Drifting apart or coming together? (Priv. Jyu)

Todo era diferente.


Jyu ya no recordaba ya siquiera los tiempos cuando tuvo que volverse al mundo, cuando, obsesionado por alcanzar aquella persona, había desdeñado de todo lo que había dejado en aquel mundo, en aquella persona a la que ahora denominaba hermana. No, él seguía sin ser digno. Pero al menos había saneado un poco de sus problemas. La mujer de las llamas, allá en su mundo, le había enrostrado al hombre el egoísmo del cual había estado naciendo su obsesión, y cuando recapacitó, pudo verlo, su poder verdadero. Aquel poder que le hubiese permitido escalar La Torre, y acabar con toda su búsqueda.


De cierta forma, él había regresado a la luz. Pero el buscar a esa mujer continuaba siendo una cuenta pendiente, ya no con tanto interés, pero de una forma que aún ataba al otrora aspirante a Asesino. Perseguido, este mundo era para él un refugio, una evasión de una realidad que él estaba muy a punto de tener que afrontar. Pero no era para él un problema por ahora. Había tiempo para ello. Debía meditar las palabras de "Aquel poder", y avanzar definitivamente en Revolución, el poder supremo, y poder sobrepasar a Hoaquín, la amenaza latente.


Fue por ello que accedió a esto. Jyu había vuelto para ver a su hermana. La hermana que era ahora la mujer del hombre al que alguna vez vio como el mejor amigo que había conseguido en este mundo. Pero cómo podían verse ambos a la cara ahora? Las circunstancias habían alejado a los dos hombres, al punto de que no se habían hablado desde de Jyu fuese botado de su mundo por segunda vez. Jyu había regresado a la luz. Pero ello no le impedía mantener ciertos nubarrones en su mente. Los nubarrones que de repente le provocaban los residuos de aquel ser espiritualmente parásito que de él había sido la existencia de Aiden Baelfire. - ... Ha pasado tanto tiempo. Ya no recuerdo las veces que te he visto con otra forma y aspecto. Pareces esa especie de médico alienígena del que Maebara me habló una vez. - El chico comentó con descaro. Claro, ser asertivo no era su fuerte. Pero se suponía que ella no sabía que Jyu estaba en conocimiento de la relación de su "hermana" y su "mejor amigo". Y sinceramente, era mejor que así fuese. O ya no habría lugar en este mundo o el otro donde el joven tuviese descanso.


- Cómo estoy, es algo que no importa. - El fuego poligonal tras su espalda se encendió. Él sabía a qué venía, y lo que había estado haciendo. Ante todos Jyu no era aún más que el hombre oscurecido y derruido que se había aliado al enemigo (Que ya no existía, Würtemberg se alió a Legacy en pos de un enemigo común, a pesar de que el hombre continuaba exibiendo los colores rojos de la academia germánica) para conseguir su objetivo. Nadie sabía que él había, efectivamente, recapacitado. Pero ahora, como enemigo de sus pares, nadie iba a creer que había echado pie atrás a sus pasos. O es lo que él temía. - Sabes a qué vengo. Quiero ser más fuerte. Y confío en lo que has ido aprendiendo. -

- Acá nos encontramos, no allá... No pudo haber sido de otro modo. - El hombre repitió con desgano bien fingido. Más allá del acto, el hecho de que en su infancia no hubiese conocido a nadie más que a Rachel no era un acto en sí, sino la cruda verdad. De ahí devenía la revelación, la decepción, aquella pregunta sin respuesta de una maestra que abandonó a un discípulo que veía a tal maestro como algo más, aún si ese algo más había sido pisoteado y escupido hace ya tanto tiempo.

Ese espacio que había sido reemplazado lentamente por otra persona. Más, la pregunta quedaba impunemente sin responder. Aquel juramento, de ver las estrellas bajo el cielo, sobre la torre que todo lo promete y todo lo quita.

Sus manos se incendiaron. Jyu no tenía tiempo para andar perdiendo en preámbulos. Para ellos, él aún era el hombre oscurecido, dispuesto a todo por una posibilidad de regresar. Y así debía ser. Estás sufriendo porque hay alguien con más poder que tú. Alguien que siempre estará por encima, dispuesto a hundirte! La voz etérea resonó en su cabeza. Llévame al exterior y te haré la criatura viviente que se colocará encima de la torre. Tienes el potencial, el potencial para ser EL AMO DE TODO! Los recuerdos fluían.

