Un reencuentro digno del destino. (Esdeath y Tatsumi)

Decir que el viaje a nuevas tierras, lejanas de donde su cuerpo, mente y todo su ser estaban acostumbrados era sencillo, era una mentira digna de un niño de 13 años quien trataba de convencer a sus padres que no, no tomó alcohol. Y es que, en ocasiones, ni siquiera el joven más preparado para una batalla aguantaría tanto ajetreo de un viaje que para él fue totalmente incomodo. Y es irónico, quizá era el típico comportamiento perezoso de alguien que se ha encontrado tantas veces con la amarga muerte quien para su suerte, esta dulce entidad no ha decidido llevarlo con él.
Una montaña nevada, que para exagerar, era lo siguiente a estar nevada. Era el lugar adecuado para toda persona que vivió toda su vida en el desierto, muerto de calor y que buscaba como refrescarse, esté sería el lugar indicado. Una altura que, caerse de ahí ni siquiera los gatos soportarían semejante impacto y un frío que al más grande oso polar le estaría congelando los huevos. Así era aquella maldita montaña donde fue a parar tal valiente guerrero, tan jodido era el camino que tenía que tomar para llegar a su destino.

Tatsumi, una altura promedia, un cabello marrón y armado con una linda y llamativa espada, un vestuario de asesino conformado por una chaqueta tan blanca como la nieve, un suéter azulado debajo de la misma, pantalones negros como la noche y unas botas de combate del mismo color. Aquellos colores oscuros que desbordaban de su apariencia y vestimenta, eran la silueta que se reflejaba en aquella tierra blanquecina con aquel clima congela testículos.
Era un recién llegado a esas tierras, mismo que automáticamente se acaba de autoproclamar como el más estúpido de todos al escoger el peor camino para llegar a la ciudad que tanto escuchó.  

—¡No vuelvo jamas, a seguir caminos por simple entrenamiento! ¡No, non! —

Gritó con enojo aquel viajero mientras se abrazaba así mismo en un intento inmediato de generar calor. Habría muerto inmediatamente de hipotermia en caso de que su bendecida armadura, no lo hubiera hecho evolucionar a tener una pequeña inmunidad al frío. Pero es que... No era completo, además de que... No llevaba la mendiga armadura puesta. ¿Por qué? Exactamente por pensar que caminar todo eso, soportar todo eso, ser masoquista un rato, sería bueno para su cuerpo y capacidad sirviendole de entrenamiento.
Pero igual, no era lo importante. Lo importante era que, a lo lejos, lograba ver una hermosa luz, resplandeciente como una estrella misma si es que acaso lo fuera, aunque cada vez que se acercaba se parecía más al sol.

Y efectivamente, lo fue. Se detuvo en el pie de la montaña, viendo al horizonte siendo espectador de unas vistas tan perfectas que era una lastima no tener una cámara para poder atrapar tan maravilloso recuerdo que era ver semejante tesoro.
Sin embargo, quizá era una sensación extraña. La misma que anteriormente ha conocido, que se podía interpretar como un pellizco bastante severo en parte trasera de su cuello, produciendo así un ardor bastante molesto. ¿Por qué pasaba eso? Simple, de todas las personas que ha conocido en sus tiempos, solo una logró ocasionar esa sensación.  Esperaba que solo era la emoción de llegar a un lugar diferente, una ciudad diferente, o bueno... Casi llegar a ella, quizá era su imaginación, deseaba por todos los cielos que fuera eso.

