Observación. {Mizore}

... Tercer día.

Ya habían sido varios los encuentros con las escaramuzas de los Retrógradas, pero al hombre aún le quedaban energías. Tan rebosante de vida como él era, ya había hecho algunos contactos mientras los Reformistas aparecían en su camino. Y estas personalidades habían sido muy poderosas: Una semi-elfa capaz de usar magia y una humana excepcional.

Pero hoy el hombre quería descansar unn poco.

- Oi, Konnosuke... Estás seguro de que no nos va a saltar algún Reformista hoy? En serio no tengo ganas de luchar,
menos ahora.. -
- ... Mutsunokami-san... No, al menos no en esta hora... -

Konnosuke le observa con sus orejitas caídas. Es natural, la labor de Konnosuke, como módulo informativo, es de hacer que cada miembro de la Touken Danshi haga un buen trabajo. Ciertamente, el hecho de que Mutsunokami esté en todo momento queriendo salir y divertirme no entra en su concepto de trabajo duro. Parecía de cierta forma como su capitán, siempre enfocado en su labor, aún si esta contraria a sus deseos.

Pero no tenía un caracter tan fuerte así que podía ser sobrellevado un poco.

Por suerte, la labor de hoy era sencilla. Exploración e infiltración en las instalaciones de la so dicha "Academia Legacy". Nada anormal, simplemente reconocimiento de terreno. Hasta ahora habían constatado un complejo muy extenso y entrevesado, lleno de salas y habitaciones. Pero al salir del castillo principal, los muros dejaban paso a enormes y verdes explanadas, algunas canchas deportivas, y cosas como invernaderos y gimnasios. Y, en especial...

- Oi oi oi oi! Eso que veo es un dojo? En serio? Aaaahahahaha! Ven, Konnosuke, podré practicar un poco aquí?
A que sí? -
- Mutsunokami-san, el trabajo... -
- Deja, deja. Va a ser solo un rato. -

Mutsunokami entonces, se entregó a sus placeres, olvidando completamente lo que la palabra "infiltración" significa. Habiéndose adentrado en la señorial instalación, el hombre sostuvo su arma afilada con ambas manos e inspiró profundamente. Bajando las manos con fuerza, el hombre abanicó su espada. Una. Dos. Tres. Cuarentaicinco. Cuarentaiseis. El pie derecho adelantado al izquierdo, formando un isóceles con las piernas. A veces adelantar un paso, pero con la maestría de que tal rectángulo fuese siempre igual. Midiendo los pasos y los movimientos mientras practicaba cortes verticales, el muchacho pasó también a cortes diagonales y horizontales, esperando de tal forma matar el día.

Total, ya era de tarde, se suponía que los estudiantes no debían de pasar ya por ahí.
Se suponía.

La joven pelo morado, había tenido un día algo ocupado. Estuvo reconstruyendo sus esculturas de la recepción. En una pelea unos alumnos las destrozaron por accidente. Como se le había vuelto un tipo de costumbre, caminaba por los caminos de legacy, sin rumbo alguno. Ella sabia que a estas horas era raro ver a algún alumno, fuera de su habitación la mayoría de seguro ya estaban durmiendo.

En una de las vueltas que dio caminando se encontró con una sombra entrando al área del Dojo.- De seguro es algún estudiante deseando practicar a escondidas... -En tan solo unos minutos se escuchaba sonidos extraños como de golpes, la curiosidad la mataba.- ¿¡que tipo de arte marcial estará practicando!? -Se pregunto, con pasos lo mas silenciosos posibles se acerco a la puerta del Dojo, asomo un poco su cabeza por la puerta, comenzando a observar a un joven entrenar con una Katana, sus movimientos eran limpios y perfectos. Sus pasos ligeros, era un profesional con su arma.

- Mira nada más qué pintoresco, una espada abanicando otra espada. Una mano fortalece a la otra, supongo. Setenta y dos, setenta y tres... -

Por ahora, el muchacho sólo hacía movimientos básicos de Kendo, abanicar su espada por arriba de la cabeza, en un corte vertical hasta abajo. Repetir esto una y otra vez. Comprender que en la energía no está la potencia del golpe. Un golpe poderoso sólo se llevará todo lo que tenga en frente. Para que el movimiento de la espada se traduzca en un corte recio, profundo y limpio, el secreto está, primeramente, en la muñeca.

