La montaña de la Bruja Carabusse (Tyrande + libre)

Jellal vio su reloj. Faltaban poco para las diez de la noche. Estaba abrigado con una bufanda, una chaqueta, un gorro de lana y equipado de una gran mochila negra. La nieve que caía tapaba su visión. Solo veía arboleda por todos lados y una gran luna llena que era ocluida por un manchón negro. La ventisca le entraba hasta los huesos. El frío era infinito. Solo pensamientos de estar con Erza, con sus amigos y en una playa, le ofrecía algo de calidez en esa gélida noche. Echó una maldición por la boca y se detuvo un poco.

La colina que estaba escalando era muy empinada. Usaba zapatos especiales para no resbalarse y caer convertido en una bola de nieve. Sin embargo, y antes de lo esperado, se fue reincorporando lentamente en ese cerrito. — Tengo sed. — cerró sus ojos, quitó la cantimplora de su mochila, pero se encontraba congelada. La guardó allí mismo. Total, luego podría hacer una fogata dentro de una caverna. Así entonces, el peliazul siguió subiendo hasta llegar a un viejo bosque.

Instaló una carpa, y afuera juntó unas piedras para hacer un fuego. Tomó unos cuantos periódicos viejos y fabricó un pequeño fuego, al cual se sentó y extendió las manos para calentarse un poco. ¿Por qué estaría allí? La respuesta era simple. Se sospechaba de una poderosa bruja que moraba acá, que se decía que había envenenado las aguas del río. Como Jellal estaba dispuesto a pagar cada uno de sus pecados, defendería a los seres vivos sin siquiera trepidar. Luego, escuchó un sonido, uno que ya parecía conocer.

Tyrande había recibido un pequeño aviso de que alguien estaba envenenando las aguas de uno de los ríos que provenía de las montañas, ese agua era excelente por que salía de las blancas nieves que al leve calor del sol producían esos riachuelos de agua tan clara como un cristal. Se le había informado que el lugar donde todo empezaba era una de las montañas más alas y que posiblemente fuese una bruja quien lo estaba provocando, así que suspiró y decidió ir a averiguar cual era el verdadero origen de tal anomalía.

Tomó una de las capas que tenía, pues no necesitaba demasiada protección ya que el fuego de su interior la calentaba tanto como para casi ir con un bañador en la fría nieve. Aún así se calzó con unas botas de cuero y unos pantalones también de cuero y comenzó su andanza hasta la montaña. Caminó lentamente hasta alcanzar la cima de la montaña, había sentído el frío cortante en sus mejillas pero en vez de temblar era como si simplemente le templara el cuerpo. Caminó con paso lento en busca de aquel problema y así estaba cuando alcanzó a divisar en la distancia lo que parecía ser el humo de una fogata.

Caminó con paso lento para acercarse con cautela y fue cuando lo vio, era él, al parecer siempre estaba en casi todos los líos, pero aun así se acercó y lo miró.

-Vaya, que haces por aquí?-le preguntó mientras miraba lo que parecía ser un campamento.

— ¿Qué hago yo aquí? — preguntó de forma retórica, llevando sus orbes cafés desde la contraria hasta la fogata, viendo cómo danzaban las llamas, crepitando, y calmando la angustia interna que tenía el peliazul. Éste, cerrando sus ojos como inundado por algo, suspiró, y luego se frotó las manos. No evitó pensar en su forma de Siegrain, cuando atacó al árbol, y también a Tyrande. No era él precisamente, pero aun así sentía que había hecho mal.

Alzó de nuevo ambas manos al fuego, como para calentarse, y luego respondió en un tono lóbrego, comedido, y muy serio; algo normal, pues Jellal era alguien así. — Vengo a purificarme de mis pecados, — soltó—, vengo a ver qué rayos pasa aquí que hay un río contaminado — añadió mientras se ponía de pie. El joven Fernandes seguía comprometido en todo lo que era la naturaleza, pues, después de tantos destrozos, alguien tenía que pagar.