Cómo general del imperio no tenía absolutamente ni una ocupación de hace aproximadamente un mes. Los Jaegers estaban en exactamente la misma situación puesto que no se había obtenido algún tipo de nueva información sobre la presa, Night Raid. No había con que divertirse y ya comenzaba a sentirse exasperada. No tenía muy claro el porqué no había tomado por si misma la iniciativa de ir a "divertirse" por ahí teniendo en cuenta que podía hacer lo que quisiera con quién fuese que se le cruzara. Estuvo siendo muy paciente, le extrañaba incluso a si misma pero eso acababa de terminar hoy mismo. Partiría a las montañas del norte sola, como un viaje de regreso a su pasado. No tenía un objetivo en especial más que derrotar bestias peligrosas o ver cómo estaba el lugar. Hace muchísimos años que no iba a ver los alrededores de su pueblo natal. Fue así que, mientras rondaba por la zona de comercio de la capital, cambió de rumbo sin avisar absolutamente a nadie. ¿Debía ir a caballo? Seguramente, sonaba como la mejor idea pero, un caballo no sobrevivirá más de dos horas en un sitio tan frío. No tuvo más opción que optar por el camino que conocía de memoria desde el punto en el que estaba hasta las faldas de la montaña, en dónde el frío no abundaba como en la parte más alta. No tardó ni cinco minutos en conseguir un caballo para emprender camino, por lo que en cuanto se encontró encima de el lomo del animal, comenzó con el trayecto. Era raro para cualquiera ver a la general Esdeath cabalgando con tanta tranquilidad por la capital hasta las afueras sin el más mínimo cambio en su expresión pacífica y airosa de misterio. ¿Que es lo que piensa? Era lo que todos se preguntaban mientras la observaban a una distancia exagerada y con miedo encubierto de respeto.

Tras varias miradas de confusión y miedo, finalmente llegó hasta las faldas de la montaña. No se bajó de inmediato de su medio de transporte puesto que al llegar sintió algo de nostalgia y curiosidad a la vez, ¿Con que se encontraría luego de tantos años?. Seguramente habían más criaturas peligrosas, adaptadas al ambiente con el paso del tiempo, desarrollando nuevas habilidades y capacidades para sobrevivir en el medio. Acomodó su sombrero y de un salto ya se encontraba de pie en la superficie llena de protuberancias de tierra húmeda y fría. No sé preocupó por el animal puesto que sabía que volvería por su cuenta a la capital o tal vez se diese la libertad de escapar de las manos del humano. Era una incógnita que realmente no le preocupaba en ese momento. No era de su incumbencia, simplemente. A paso lento y seguro como siempre, avanzó por el camino que ya estaba marcado para subir con un poco más de facilidad a la montaña.

— Por lo que veo no hay presencias amenazando en la cercanía de esta posición, ¿Acaso extermine a todas las bestias? —

Rió con grandeza para si misma ante la posible respuesta a la ausencia de criaturas, no tenía otra explicación. Así fue que luego de un par de minutos caminando y explorando los alrededores con mucha cautela, consiguió acercarse a la punta, tan solo un par de metros más y ya estaría en la cima. Pero fue ahí que sintió una presencia extraña, no era la de una bestia, no se parecía en nada. Seguramente era un humano, pero ¿Que hacía una persona ahí? Podía morir de frío. Así fue que sin miedo alguno, acabó por acortar la distancia que la alejaba de la cima y una vez arriba, pudo ver a lo lejos una silueta al parecer masculina, de una persona más pequeña que ella. No sintió la necesidad de sacar su espada, no había peligro.

— Hey, niño. ¿Que haces acá? —

Exclamó al aire desde el otro extremo mientras la brisa fría movía su celeste cabello a su son, cómo la denominada reina de hielo, era obvio que no sentía el frío, lo disfrutaba porque era básicamente, su territorio. Es más, todo era su territorio. A paso lento y tranquilo, decidió acercarse más a dicha silueta, que aún seguía sin reconocer. Y de repente, sintió como si su corazón se detuviese de la emoción y la sorpresa que se llevó al notar que dicha silueta pertenecía a su amado Tatsumi, fue tanta la impresión que se llevó que se detuvo a un par de metros de él, con los labios entre abiertos y los ojos fijos en quién se encontraba con ella.

— T-tatsumi, No puedo creer que seas tú, nos volvemos a ver, ¿Dónde estuviste? —

Curvó los labios hacia arriba formando una pequeña sonrisa mientras sus mejillas se llenaban de un color rosado, el celeste de sus ojos parecía relucir más que nunca y, ¿Cómo no? Por fin podía ver al hombre de quién se enamoró.

— No te escaparas de mi a partir de ahora. —

Finalmente se acercó hasta él y lo abrazó contra su pecho, extrañaba tanto la sensación de estrechar su cuerpo contra el de ella.