Con flexibilidad en la muñeca que sostiene la espada, el golpe no llegará seco y se moverá en el contorno del objeto a cortar. Es un principio básico el combate con Katanas. Quizá con una espada occidental la cosa fuese menos técnica, porque al ser una hoja gruesa, masiva, no se dejaba fluir tanto por el viento y su movimiento dependía más de la fuerza empleada. Pero acá, el objetivo era realizar ataques veloces, el que desenvainaba primero, el que atacaba primero, el que cortaba la carne del enemigo antes, era el vencedor.

"Por lo mismo es que las armas de fuego son tan geniales", pensó mientras pasaba a cortes horizontales con ambos brazos. Derecha, izquierda. Lo mejor de todo era que tampoco requerían demasiado esfuerzo en emplearse. Sólo tener la suficiente rigidez con el brazo para apretar el gatillo. Un movimiento fácil de aprender y que podía devorar todo a su paso con una perfección y rango superiores a lo que una simple flecha podía hacer. La tecnología simplemente no paraba de sorprenderle.

- Mutsunokami-san, se aproxima un... -
- Lo sé, lo sé. Déjamelo a mí. Esta vez fue más evidente. -
- Sólo tenga cuidado. El individuo no parece ser un Retrógrada. -

Mutsunokami escuchó la advertencia del ente anaranjado con máscara blanca, similar a un zorro, que le acompañaba, y guardó la katana en su saya, cruzándose de brazos. Sabía que lo que estaba acechando, no era realmente algo a lo que llamaría a primera vista un enemigo.

- ... Me pregunto cuanto tiempo estarás ahí. Sal, antes de que te tome como a un Reformista, y eso no va a ser bonito, eh. -

Dijo con una sonrisa, nada más percatarse de que era observado. No era difícil vaticinar que alguien había llegado, no cuando la temperatura había bajado de aquella forma tan de repente. Al ser el alma de una espada, precisamente, era más sensible a los cambios de temperatura. Podía sentir el frío y el calor como si fuesen su propia enfermedad. Aunque claro, Konnosuke estaba ahí para indicarle si había algo cerca. Luego de todo, no estaba ahí para divertirse, sino para enterarse de lo que estaba por ocurrir con los Merak y el supuesto asalto de Legacy. Y claro, luego de la semi-elfa, y la extraña y animada super-humana... Mutsunokami ya estaba preparado para encontrarse cualquier cosa.

Aunque quizá lo que estaba por venir, era algo que al muchacho lo tomaría por hospitalaria sorpresa.

Mientras la presencia se revelaba a sí misma, Mutsunokami comenzó una sesión de cortes en diagonal con avance de pasos. Swish. Swoosh. Comienza a hacer más frío aún, raro. Será que se está acercando? el hombre repuso mientras el observador incógnito hacía acto de presencia.

... Es que sólo hay chicas hermosas en este sitio? Primero Medaka, la super humana de recio talante, Emilia, la semi-elfa, y ahora... Púrpura. Púrpura era el color que claramente dominaba en aquella joven. Púrpura su cabello que caía como brutal cascada. Una tez tan pálida como el de la semi elfa.

... Y eso. Eso era todo lo que le acercaba a Emilia. Emilia dominaba el mismo color, pero su traje era algo más de fantasía mundial, un traje hermoso que combinaba los este y oeste feudales, y era precioso por esto mismo. La vestimenta de esta muchacha era algo mucho más contemporáneo, casual. Y excepto por las largas medias que cubrían gran parte de los muslos, púrpura no había demasiado. Pero los colores que le acompañaban eran similares, y reforzaban la impresión del púrpura. Ojos violáceos, pero con un claro espectro azulino, como dos bolas de hielo azul de glaciar engarzadas como ojos. La ropa era una especie de hoodie pullover pero sin capucha ni hombros, en cuerpo blanco invierno, y azul marino los brazos. Bajo el cuello se apreciaban las tiras negras de una remera sin mangas bajo el mismo, las medias eran rematadas por unas zapatillas de marca, y la falda era lo más inmoralmente corto que había visto hasta ahora. Tanto que hasta se podía apreciar parte de un coqueto cinturón de cuero que estaba amarrado al muslo derecho.