— ¿Qué haces aquí? — replicó con una pregunta. Se dirigió al borde de la cueva, y las estrellas brillaban cándidamente en los cielos. Tal vez esa gran nube larga y horizontal, que cada vez más tapaba la luna le daba un tinte tétrico, pero el panorama era realmente hermoso. No había nadie más que ellos dos.

Fue entonces, cuando se escuchó una carcajada. Una terrible y aguda, compuesta como por varias voces en una, tal como si se riera una especie de poseído o algo así. Jellal, con una seriedad extrema, miró directamente a Tyrande, y sin pensarlo dos veces, se puso un gorro de lana y corrió hacia el exterior para investigar la fuente de dicha macabra risa.

Tyrande lo miró durante unos segundos, al parecer tenía mucho frío, ella por el contrario sentía que esa brisa era fresca. Escuchó esas palabras y ladeó la cabeza, al parecer tenían el mismo propósito, se acercó a la hoguera haciendo que la nieve crujiese bajo sus pies, se agachó y clavó sus ojos en ese rojo y naranja fuego, podía captar las pequeñas chispas azuladas que de vez en cuando se hacían presentes.

-Lo mismo que tú, he recibido un pequeño chivatazo de que alguien esta envenenando uno de los ríos.-soltó mientras giraba sus plateados ojos hacia el joven.-No deberías haber venido solo.-comentó con voz firme.

Observó como éste se levantaba y se dirigía hacia una cueva cercana para después mirar hacia el cielo, la nieve hacía que el lugar pareciese más puro que cualquier sitio donde hubiese estado, fue en ese momento cuando se escuchó la carcajada, haciendo que Tyrande se pusiese en pie como un resorte. Sintió la mirada del chico y como éste reaccionaba, chasqueó la lengua en disconformidad y negando con la cabeza lo siguió.

La cueva era oscura y lóbrega además de húmeda, esa humedad se clavaba en los pulmones consiguiendo que con cada bocanada costase un poco más respirar. Alcanzó enseguida al chico y lo detuvo sujetándolo del hombro, aunque no lo creyese estaba haciendo demasiado ruido, le señaló que se mantuviese en silencio.

-No debemos correr, nos acabaremos asfixiando.-soltó mirándolo.-Deberías sentir que está hechizada.-y así era, enseguida se pudieron ver las runas que conjuraban los hechizos de defensa, Tyrande frunció el ceño ¿qué estaba pasando?

Tyrande lo detuvo. Fue algo gracioso que la elfa nocturna, que hace medio año estaba dispuesta a sacarle la maldad a patadas, ahora le aconsejaba y le ayudaba. De inmediato, y al sentir su toque, el puño de Jellal se relajó, y tal como había dicho ella, unas runas de un amarillo-anaranjado aparecieron refulgientes. El lugar estaba hechizado. — Diablos. — maldijo Jellal, y luego proyectó su mirada hacia la caverna.

Su voz retumbaba y provocaba un eco corto. No había más sonido que el continuo baile de la fogata, y el crujir de la nieve al ser hollada. Llevó ambas palmas a sus mejillas, dándose dos pequeñas cachetadas. — Parece que debemos ir a la única vía que tenemos ahora. — señaló tal agujero negro que tenía el tamaño de una puerta, El peliazul, de forma valiente se acercó paso a paso y entró allí. — Fire magic! Hyoko! — gruñó, haciendo que de su mano se prendiera una llama verde, y la cueva mostró sus relieves. Era más grande de lo que pensaba.

— Yo me pregunto hacia dónde vamos — comentó cuando apareció una luz amarilla que daba calor. Caminaba hacia allá, y ahora podía ver con claridad lo que les esperaba al otro lado: un bosque de hojas muertas, un otoño dorado con un clima templado. Arqueó una ceja. ¿Qué demonios pasaba acá? Estaban en pleno invierno y dentro de una caverna se escondía un sitio así. Era algo que rompía con la lógica.