Pero él, había dejado eso atrás. Con este poder, algún día serás el Rey que haga que todos se inclinen ante tí, y mandarás por encima de ellos! Entonces, por qué estaba ahí, luchando contra su propia hermana? Deseo de conocimiento? Ira? Indignación? Celos? Sólo un impulso animal? Sus manos volvieron a tomar su color normal. Contra los fuegos fatuos, aparecieron cinco, siete, nueve puntos de luz. Él la miro. Vio ese orbe tras la espalda de la muchacha. Estaba de verdad tratando de imitar a La Espina? Eso era aún un poder que él no podía dominar totalmente. Ella seguramente se mataría si tratara de dominarlo. Si tratara de hacer todo lo que le hicieron a él con el sólo objeto de ser compatible con La Espina. No. Ella debía estar manipulando un intento de Espina muy inferior. Y podía ser más una desventaja para ella que una ventaja. O quizá era un sustituto de una ralea menor, más fácil de dominar. Lo cual quizá fuese desventaja para él.

De todas formas, él no estaba aquí para combatir contra un clon de sí mismo. Había cosas que él podía aprender de ella. La resilencia de Aiden se lo sugería. Jyu no estaba dispuesto a luchar con alguien que lo imitara. Debía luchar contra la portadora de los secretos druídicos, no contra la persona que copiaba a Jyu Viole.

- Ven. - Dijo en una voz casi carente de toda emoción.

Una inspiración. Otra exhalación en consecuencia. Inhalar. Exhalar. Base de su poder, pero que también aparejaban una verdad innegable. Eran el exponente mas básico del efecto primordial de la vida. Algo que Alice Dieu le había enseñado, la primera joven que le recibió en La Tierra.

Causa y consecuencia. La exhalación era consecuencia de la inhalación, y a la vez causa de la inhalación siguiente. Respirar provocaba el efecto de su propia continuidad infinita, y a la vez, sus consecuencias eran diversas, más encasillables -Para evitar un aburrido discurso sobre anatomía- dentro del conjunto de la manutención de vida estable. Por cada causa, había una consecuencia. Una consecuencia, a su vez, era otra causa, la cual generaba una nueva consecuencia. Era algo que él entendía bien.

Y tal como su respiración, este encuentro con gusto agrio, sería algo que tendría una consecuencia mayor.

Él lo recordaba, Aidan ya había pasado por tantas cosas, que decir que era mestiza era un halago. Él, seguramente -Aunque con mucha modestia dicho- era más fuerte que ella. Pero quizá ella era más que él, y podía improvisar mejor. No sólo era la artífice de conjuros dánaan, también tenía cosas de ángel, de demonio, de vampiro...

Vampiro. Los recuerdos de Aiden, y su deseo de venganza, vívido aunque aplacado y sin culpa, se inyectaron en su mente como aire a las venas. Recalcitrante. Pero lo peor era que indudablemente, eso no tenía razón de estar ahí. Eso no tenía motivo para seguír ahí. Y, sin embargo, había saltado, turbando su mente en la penumbra.

Por qué Aiden, el que se supone había dejado la faz del mundo definitivamente?

Una respuesta que no tendría respuesta. O por lo menos no cuando el descuido provocado por aquella visión repentina.


El rodillazo sólo sirvió para despertarlo. Pero no para ver la reacción de después. Una a una las espinas se enterraron en su cuerpo. Partiendo huesos y vasos sanguíneos. Profirió un grito sordo, el cual no podía ser escuchado. El vacío a su alrededor no transmitía sonido alguno. Y tampoco la respiración. Porque si no podía respirar, no podía generar Shinsoo, y era no más grande que un humano común.

Ese era el talón de Aquiles máximo del Manipulador de Ondas. Que no había Shinsoo nativo en el oxígeno terrestre, por lo que tenía que generarlo de una forma alternativa. Y Alice le había enseñado a generarla mediante respiración, por lo que se había quedado y bastado muy bien con eso.

Ahora. Aidan no sólo había usado un recurso que trajo a Aiden a la luz de vuelta, y con ello, agarrarle de guardia baja. Sino que también había cortado directamente su fuente de energía. Jyu se desplomó como un muñeco, y hubiese caído al suelo definitivamente de no ser porque ahora era la carne de un montón de brochetas de madera. Había sido un truco muy sucio, en verdad. El tipo de combate que no se dan un par de hermanos, sino que la lucha brutal de dos enemigos a muerte.

Dentro de la convulsa mente del joven, eso no era más que causas terribles de la duda y la desconfianza que se habían adherido inmediatamente al rango de las consecuencias.