Estuvo mirando hacia todos sus alrededores con atención, ya que aquella sensación tal cual un pellizco en su cien se hacía más notorio, lo desesperaba de más a un punto de hacerlo sentir "amenazado".
Quizá era la poca madurez de su recién desarrollado sexto sentido lo que lo hacía incomodar por pequeñeces que repentinamente aparecieran en su entorno, pero... La había experimentado antes, no era una simple corazonada ni nada por el estilo, él estaba totalmente seguro de que esa sensación se le hacía familiar. Y era tan difícil no relacionarla a cierta persona que, inmediatamente de pensar que sería ella, le producía un escalofrió en toda la espalda.

Sin embargo, no hubo tiempo de relacionar aquella sensación a base de sus recuerdos con una u otra cosa, pues de un momento a otro, pudo escuchar las pisadas que impactaban en aquel suelo húmedo que tanto lo acompañaba, pisadas que con lentitud, su sonido se hacía más y más fuerte destacando entre el sonido que ocasionaba el viento al chocar contra su cuerpo desalborotando sin coordinación sus ropajes y aquella cabellera oscura que nativamente poseía.
Momento donde pensó ubicar su mirada hacia la dirección de donde más cercana se podría distinguir aquel sonido conocido, fue interrumpido por tal voz que inmediatamente lo hizo dar un paso hacia atrás. Era un trauma, porque de tan solo escuchar esa voz fue a la velocidad de un chasquido que la reconoció y por consecuente, lo termino intimidando.

[— Debe ser una broma... —]

Mencionó en su interior atemorizado por la mera posibilidad que cada vez más se acertaba, hasta que finalmente, pudo descubrir de quien se trataba y lastimosamente, su conciencia nunca se había equivocado.
Esdeath, una de las generales de mayor rango del Imperio al que Tatsumi supone derrocar, mujer que, por alguna razón, está obsesionada con él a un punto donde ya dos veces lo secuestró y sigue buscando la tercera ocasión de conseguir lo que sea que tenga en mente.

Estaba viendo al diablo vestida de blanca, porque literalmente su corazón se detuvo por unos segundos y su propia respiración al parecer emprendió a la huida porque ya no la sentía, incluso cualquiera podría asegurar que su color de piel empalideció al mismo color que la nieve que está pisando.

[ — ¿¡Qué diablos hace Esdeath aquí!? ¿¡Por qué diablos me la acabo de encontrar!? ¿¡QUÉ VOY HACER YO AHORA!? — ]

Ni siquiera escuchó en absoluto lo que ella articuló, ya que el joven parecía típica presa frente a su bestia, pensando mil y una maldición como si de algo serviría. Lentamente, y con la poca reacción que su cuerpo le permitió tener, se empezó a dar vuelta a una velocidad como si quisiera evitar que ella se diera cuenta, iba a correr, como si no hubiera un mañana. ¿Si se cae y se mata? Perfecto. Estaba seguro que el infierno era más tolerable que estar con ella.
Pero, fue en vano. Ni siquiera pudo escuchar cuando se acercó, tan solo sintió su cabeza contra dos "cosas" que para mantener su integridad, no iba a mirar pero que literalmente lo hacía sentir entre algodones, y una fuerza tan estúpidamente absurda que no lo hacía despegarse aunque quisiera.

— Q-. . . ¿Qué haces aquí, Esdeath? —

Tragó saliva, quizá no era saliva porque fue tan pesado que literalmente acaba de comer por un año. Para así, con dificultad, preguntó queriendo por lo menos resolver una de las incógnitas que le están atacando en ese momento y, aunque sea mínimo poder ir recobrando la compostura de a poco. Aunque, técnicamente ya estaba castigado por no moverse desde que la escuchó, ya... Estaba entre la espada y la pared.

Estaba tan feliz de haber tomado la desición de ir a aquellas montañas a hacer quién sabe que, nunca había imaginado que podía encontrarse a Tatsumi por ahí, en definitiva el destino los quería juntos. Ahora no lo dejaría ir por ningún motivo, se iría con ella a la capital de vuelta y vivirían juntos por siempre. Esdeath podría darle todo lo que quería, ¿Cómo podría rechazarla? Sólo el mayor idiota del planeta lo haría. Y estaba segura de que ese no sería él. De todas formas, lo obligaría a estar con ella aunque intentara escapar mil veces. Si era necesario, lo amenazaría pero todo por un bien, ¡Todo por un final feliz!.