Entonces, el muchacho revisando sus múltiples bolsillos sacó su brújula y esta giraba descontroladamente. — ¿Qué es este lugar? ¿En qué reino estamos, Tyrande? — preguntó mientras caminaba hacia un árbol. Éste no tenía ningún olor. No había olor a tierra, fango, flores o polen. Tampoco había sonidos, como si ningún animal existiera acá. No había nada de nada, solo una arboleda infinita, que se extendía kilómetros y kilómetros. Y así, de nuevo, se escucha esa risa demoníaca, y esta vez justo detrás de ambos.

Tyrande lo había detenido, era cierto que no estaba muy contenta con ese chico después de todo lo sucedido, pero tampoco iba a permitir que le pasase nada y menos en su guardia, aunque para ella todas las noches eran su guardia. Miró el lugar con profunda atención, algo protegía ese sitio, una magia oscura y ancestral, escuchó las palabras del chico y optó por seguirlo, observó cómo salía de su mano la llama verde y comenzaron a caminar.

La llama danzaba, creando a su alrededor pequeños movimientos en las rocas, mostrando de esa manera como era aquel lugar. Le parecía por un lado aterrador pero por otro la atraía como la miel a las moscas. Escuchó las palabras del chico cuando la luz amarilla les inundó y aunque podía haber pronunciado algunas palabras optó por mantenerse en silencio y observar. Poco tardaron en cruzar la luz y llegar a un lugar que la dejó sin palabras, literalmente, miró aquel sitio y sintió el calor que provenía del sol, frunció el ceño y giró la vista hacia atrás. Pudo comprobar que ahí estaba la cueva, pero tras ella seguía habiendo bosque.

Escuchó lo que decía y tragó saliva, era raro, pues hacía apenas unos minutos era noche cerrada, observó la brújula y chasqueó la lengua, fue en el momento que escuchó la risa tras de ella cuando se giró en tensión, hacía un segundo no había nada tras de ellos, y ahora tampoco, arqueó la ceja y volvió a mirar hacia la brújula.

-No sé dónde estamos, conozco muchos bosques pero este no me llega a sonar.-comentó mientras seguía escuchando la risa.-Tal vez sea el único lugar donde esa bruja pueda existir.-soltó mientras dirigía su mirada hacia el bosque.

Era extraño pero no había sonido de pájaros ni insectos, ese bosque no tenía vida, solo esa risa que los envolvía. Suspiró y sacó el arco para así tenerlo más cerca por si había que atacar. Miró al joven.

-Caminemos y busquemos a esa bruja, pero no pierdas de vista el lugar de donde hemos salido, o posiblemente acabemos atrapados.-ella también lo vigilaría, pero debían tener todos los sentidos en todo.-Intentemos no separarnos.

Y así es como empezaron a caminar por aquel bosque.

Nota:

El bosque de eterno otoño era ciertamente aterrador. Como no había vida alguna, daba a pensar que esos árboles grandes y amarillos eran simplemente una ilusión, o bien una proyección mental de la bruja o lo que fuese. El joven peliazul encendió su mano, y le arrojó una bola de fuego a un tronco de por allí cerca, el sector carbonizado tenía forma de cruz. — Andando, — señaló, y luego siguió caminando por aquel sendero sin césped que se extendía hasta un horizonte sin fin.

— Nunca he estado en un lugar así. Creo que es otra dimensión. — Comentó a la elfa nocturna. Las risas de esa mujer rebotaban de un sector a otro, como si el lugar exacto no existiera; de hecho, que la bruja estuviera por doquier. Así entonces, y pasados unos seis minutos aproximadamente, Jellal se dio media vuelta y vio un tronco con una quemadura y una cruz. — Diablos, hemos estado caminando en círculos, — apretó los puños. — Está bien, no me queda de otra. — juntó las palmas de sus manos y cerró sus ojos. El calor empezó a aumentar con cada segundo más, y de pronto, una esfera de fuego rodea a Jellal.

