Clase de escudos mágicos (Cherie + libre)

Era una mañana parcialmente despejada, con nubes diseminadas como algodón por el cielo, esparcidas a pinceladas dibujando y mezclando el celeste con tonos macilentos. Estaban en una de las varias playas de Legacy, lucían como sacadas del paraíso con arena fina y blanca, y arboledas de palmeras que decoraban la costa. Se escuchaba el suave rugido del mar y también algunas gaviotas a lo alto. Hora de trabajar, hora de enseñar. El Estado de Ossor pisaba con todo su poder casi la totalidad del país, y era hora de que una nueva generación de héroes se alzara contra estas injusticias.

— Buenos días, alumnos. ¿Cómo están? — preguntó Jellal mientras que se sobaba el rostro con la mano. Era evidente que el mal sueño le estaba haciendo efectos, y es que con tantas luchas en sus hombros, el peliazul se sentía desgastado. Le era frustrante no sentirse como hace años atrás en que estaba fresco como brisa marina. Tantos golpes y situaciones habían minado mente, cuerpo y alma.

— Hoy vamos a aprender a hacer escudos con su magia. Es probable que el oponente les dispare proyectiles de todo tipo y más vale estar preparado, ¿Tienen alguna pregunta? — estaban en la playa, y allí había una pequeña mesa con distintas clases de armas. Entre ellas una pistola y una ballesta. Eran para poner a prueba los escudos mágicos de cada alumno. No era algo tan complicado de hacer.

— ¿Quién quiere comenzar? — su cuerpo comenzó a brillar de un color dorado. El enorme poder de Jellal se sentía cálido, como poner las manos en dirección a una fogata. No por nada era llamado uno de los magos santos.

Adaptarse nunca es sencillo. Eso es algo que Cherie conocía de primera mano, la experiencia de años siendo la chica nueva a donde quiera que iba.

Y esta vez no era la excepción. Aunque claro, con la pequeña variante de que, además de ser nueva en la academia, lo era en un mundo completamente desconocido. Con criaturas sorprendentes, magia y cosas con las que ni en sus más alocados sueños se atrevió a soñar, pero ahora es una realidad que le tiene allí: bostezando a primera hora en la mañana, justo en el momento en el que el profesor decide hacer acto de presencia y…

Tuvo un sentimiento de familiaridad. O más bien, empatía. El pobre sujeto se veía tan cansado que fue imposible no empatizar con él. Conocía ese sentimiento, entre clases, tareas, aventuras de madrugada y evitar ser comida de una molesta bola de algodón, el cansancio acumulado terminó siendo una cosa pesada sobre sus hombros y cansancio por debajo de los ojos.

Y aun así, no se veía tan demacrada como él. Debía estarlo pasando mucho peor.

— Uh, sisi. Yo. — Hablo mientras alzaba una mano, para que la ubicase mejor. — Primero que nada, ¡Buenos días, profesor! y en segundo… ¿Qué pasa si esas cosas nos dan?

Esta vez señaló las armas que tenía en sus manos. La mueca de desconfianza se formó automáticamente en sus labios.

— Es que, no tengo seguro. ¿Lo podemos demandar? — Las miradas que recibió de los demás presentes lograron cohibirla un poco. Había hablado de más, nuevamente. — IHHHH, Quiero decir, ¡Me ofrezco como tributo! Yo inicio.

Ya que al parecer nadie mas quería hacerlo, y ella quería que olvidasen la gran idiotez que acababa de decir…

Al mal paso, darle prisa.

— ¿Qué es lo que tengo que hacer, Profe? — Cherie se colocó frente a él. El brillo dorado que emanaba… era sorprendente, cálido. Fue imposible que los ojos no le brillaran con emoción, ¿Alguna vez llegaría a ser asi? Se sentía motivada.