertamente no quería saber, pero estaba dispuesta a detenerlos.

—¿Quién más vive ahí?—continuó, mirando hacia su destino. Era enorme, ciertamente mucha gente vivía ahí, ¿pero quienes eran? —¿Y en qué mundo estamos?—preguntó por último, soltó un pequeño resoplido y colocó su mano en su frente. —Perdón, son muchas preguntas, pero... estoy confundida. —admitió en un tono más calmado, prácticamente susurrando. No le gustaba ignorar la situación a su alrededor, y en el momento no sabía casi nada.

— Sí, es una academia; y sobre las criaturas, he visto espíritus con espadas, vampiros, humanos mutantes, brujas que pueden matar con tan solo pronunciar unas palabras. Al parecer vienen de otros mundos como el nuestro, — comentó con un semblante serio mientras caminaba por esa calle de piedra caliza iluminada ampliamente por esos faroles. No sabía mucho de estos seres, solo conocía ese inmenso poder de quebrar ejércitos enteros. Su piel ya había probado las heridas que estas entidades provocaban. Meses antes, Jellal se había enfrentado a un enemigo que lo había dejado lisiado de sus piernas. No obstante, fue curado en en la misma academia. Las llagas hechas con magia tardan en sanar. — Está bien, Erza. Yo también quedé tan perplejo como tú al llegar a este mundo, — ya estaban en la academia subiendo las escaleras hasta la puerta principal. Estaba iluminada desde sus cimientos a sus tejados. La sonrisa tímida de Jellal emitía cierto aire de calidez al pensar quiénes componían esa academia.

— Además de Fairy Tail, hay espadachines, magos, detectives, espíritus, humanos mecánicos, caballeros mágicos así como tú, — le miró brevemente a sus ojos ralentizando su caminar, y luego siguió subiendo las escaleras. Muchos alumnos y profesores de la Academia le hacían recordar cómo eran las cosas en su planeta de origen. — Estamos en mundo que conecta a otros mundos como Earthland. Aún no sabemos por qué, pero estamos a punto de descubrirlo, — abrió la pequeña puerta al lado de los grandes portones. Había un pasillo iluminado lleno de cuadros, y también dos hombres musculosos bien vestidos con horrendas de macho cabrío.

— Buenas noches. — saludó Jellal. Los mayordomos de terrible aspecto hicieron una reverencia con la mano en el pecho. Se quedaban ahí para custodiar quién salía y entraba. Erza no les daba ninguna pizca de inseguridad. También le hicieron esa reverencia. — Son los "muebles". Protegen a los estudiantes y profesores. — podrían parecer enemigos, pero no. Abrió la puerta del final del pasillo, y se mostró ante ellos un gran salón hecho de candelabros, dos escaleras alfombradas en carmesí y ventanales amplios. Un par de alumnos estaban sentados allí revisando unos libros.

— Bienvenida, Erza. Sígueme, por favor — el peliazul bostezó una ligera sonrisa casi imperceptible. Subió por la escalera de la derecha y siguió ese camino. Iba directo a las habitaciones de damas. Caminaron aproximadamente unos 15 minutos hablando sobre las comodidades de este castillo y finalmente se detuvieron ante una puerta. Llevó la mano al picaporte y la abrió con sutileza. Encendió la luz. Había cama, escritorio e incluso dos puertas abiertas que conducían al baño y a la cocina. Estaba limpia y vacía. Había un lugar para ella acá, para que siga sus ideales en este mundo y defienda a los más desvalidos. Así era ella, alguien que lucharía hasta el final por los indefensos.

No sabía que más decir. Se formó un silencio que evidenciaba que el joven mago no quería despedirse. Quería pasar más tiempo con ella. Todo el tiempo del mundo, pero qué era una noche más si ella ya estaba acá.