— ¡Gah! — exclama y libera esa energía, haciendo que las llamas alcanzaran a todos los árboles, excepto a Tyrande, claro. La precisión de Fernandes había incrementado. — No te enojes, Tyrande. Esos no son árboles de verdad. Son parte... de ella. — y una silueta nebulosa, con un aura maligna apareció. Era una mujer pálida, de cabellos oscuros y ojos blancos sin iris. Era muy larga, y sus uñas eran prácticamente filosas garras, como las que tendría un halcón. — Meteor! — exclamó el joven mientras se lanzaba contra ella, pero la bruja se hundió en el piso, y se "teletransportó" cerca de Tyrande, muy cerca, a no más de 10 centímetros.

Pero el muchacho con cabello de zafiro, se dio una vuelta en U y logró darle un puñetazo certero en la cara de esa horrenda mujer. — Creo que estamos dentro de ella... — lanzó un comentario, mientras sus ojos se dirigían por doquier, como esperando que la malvada atacara otra vez. Y así, entonces, algo detrás de Jellal se empezó a mover.

Tyrande observó en silencio como hacia la marca en el árbol, aunque era cierto que no le hacía ninguna gracia dañar a los árboles sabía que en ese momento era más que necesario realizar esa acción. El había pedido disculpas y en ese momento no pensaba echarle nada en cara con respecto a eso. Camino mientras meditaba todo lo que le acababa de decirle, la risa era extraña pues parecía estar cerca pero lejos a la vez así que posiblemente fuese otra dimensión. Lo peor de todo fue cuando se percataron de que posiblemente estaban dando vueltas y eso no era nada bueno.

Tyrande chasqueo la lengua incomoda pues no sabía muy bien cómo actuar, pero su compañero tras pedirle disculpas comenzó a lanzar haces de fuego a los árboles, pero en vez de arder lo que sucedió fue algo insólito, una sombra apareció haciendo que Tyrande sacase el arco, pero Jellal fue más rápido haciendo que la bruja se fundiese en el suelo y apareciese a su lado, la pillo de imprevisto y de nuevo Jellal se adelantó.

-Si esa idea es cierta, cualquier daño que hagamos al bosque también se lo haremos a ella.-comento mientras apuntaba hacia un punto cualquiera.

Pero en ese momento algo comenzó a moverse tras del joven, Tyrande se giró con agilidad y lanzó una flecha haciendo que lo que fuese desapareciese, la flecha se clavo en uno de los árboles vibrando por la fuerza. Lo que no esperaba la joven era que la sabia del árbol la absorbiese haciendo a la flecha parte de él. La joven alzo una ceja y tras eso frunció el ceño, no sabía cómo saldrían de esa. Tomó otra de sus flechas y la incendió con su fuego interior, más que incendiarla ella misma saco el fuego de la punta. Tras eso la lanzó con fuerza, se pudo ver cómo el bíceps derecho se agrandaba y tras eso la soltó atravesando ese mismo árbol y haciéndolo explotar.

La risa que se escuchaba se detuvo de golpe haciendo que el lugar quedase en profundo silencio, tras eso un profundo grito hizo que la elfa se tapase los oídos con fuerz mientras apretaba los dientes.

Lo que sucedió claramente desafiaba a las leyes de la lógica. Un árbol acababa de explotar como si fuera un petardo, y justamente, esa risa había sido apagada, y un grito ensordecedor hizo presencia retumando los oídos del peliazul. Jellal, de forma rauda, se acercó a la elfa nocturna, e invocó un escudo de aire, — Kaze! — gritó, para que las ondas sonoras rebotaran y se desviaran a otra parte. Lo bueno, es que Jellal sabía mucho de ciencias, por lo que a veces eso ayudaba a su contribución como guerrero. Esta técnica era similar con la que se había enfrentado a Tyrande por primera vez.