— En la capital no hay nada de interesante así que decidí venir acá, a ver si me encontraba con alguna bestia peligrosa y podía divertirme un poco, pero no hay nada. A cambio, te encontré a tí, y eso es mucho mejor, ¿No crees? —

Sonrió y le tomó la mano con fuerza, para así prácticamente arrastrarlo al mismo camino que los llevó hasta ahí, que por consecuente, también podrían tomar para llegar al bosque que había en las faldas de la montaña.

— Vas a venir conmigo al palacio. Desde ahora nunca nos separaremos —

Lo miró de reojo mientras continuaba con la caminata, no buscaba preguntarle si deseaba realmente irse con ella, más bien era obvio que le estaba haciendo saber que era algo que debía hacer, aunque fuese contra su voluntad. Por su mente pasaban miles de ideas sobre qué hacer con Tatsumi y cómo gastar su tiempo. No podía borrar la sonrisa que se dibujaba en su rostro, se sentía como una adolescente enamorada. Y sin más avanzaba cada vez acortando la distancia entre la punta y el final de la montaña, tirando de la mano del joven que le hacía compañía, sin siquiera tomar en cuenta su reacción, estaba ocupada haciéndose ilusiones. Ni siquiera estaba considerando la posibilidad de que una bestia peligrosa apareciese sin aviso, porque claramente era algo que podía pasar.

— Tatsumi, ¿Necesitas algo? —

Se detuvo por unos breves instantes para preguntarle con el tono de voz más dulce que se puede escuchar de la peliceleste. Sin duda alguna, ese tipo de tratos solo se los daba a él y debería sentirse afortunado.

Qué gran casualidad, justo el día donde él decide alejarse un poco hacia las montañas ella decide hacer lo mismo, grande el destino que se tienen. Maldecía en su interior la decisión de ir a tal lugar ya que, básicamente eso le jodió toda la poca felicidad que estaba teniendo ese día.
Negó con la cabeza disimuladamente ante su opinión de haber sido encontrado con ella, su mayor deseo en esos momentos es que por alguna razón, algo sucediera y él pudiera escapar pero, todo apuntaba a que no sería posible.

Su idea de ir al palacio era obvio que la rechazaba, de hecho, tragó saliva con fuerza desde que la escuchó. Entrar al palacio era entrar a la boca del lobo y desear por no morir ahí dentro, muy difícil pudo escapar una vez de ahí, la segunda vez tendría que ser casi improbable poder salir. Así que, inmediatamente, empezó a idear un plan. Miraba y miraba a sus alrededores buscando una abertura, una ventana a la posibilidad de escapar de sus garras. Cada paso que daba emprendiendo camino hacia donde ella quería era como una cuenta atrás del tiempo que le queda para escapar. Pero, tal parecía que ella descubrió que algo tramaba.

— ¿E-eh? No, nada. ¿No podríamos quedarnos en la montaña un momento? —

Preguntó mientras hacía algo de fuerza para detener su caminar aunque de igual forma, ella lo hizo por voluntad propia. No le sorprendió la gran preocupación e interés que tuvo ella para saber como se encontraba, por un momento pensó que realmente ella lo hacía porque sabía que él no quería estar con ella. Pero es que... Esa manera de tratarlo... ¿Realmente Esdeath era así o eran sus trucos de hacerlo cambiar de opinión? Independientemente de, no se dejaría influenciar.

— Así podríamos... ¡Quedarnos juntos aquí arriba, solos y alejados de los demás! —

No pensó que era lo que diría para convencerla, cosa que aquellas palabras salieron sin miedo alguno de sus labios con aquel tono entusiasmado de siempre. Cuando pensó y se escuchó a sí mismo, ya era demasiado tarde. Incluso, se sorprendió por lo que dijo ya que realmente eso, era lo que menos quería. Pero, todo fuera por convencerla y ganar más tiempo.