Por donde lo vieres, era una colegiala. No alguien que inspiraba respeto y orden, como Kurokami, alguien que parecía más un espíritu libre.

Sólo que para apreciarla, tuvo que finalmente interrumpir su entrenamiento, envainar con parsimonia la katana y salir al pasillo del dojo.

- Eso es... Una estatua de hielo? Cómo hiciste eso? Estamos a 23 grados a la sombra!... O eso es lo que Konnosuke dice. En fin. Hay buenas chicas en este sitio, siendo sinceros. No estás exenta. -

De pronto se dio cuenta de que la chica aún estaba ensimismada en sus "Voy", como aún convenciéndose de que debía mostrarse -Fortuna que Mutsunokami fuese alguien tan extrovertido, o terminarían hablando a través de los muros-. La muchacha parecía alguien muy tímido. Indeciso. Quizá influenciable. Pero no parecía el tipo de persona que acusaría a alguien de tomar sin permiso prestado un dojo para entrenar.

... Probablemente iba a agradarle. Tenía habilidades de hielo? Quizá le sirviesen para combatir a los Reformistas....

Sabia y notaba la mirada de aquel hombre, el cual la miraba de arriba a bajo, pero no le tomo mucha importancia. Estaba mucho mas interesada haciendo los detalles de aquel árbol de tronco torcido, y hojas perfectamente pequeñas y detalladas. Incluso detallo la maceta en la que el árbol descansaba, pequeñas espirales y lineas para darle un aspecto elegante.- ¡Listo!

-Susurro con emoción volviéndose a acomodar viendo su pequeña escultura de 30 ancho x 15 de alto, sonrió sin mostrar los diente arreglo su vestimenta un poco, nada mas sacudió la tierra o polvo de sus rodillas y falda.- Me llamo Mizore Shirayuki un gusto... -Extendió su mano derecha y ladeo un poco su cabeza observando a detalle a aquel espadachin, como lo había hecho hacia un momento.- Si ... no se derretirá tan fácil... -Dijo mientras observaba nueva mente la estatua.

Hielo.

Realmente estaba creando hielo, convirtiéndolo en una obra de arquitectura natural soberbia. Un verdadero árbol de hielo, hecho con dedicación, detalle y esmero. Y es como si el hielo apareciese nada más a su contacto. Las hojas de aquel sauce lánguido eran perfectas y ovaladas, cristalinas como una lluvia de espejos. Algo fuera de lo común y ordinario.

Así es. Esta muchacha portaba un poder sobrenatural similar al de él. Era una youkai, de eso no cabía duda. Y no cualquiera: Una Yuki-onna genuina.

Mutsunokami se sorprendió. No esperaba toparse jamás con una doncella de las nieves. Y sin embargo, esta muchacha tan tímida y dispersa lo era. Una sorpresa, completamente. Y algo que tener en común. Luego de todo, él también era un Youkai. Artificial, pero lo era.

- Eres una Yuki-onna, verdad, Mizore? Eso es interesante... Por mi parte, soy un Tsukumogami. -

Tsukumogami. Una especie difundida de "youkai artificiales". Los espíritus de las cosas, las cuales cobran vida luego de siglos y siglos de abandono. Cuando el objeto abandonado cumplía 100 años de haber sido elaborado, su alma se extendía en la forma de un monstruo. Sólo que en su caso, había sido rescatado de su era por el Saniwa, y moldeado para ser un hombre eficiente, un guerrero capaz de proteger a las eras, como el Tsukumogami de una Katana de un héroe famoso.