— Tú y yo siempre nos metemos en un lío — mencionó, y entonces, de pronto, el bosque desaparece, y lo que parecían ser árboles, se transformaron en columnas carnosas y de un hórrido color rojo. El suelo era pegajoso. El panorama era oscuro y con un fétido olor por el aire, muy similar a lo que es el vómito y también pescado podrido, un olor que no se iba de la nariz. — Qué asco... ¿lo sientes? — y luego, se escucha otra vez esa risa macabra, y un sonido burbujeante. Jellal alzó la vista, y lo que observó fue dantesco: una especie de lago de un líquido verdoso y opaco, y que desafiando a las leyes de la gravedad, se encontraba en una pared de esa cueva gelatinosa. El líquido emitía un vapor y burbujeaba, se notaba que estaba muy caliente.

Entonces, a unos aproximadamente 100 metros, una apertura blanca se abrió. Esa especie de lago comenzó a "desplazarse" hacia ellos. — ¡Es ácido! ¡Corramos! — Exclamó el joven, y se echó a la marcha, corriendo sobre las colinas de carne y huesos. Qué repugnante era estar dentro de semejante ser, y ver que una ola de ácido te sigue; peor, como guinda de la torta, cada vez esa luz se hacía cada vez más pequeña.

— ¡Flechas astrales! — abrió la palma de su mano y quitó de enfrente una especie de gusano con muchos dientes bien filudo, que se aproximaba hacia él para atacarlo, mientras que Tyrande tenía otro en frente. Había que llegar rápido.

Tyrande observó como el chico se posicionaba a su lado y colocaba una de sus manos frente a ella para de esta manera hacer que un escudo apareciese, pudo ver que la bruja les atacaba lanzando miles de ondas debido a ese grito atronador, pero gracias al escudo que Jellal había invocado éstas se desviaban sin mayor dificultad. Escuchó las palabras que pronunció y giró su vista, clavando sus plateados ojos sobre él.

-Ciertamente nunca nos aburrimos.-sentenció mientras volvía de nuevo la vista hacia su enemigo, pues era todo el lugar, aun así se pudo atisbar una pequeña sonrisa grabada en la comisura de los labios de la joven. En ese momento los árboles comenzaron a fundirse y mostrar el verdadero panorama del lugar. Tyrande sintió como el olor repugnante entraba por sus fosas nasales y tuvo que colocar su dorsal de la mano derecha sobre los agujeros de la nariz para intentar evitar que ese horripilante olor entrase más por ellas.-Es como si ese olor se pudiese masticar...-comentó.

Pero aun así la cosa no terminaba ahí; sintió como el suelo se reblandecía, creando bajo sus pies como una cama de agua que se movía lentamente, al mirar hacia abajo puso cara de asco pues una baba verdosa cubría sus pies, elevó uno de ellos pudiendo comprobar como se expandía sin romperse como si fuese queso fundido, sacudió el pie para intentar apartar esa asquerosidad, pero de nada servía pues estaba en todo el lugar. Fue en ese momento cuando escuchó a Jellal gritar y lo vio salir corriendo, giró la cabeza hacia el lugar donde él miraba y lo pudo ver, ese ácido se acercaba hacia ellos, despacio, pero sin detenerse.

-Pero que mierda...-murmuró.

Sin tardar comenzó a correr hacia la misma dirección que su compañero, que les depararía el siguiente movimiento, no lo sabía, pero debían salir de ahí como fuese o serían digeridos. Aun así la cosa no terminaba ahí de nuevo, tanto ella como Jellal fueron atacados por enormes gusanos de afilados dientes, Tyrande alzó una ceja y chasqueó la lengua.

-Creo que debería pensar en hacerse una pequeña desparasitación.-soltó como un intento de broma. Pudo ver como el gusano era derrotado por Jellal, ella en cambio no tenía tanta distancia para poder lanzar una flecha y acabar con el ser, aún así tomó su arco y como si fuera una espada, lo introdujo por la enorme boca del gusano y lo clavó en su cráneo haciendo que saliese atravesando la cabeza del ser. Sintió como uno de esos colmillos se clavaban en su brazo, pero no le importó pues acabó con la criatura. Al sacar la mano se llevó el colmillo con ella, pues aun estaba clavado en su antebrazo, miró a su compañero.-Corramos o acabará por alcanzarnos.

