El comienzo de una nueva vida

Ryuko, se había ido poco después de que el joven ángel aceptara volverse un miembro de Legacy. Cosa que era algo bueno, pues, Ryuko sabía a la perfección cuántos aliados necesitaban para cumplir su victoria, aunque, sabía que debía ser cuidadosa.
Al poco rato, había salido de su habitación, pues estaba hambrienta. Cuando llegó, vio a Judai sentado, leyendo lo que parecía la biblia. Ryuko se le acercó, justo por las sombras.

—Veo que alguien de verdad le gusta el pan. —dijo—. Dime, Judai, ¿te la estas pasando bien?

Su mirada se había clavado en el joven, su único ojo visible contraído. Sus manos en los bolsillos de su abrigo y manteniendo distancia con el ángel.

Ryuko, sacudió la cabeza, y se sentó. Su mirada parecía ausente, como sí estuviera pensando en otras cosas, o...como si viera horrores antiguos.

—Sí, es divertido como no se esperan que una enmascarada les hable de repente por detrás.  —contestó fríamente—. Sí, descanse...O al menos, trató de pensar así.

Aunque sus palabras eran sinceras, su mirada seguía ausente. Agarró entre su dedo índice y su dedo pulgar la punta de su mechón azabache, y suspiró.

Ryuko, parpadeó, y se dio cuenta de que Judai la veía, algo extrañado de su comportamiento, la joven agarró el pan y asintió con un gracias. Sin darle mucha importancia a que el joven estuviese ahí, delante de ella, agarró su máscara y la dejó en su regazo. Ryuko había revelado su cara al fin. Su rostro era fino, pero neutro y frío, una larga cicatriz empezaba desde un poco más arriba de su ceja, y terminaba hasta abajo de su cara. Su ojo rojizo seguía brillando como siempre, la pupila de su ojo era una pupila vertical, que se había hecho una rendija. El mechón que cubría la parte derecha de su cara, sin embargo, siguió así, escondiendo cualquier cosa que estuviese ahí debajo.  

—Estoy bien...  —contestó—. Solo tengo muchas cosas en mente, es todo.

A Ryuko se le contrajo el estómago, tal vez lo había convencido más a él, de lo que ella misma se había convencido. Dándose cuenta del hambre que le daba, empezó a comerse aquella hogaza de pan. A pesar de que parecía tranquila, tenía una expresión de cansancio, las ojeras delataban todo el tiempo que pasó sin pegar ojo.

—Gracias por el pan Judai... —dijo, mientras seguía mordiendo—. Me alegro de que hayas decidido quedarte en la Academia Legacy.

Ryuko, dejó de comer su pan para mirar unos instantes al joven ángel. Se quedó así unos segundos, como si estuviera analizandolo por dentro, o como si Judai no fuera más que una figura hecha de simple humo. Al final, su mirada se desvió.

—No tienes porque agradecerme. —dijo, sin darle mucha importancia. Luego dio su último mordisco a su hogaza de pan y tragar. De la nada, sacó una botella de cerveza, y empezó a tomar a sorbos aquella amarga bebida. Aunque fuera cierto de que para su edad, tomar cerveza era algo no tan bueno, ella no parecía sumirse al efecto de la cerveza, pues, seguía tomando con mucha tranquilidad.  

La joven acabó la bebida en un par de segundos. Su intensa mirada estaba cargada de cansancio cuando se fijó en el ángel.

—¿Sabes? Entiendo que no te guste el alcohol, —empezó tranquilamente—. Pero, no debes porque molestarte por que alguien tan joven como yo beba cerveza. La verdad, me calma un poco. Pero, te entiendo, no te preocupes Judai, es normal.

Sin decir nada más, agarró su máscara, y la puso sobre su cara de nuevo, y sacó un libro encuadernado de color negro, con un título que rezaba “Las Guerras Santas”, no parecía un libro de novela, más bien, un libro que documentaba aquellos sucesos.    

Ryuko no le dirigió la mirada, pero aún así, dijo:

—Bien. —Fue lo único que dijo, Su mirada seguía centrada en aquel libro—: Eso de analizar es una mala costumbre mía, es simplemente eso. Y lo siento si te hace sentir incómodo.

La joven, miró al joven ángel, y luego miró al libro.

—¿Esto? —dijo—. Es solo un libro sobre guerras entre ángeles y cosas así. La verdad, no sabía que habían tantas riñas entre demonios y ángeles la verdad.

Su mirada se volvió al libro. Y la joven, parecía que no le importara más que estar leyendo aquel libro.