- Mi nombre es Mutsunokami Yoshiyuki, soy el Tsukumogami de la Uchigatana de Sakamoto Ryouma, el mercader rebelde. No se supone que le diga esto a nadie, pero ya que somos compañeros youkai, puedo confiar en que me guardes el secreto, no es así, Mizore-han? -

Con una sonrisa amplia, el hombre confirió su identidad ante la Yuki-onna. No había ido tan adelante con Emilia al respecto, y esperaba no verse en la obligación de hacerlo. Pero con Mizore... La calidad de youkai tradicional les daba algo de complicidad. A pesar de que, desde luego, la parte en la que él era parte del escuadrón de una fuerza tradicionalista venida del futuro, era algo a ser tomado como secreto absoluto aún de ella.

¿ Eres un Yokai artificial ? - Pregunto mientras lo observaba de pies a cabeza detallando lo, centrando se en su magnifica espada. ¿ Esa era su unión al mundo terrenal ? Ladeo la cabeza hacia la derecha como un pajarito, vestimenta de un aprendiz a Samurai, una venda en la cabeza. todo lo hacían parecer un aprendiz, pero era todo lo contrario al utilizar su espada.-

Eres distinto... ¿C-como moriste? Para ser un yokai debes de morir.... - Pregunte mientras me sentaba en el piso de madera, situado en la entrada quería ver el cielo nocturno, y ver volar los espíritus de bajo nivel pero igual con su nivel de peligro.- ¿Tu puedes verlos también? -Pregunto su nuevo conocido le llenaba de curiosidad solo recordaba haber hablado tanto con Emilia su amiga usuaria del hielo.-

Habia, ignorado por completo su petición o eso quiso aparentar. Todos en ese lugar la consideraban una "maga" del hielo como Emilia o Gray fullbuster, le gustaba mantenerse así no quería que ellos supieran que solo era un espectro hecho para asustar y atormentar a los hombres, incluso algunas de sus parientes dejaban a sus hijos abandonados sin decirle a nadie. Habia tanta descendencia de Yuki-onnas en el mundo, pero nadie lo notaba.

Suspiro con pesadez observando a un cíclope, un ser tan adorable que podría ser la mascota de cualquiera pero a la vez no si probaba la sangre por primera vez.- ¿Que te trajo a este lugar espadachin? pensó mientras con una seña le invitaba a sentarse a su lado.-

- Bueeeno, sí y no. Los Tsukumogami si podemos generarnos de forma natural, pero conmigo sí fue algo diferente. Digamos que pasé por una "forja refinada" para obtener este aspecto. N-No es que lo eligiese, digamos que ahora sirvo a un señor que me necesita para unas cosas... Por lo mismo. No morí. Fui dejado de usar cuando mi señor murió. O mejor dicho, cuando fue asesinado. Luego pasaron algunos siglos, y adquirí consciencia de tanto esperar ser usado. Los Tsukumogami nacemos así. No nos "engendran" como a la mayoría de los Yokai. -

Mutsunokami respondió de esa manera a la gran mayoría de las preguntas de la muchacha. Era lamentable el no poder señalarle su misión, o qué buscaba, o a quiénes buscaba. Porque claramente no estaba acá para apoyar a Legacy. Más bien había venido para mantener el flujo del tiempo. Porque era supuesto que Legacy era el bando vencedor contra las invasiones de Merak, y la guerra terminaría de su lado.

Pero había fuerzas dispuestas a cambiar ese hecho, no sólo la propia Merak. Y era a causa de estas "fuerzas", que Mutsunokami estaba aquí. Una vez fuesen derrotadas, y el destino asegurado, el espadachín abandonaría esa época, volvería a la ciudadela del Saniwa, y sería enviado con su división a una nueva misión. Siempre pasaba así.

Por lo mismo, le era más aconsejable tratar de no involucrarse, no inmiscuirse en los asuntos de los demás. Porque serían "unos conocidos más que terminaría abandonando" como a tantos otros.

Sin embargo, la muchacha le preguntó algo aparte.

"Puedes verlos?"

Sí, se refería a los espíritus. Era una suerte que ya hubiese conocido a Emilia antes. Ver a los espíritus menores no era cosa de todos los youkai de forma innata, pero al ser seres con cierto orden mágico, podían aprender a hacerlo. Y rápidamente. Mutsunokami había sido de estas personas. Ahora, ver aquellas luces brillantes flotando alrededor, era algo de un cotidiano que había dejado de molestarle desde que despertó ese día.