La luz seguía empequeñeciéndose y pudo ver que era el canal pilórico de un estómago, sintió asco pues parecía que si se los habían tragado y ya no era eso sino que los estaban digiriendo, ¿que iban ahora a las tripas de la bruja? pues iba a tener una buena indigestión. Tyrande corría, sintiendo bajo sus pies como la baba se pegaba e intentaba hacer su paso más lento, pero no se amedrentó continuó corriendo aun viendo como los gusanos seguían apareciendo.

-Maldita bruja...-comentó mientras se detenía y apuntaba hacia arriba para de esa manera lanzar una gran cantidad de flechas que empezaron a atravesar a gusanos a diestro y siniestro.-Esto empieza a ser personal.-comentó mientras volvía a correr.

De nuevo, aparecieron dos gusanos a cada lado. Esto se estaba infestando de estos parásitos dirigidos por esa temible bruja. — ¡Flechas celestiales! — y les cerró las fauces a las lombrices. Sin embargo, lo que más le aterraba era el hecho de que la salida cada vez se hacía más dificultosa, pues el interior se estaba oscureciendo más y más. — Tyrande ¿puedes tirar una flecha entre medio de la apertura? Eso nos daría más tiempo. — comentó el peliazul mientras corría "cerro arriba" lo que parecía ser un montículo hecho de venas y sabe Dios qué cosa.

— A la cuenta de tres, salta y agárrate de mi cintura. — las piernas de Jellal empezaron a cobrar brillo. Sus pies se encendieron como dos lámparas, y luego ese mismo brillo le subió hasta la cintura. — ¡Ahora! — gritó el joven mientras saltó, — Meteor! — y salió volando como un verdadero hombre-bala, era rapidísimo. Tanto que se formó un zumbido en los oídos, pues el aire se cortaba por la rapidez del peliazul. Puso la mirada en frente y estaba a punto de cerrarse, y... ¡lograron escapar!

El poder de Fernandes se cortó, y volvieron a esa caverna, pero esta vez vieron un terrible monstruo.
Una lombriz gigante de tres cabezas, que emitía un gruñido enorme. Era anillada, y medía aproximadamente unos 10 metros de alto. Se arrastraba y rompía las rocas por donde pasaba. — Así que ésta es la verdadera bruja. — comentó.

Tyrande estaba empezando a sentir repulsa debido al fuerte olor y la cantidad de parásitos, además que eran horribles. Observó cómo su acompañante atacaba a los enemigos de igual forma que ella hacía, en ese momento tenía una flecha explosiva cuando escuchó la voz de Jellal y sin pensarlo hizo lo que le dijo, la flecha salió disparada hacia la apertura y explotó en el momento que terminaba de cerrarse. El agujero se abrió al instante mientras temblaba debido a la onda.

Seguían corriendo y obedeció cuando dijo que saltase para sujetarse en su cintura, realmente lo hizo con mucha agilidad pues disponía de ella. Fue en ese momento cuando la velocidad aumentó haciendo que el pelo de Tyrande la golpease cual látigo, aunque se había abierto ahora la abertura se cerraba con más velocidad, pero aun así alcanzaron a entrar.

Cuando la velocidad se detuvo, Tyrande posicionó los pies en el suelo y por extraño que pareciese esperó un poco pues se había mareado, entonces el sonido de un gruñido la hizo volver a la realidad. Fue en ese momento cuando vio el enorme gusano, demasiado grande para la caverna, por lo que al moverse destrozaba todo a su paso. Ella afirmó ante la confirmación de Jellal, era extraño que una bruja fuese de esa forma, pero algo en ella le decía que así era.