- Los espíritus de la naturaleza? Me enseñaron a verlos. Es una compañía agradable, no crees? Como una linterna para las noches sin pago alguno. Es un buen negocio el tenerlos cerca. Haha! Onee-san... Ella los trata con gran amor. -

Brazos al torso, la Uchigatana sonrió ampliamente. Recordar las palabras de Emilia era un relajo. La joven era realmente hermosa, pero aún así se notaba distante, como perdida en otro lugar -Al contrario de Mizore, cuya falta de atención parecía natural- se preguntó alguna vez si ella añoraba su antigua tierra, y él lo entendería.

Luego de todo, él también extrañaba de alguna forma, la mano del mercader.

Mutsunokami ladeó la cabeza y afirmó de forma insegura. Sí, era verdad, podía ver al "espíritu adherido" a él. Luego de todo... Era el Tsukumogami de una espada. ÉL era el espíritu... Y podía decirse que su forma real, era la katana que llevaba en su saya. Luego de todo, los Tsukumogami eran los dioses de los objetos. Pero no dejaban de ser el objeto. Tal como los Karakasas eran los Tsukumogami de sus sombrillas, él era el Tsukumogami de su katana.

-  Eh? Oh, bueno... Ya terminé de practicar, de todos modos. Supongo que acompañarte un poco no está mal. -

Y así el muchacho siguió a la Yuki-onna. Era ella tan distante, muy al contrario de la energética Medaka o la cálida Emilia. Pero bueno, ella parecía ser así. Las Yuki-onnas eran seres que solían entregarse al abandono, estar alejadas de sus familias en bosques y montañas donde poder consumir la vida de los viajeros solitarios que tuviesen el mal tino de entrar a sus dominios. Un espectro cruel que  encuentra su estilo de vida en congelar a sus víctimas, y convertirlas en estatuas inmortales de hielo.  Sin embargo, a veces, cuando el amor las invade, suelen dejar libres a sus víctimas, perdonándoles la vida.

Al contrario por mucho de los Tsukumogamis, cuyo anhelo por instinto es encontrar a sus dueños, y rogar que les vuelvan a utilizar, en el lamento eterno de jamás hallarlos ya que, cuando un Tsukumogami nace, ya ha pasado un siglo, y eventualmente el dueño original ya había muerto.  Tal era el caso del joven; Ahora tenía consciencia propia, y era uno más de los youkai ingendrados, pero Sakamoto Ryouma, su amo, había muerto hace mucho tiempo. De no haber sido por la oportunidad que el Saniwa le dio, para luchar contra los Reformistas de vuelta en el período Bakumatsu...

Él pudo reencontrarse, con el mercader, una vez.

Al cabo que ambos eran seres opuestos. Mizore rechazaba el contacto por naturaleza. Mutsunokami lo ansiaba.

- Hm... Y cuanto tienes de tiempo acá? En la Academia, digo. Debes de tener una buena serie de amigos. O quizá sólo lo digo por complacencia. Hehehehe. -

Mutsunokami siguió hablando, aunque sólo fuese para sacarle a la muchacha un tema de conversación. Él lo sabía, Mizore no debía de tener demasiados amigos. De hecho, ahora mismo se estaba retractando de hacer una pregunta tan incómoda como aquella. Pero qué tan mal se la tomaría la muchacha? Era cosa que sólo ella podía responder.

¿Ya conoces toda la academia? - Pregunto mientras trataba de mantener la conversación, miraba nerviosa las luces que junto a la luna iluminaban la academia y sus cercanías de manera hermosa.
Solo con elevar un poco los pies se libro de su propio hielo.- Tengo pocos amigos.... Se me hace difícil comunicarme... - Respondió apenada mientras jugaba con sus dedos, era la conversación mas larga que ha logrado entablar desde Emilia. Ella era la única amiga que había hecho al llegar, luego llegaron los demás, Madara-Sempai, Jellal-Kun, Rias-chan, y Izuku-kun. - ¿Y usted? ¿Ha hecho muchos amigos? -Sonrió sin mostrara sus dientes mientras comenzaba a caminar por alrededor del dojo.