-Hay que destruirla antes de que continúe envenenándolo todo a su paso.-soltó la elfa mientras tomaba otra de sus flechas.-Intentaré distraerla, mientras tanto busca la forma de encontrar su punto débil.

Soltó para después echarse a correr y de esa forma hacer que la lombriz la siguiese mientras se disponía a disparar las flechas.

Esta abominación era la bruja. Era como uno de esos monstruos en ciencia ficción o misterio, que provenían del espacio exterior o de una dimensión caótica. El peliazul entrecerró los ojos y suspiró. Estaba acostumbrado a enfrentarse a criaturas, pero nunca había en su vida visto algo así. ¿Cuál sería su punto débil? La lombriz comenzó a perseguir a Tyrande, y mientras se arrastraba rompió unos segmentos del suelo que fueron eyectados hacia Jellal, el cual, apoyó su brazo en el suelo y se impulsó para saltar los trozos.

Acto seguido, el joven corrió hacia la parte media del monstruo, abrió su mano para lanzar sus flechas celestiales -proyectiles mágicos- pero nada. Esto cada vez se estaba complicando más. Juntó sus manos, y le lanzó una llamarada de fuego. Nada. Algo había que esta aberración era prácticamente invulnerable. Esto no se podía solucionar con simples poderes para derrotar a enemigos pequeños, había que usar más energía.

— Tyrande, usaré un ataque mágico, pero necesito concentrarme. Si pudieras distraerlo y alejarlo de mí, nos caería bien para ganarle. — sentenció, al tiempo que juntó sus palmas y su cuerpo entero comenzó a refulgir de una especie de blanco que molestaba la vista. La cueva se iluminó por completa, y entonces una especie de esfera apareció sobre la cabeza del astromago; y otra más. Iba a realizar su ataque especial, pero para eso tendría que concentrar muchas energías. De seguro, su compañera se haría cargo una vez sus energías se agotaran.

Tyrande intentaba conseguir alcanzar al enemigo mientras que Jellal lo intentaba por otro lado, pero ninguno de ellos conseguía alcanzar a su enemigo. Afirmó cuando Jellal le comentó sobre ese ataque, así que se dispuso a correr para de esa manera distraer a esa bruja que quería acabar con ellos, tomó aire y apuntó con una flecha al centro de la cabeza del ser.  Disparó y observó como la flecha alcanzaba su objetivo y comenzaba a perseguirla como si no hubiese un mañana, sonrió.

-No creo que consiga aguantarla mucho tiempo, así que por favor darte toda la prisa que puedas.-soltó corriendo.

Sentía que el cansancio se volvía evidente, entre lo anterior y el ataque de ese momento el cansancio se comenzaba a hacer evidente.

Ahora el cuerpo del peliazul brillaba como el sol. Le salían pequeñas chispas de sus pies, y se elevaban hasta lo más alto de la caverna. Era una verdadera antorcha humana. Acto seguido, un sello con varias inscripciones rúnicas se dibujó justo por debajo de la criatura. El suelo empezó a temblar, y las energías mágicas circulaban alrededor de Jellal, era un verdadero torbellino de energías, y es que las extraía del aire, de la tierra, del agua que estaban en esa misma caverna.

Solo un poco más. — ¡Ya! ¡Grand Chariot! — su cuerpo pierde luminosidad, y por encima del gusano aparecen siete cilindros muy luminosos e incandescentes. A una velocidad impresionante, esos siete "pilares" caen sobre el gusano provocando una explosión que llenó de luz todo junto con un gran sonido. El peliazul cayó de rodillas, y lo último que vio fue la figura del gusano siendo partida a la mitad. Se intentó poner de pie, pero resbaló, y gateando intentó acercarse a Tyrande. Jellal, había perdido muchas energías en ese ataque.

Se intentó poner de pie otra vez, y ahora se mantuvo, pero con sus piernas temblorosas y un hilo sangre que le recorría la frente. Maldición, estaba en aprietos.